viernes, 30 de enero de 2015


"El sujeto perverso y el capitalismo total" Francisco de la Peña Martínez Publicado en La otra versión del padre: perversiones. Cristina Jarque (compiladora). Editorial Ledoria. Toledo. 2004.

Ideología y perversión.

La perversión ha sido abordada desde el psicoanálisis fundamentalmente como una estructura clínica mayor, junto a la neurosis y la psicosis. Sin embargo ella también constituye una estructura ideológica cuyos alcances políticos y culturales, bastante significativos en nuestros días, quisiera analizar aquí.

Una exploración de las diversas aproximaciones que han sido elaboradas desde lo que entiendo como una clínica de la cultura nos permitirá comprender la naturaleza perversa de la ideología dominante en el capitalismo tardío. La sociedad posmoderna actual es indisociable del dominio global de las políticas neoliberales que apelan a la disminución del rol del Estado y que favorecen el reinado del dinero, la preeminencia de la mercancía y los mercados por sobre cualquier otra consideración, la emergencia de una vasta economía informal e ilegal que no es ajena a la industria de la delincuencia organizada, y el desarrollo de una cultura hiperindividualista fuertemente narcisista, exhibicionista y hedonista, volcada a la competencia, al consumo y la búsqueda de placer. A este respecto son muchos los pensadores, comenzando por Lacan mismo, a partir de los cuales es posible sostener que la sociedad capitalista se caracteriza por erigir a la subjetividad perversa en un modelo dominante de personalidad, la cual se reproduce a través de un discurso ideológico que impele a los individuos a someterse al mandato superyoico de gozar en todas sus formas y a cualquier precio, y de ostentar dicho goce abiertamente, sin limitaciones y sin culpa. 

Es sabido que en el contexto de la invención de los cuatro discursos, Lacan introdujo una variación sobre el tema que le llevo a afirmar la existencia, al lado del discurso del amo, de la histérica, de la universidad y del psicoanálisis, de un quinto discurso al que denomino discurso capitalista. Aunque no es un tema sobre el que haya ahondado mucho, Lacan se refirió al mismo en algunos célebres pasajes. En la sesión de su seminario del 3 de febrero del 1972, por ejemplo, afirmará que “El discurso capitalista se distingue por la Verwerfung, por el rechazo, la expulsión al exterior de todo el campo de lo simbólico… ¿el rechazo de que? El de la castración” (Lacan, 2011:96) El rechazo de la castración y la desimbolización son aquí articulados para dar cuenta de la naturaleza del capitalismo, cuyo discurso Lacan concibe como una prolongación, una renovación y una variante del discurso del amo, como un encuentro entre éste último y la ciencia, al afirmar que “uno no ha esperado hasta ver que el discurso del amo se haya desarrollado plenamente para mostrar su verdadero trasfondo en el discurso capitalista, con su curiosa copulación con la ciencia” (Lacan, 1991:126) 

El discurso capitalista introduce una torsión en las relaciones entre los términos que intervienen en la estructura del discurso del amo: el significante amo (S1), el Saber (S2), el Sujeto ($) y el objeto (a). Lacan destaca el hecho de que el capitalismo pone en relación directa al Sujeto con el objeto plus de goce (a), relación que el discurso del amo excluye. El Sujeto del capitalismo, atrapado en el goce consumista, es completamente ajeno al saber científico-técnico (S2), un saber que está en el fundamento del mundo capitalista, si bien subordinado al mandato único (S1) de la producción incesante de bienes u objetos (técnicos y mercantiles) que cumplen la función de objetos de goce (a). Ligada intrínsecamente al modo de producción capitalista, la técnica está entregada a la producción desenfrenada de objetos destinados al mercado, tras ser concebidos a la sombra de la ciencia, objetos que Lacan llamará lathouses, y que se caracterizan “por pasar del brillo intenso en el escaparate a la opacidad del desecho” (Alemán, 2000:32) o en los que “lo no bastante coincide con el exceso”, como dice Zizek. 

Este autor afirma que el capitalismo “ha dejado de ser un orden soportado por una prohibición fundante que invita a ser transgredida” y se ha convertido en una economía libidinal del consumo en el que “la propia transgresión es solicitada”, un mundo dominado por los artilugios tecnológicos y constituido por una “multitud dispersa de goces, en el que proliferan síntomas y tics particulares que le dan cuerpo al goce” (Zizek, 2001: 29). Braunstein, por su parte, plantea la existencia de un tercer discurso, distinto al del amo clásico y al del capitalista (que correspondería al discurso del amo moderno), que el mismo Lacan habría anunciado en su conferencia en la Universidad de Milán de 1972 llamándole discurso pst (homófono con la palabra peste), y al que Braunstein denomina discurso de los mercados o discurso post-capitalista. Vinculado a la aparición de la escritura digital o virtual, que sucede a la escritura a mano y a la escritura impresa, se trata de un discurso en el que el mercado aparece como un agente impersonal y mudo que impele a los sujetos a gozar a través de su sumisión a los servomecanismos, fetiches tecnológicos que son el semblante del objeto (a). 
Ellos proveen a los consumidores de identificaciones imaginarias a pequeños relatos atomizantes y egotistas (redes sociales, comunidades virtuales, sectas y grupúsculos) que sustituyen las identificaciones simbólicas a los grandes relatos modernos (La Nación, el Pueblo, la Raza o el Partido) y aseguran el tránsito de las sociedades disciplinarias a las sociedades de control. (Braunstein, 2012) 

En todos los casos, el discurso del capitalismo favorece un tipo de subjetividad que está supeditada al imperativo de goce del objeto, que es goce del objeto desechable y renovable por excelencia, la mercancía. La naturaleza perversa de está subjetividad no es ajena a la desimbolización que produce el capitalismo, la cual remite ante todo a una erosión de la función del nombre del padre en el terreno cultural, es decir, al declive de los referentes ternarios y la caída de las figuras del gran Otro.

La decadencia del gran Sujeto Como ha señalado Dufour, asistimos al agotamiento del sujeto de la modernidad, encarnado en el par formado por el sujeto crítico kantiano y el sujeto neurótico freudiano, y a su sustitución por el sujeto postmoderno. Para este autor, en efecto, la condición subjetiva moderna se basa en tres rasgos, a saber, la diferencia, la crítica y la neurosis. Si la diferencia refiere a las formas extremas de sumisión de los nooccidentales, de los “otros” sometidos a través del colonialismo y la esclavitud a la voluntad del sujeto de la modernidad, su contraparte al interior del mundo occidental lo constituye la figura del sujeto crítico, que se mueve entre múltiples referencias e ideologías haciendo uso de la razón y apelando a los principios universales de la racionalidad. El sujeto neurótico, por su parte, es el lado oscuro o el revés del sujeto crítico, es el sujeto de la culpa que surge como resultado de la deuda contraída con un gran Otro que se vuelve múltiple, pero es también el sujeto de la repetición y de la insatisfacción, aspectos que están en la base de la actitud crítica (Dufour, 2007). Las distintas figuras del Otro simbólico que recorren la modernidad (Dios, la Nación, el Pueblo, la Revolución, el Proletariado, el Progreso, la Ciencia), los grandes relatos que han estructurado el vínculo de los sujetos a algún significante amo que se presenta investido de un aura sublime y trascendente, han dado su razón de ser tanto al inquisitivo sujeto crítico como al insatisfecho sujeto neurótico.Ahora bien, con el paso a la posmodernidad asistimos a la decadencia del gran Otro, a la ausencia radical de grandes Sujetos. 

Este desvanecimiento del sujeto de la modernidad es correlativo a la emergencia del capitalismo tardío neoliberal, que se caracteriza por disolver todas las formas de intercambio que se remiten a un garante absoluto o metasocial. Al no estar garantizados por una potencia superior, los intercambios se reducen a su condición puramente mercantil, lo que implica que el intercambio comercial tiende a desimbolizar el mundo puesto que rechaza toda figura trascendente como sustento del valor. El valor simbólico se diluye en beneficio del simple y neutro valor monetario de la mercancía, eliminándose toda consideración (moral, tradicional o trascendental) que obstaculice la libre y más amplia circulación de mercancías. La posmodernidad, una era dominada por el vacío de referentes sólidos y por el pensamiento débil, es por ello un más allá de la modernidad carente de ideales fuertes, propicio a una cultura narcisista en la que las definiciones idiosincráticas se generalizan en detrimento de los valores o las ideologías universales. Si en la modernidad el ser del sujeto depende de un Ser exterior a él, en la posmodernidad esta hetero-referencia se desdibuja a favor de una auto-referencia radical. A pesar de que la idealización del mercado es hoy un relato dominante que pretende erigirlo como nuevo referente absoluto o gran Otro, el mercado por su propia naturaleza es incapaz de ocupar este lugar, pues su lógica profunda no es ternaria. La economía de mercado, en efecto, es incapaz de dar respuesta a la cuestión del origen o del fundamento y al deseo de infinito o de absoluto, pues su lógica no es ni simbólica, ni jerárquica ni trascendente.

 Por el contrario, el mercado se basa en relaciones dualistas e imaginarias y en una lógica que es horizontal, uniformizante, inmanente, interactiva y reticular, sin exterior ni principio excluido. La progresiva desaparición de la figura del gran Otro acarrea una mutación de la condición humana y un cambio en la forma de subjetividad dominante, a la que se le exige adaptarse a la mercancía y a los flujos del mercado de manera voluntaria, práctica y “libre”. La creación del hombre neo-liberal ha llevado a una revolución de nuestra economía psíquica consistente en el desplazamiento de una cultura basada en la lógica de la neurosis (la represión, la culpa, la deuda y el sacrificio) a una cultura que promueve la perversión, los desórdenes narcisistas y la psicosis ordinaria. La caída de los ideales produce un sujeto indiferente al sentido del deber y carente de espíritu crítico, pues conlleva la caída del superyó y de la ley simbólica. Un sujeto narcisista, hedonista y cínico, sin deuda ni compromiso con el Otro y por tanto liberado de la culpa, dotado de una fuerte desinhibición, de impulsos transgresivos y de fantasías de omnipotencia. Sin anterioridad ni exterioridad simbólicas, sin referentes espaciales o temporales amplios, el sujeto postmoderno queda prisionero en un presente inmediato, sin proyecto a largo plazo, abandonado a la búsqueda de un goce instantáneo. Si la modernidad se caracteriza por una palabra que prohíbe y está referida a los grandes relatos, la postmodernidad remite a una palabra que incita a gozar desde una proliferación de pequeños relatos que prescinden del gran Otro y propician el egotismo y el individualismo más extremo. Nuevos síntomas, nuevos desordenes Existe una historia de la locura que da cuenta del porque los síntomas y los trastornos mentales varían de una época a otra o entre distintas culturas. En este sentido, modernidad y postmodernidad se distinguen por los malestares que alientan y los modelos de personalidad que propician. Si las patologías en la modernidad remiten al sujeto neurótico y se fundan en la pasión de ser otro, o más precisamente, sujeto del Otro, las patologías postmodernas giran en torno a la ausencia del Otro y la cuestión de la auto-fundación y la auto-referencia. Si la modernidad idealizó al sujeto moral, racional y responsable, la postmodernidad hace de la subjetividad narcisista el ideal del “hombre neoliberal”, y del narcinismo el perfil característico de un sujeto cuyos sentimientos de omnipotencia, desinhibición o exhibicionismo y cuya ambición y desestimación de los otros, que en muchos casos pueden lindar con la perversión y la psicopatía, lo convierten en el más apto para desenvolverse en un entorno mercantil de fuerte competencia, búsqueda de ganancias y excesos consumistas.

 Por esta razón, las patologías más extendidas en nuestra época están en función o son alguna variante del complejo narcisista. Entre ellas destaca en primer lugar la depresión, un trastorno que remite a la dificultad del sujeto para arreglárselas sin el gran Otro, a la fatiga para ser uno mismo que se traduce en impotencia, dificultad para la acción, inhibición, tristeza y desaliento. Más que estar habitado por la culpa, como el sujeto neurótico de la modernidad, el sujeto deprimido está habitado por la vergüenza. Si la culpa es un estado que remite al Otro, la vergüenza remite a sí mismo, es el sentimiento de desvalorización, autodesprecio e inferiorización de un yo destituido frente a un ideal de sí mismo inalcanzable. Si el sujeto deprimido es aquel que es menos que sí mismo, sus contrapartes patológicas son, por un lado, la personalidad múltiple, en la que el sujeto es más que uno mismo, dividido en identidades distintas entre sí pero que habitan en un mismo cuerpo, y por otro lado el llamado estado límite o borderline, que remite a un transtorno con una clara impronta narcisista que ha llevado a algunos clínicos a concebirlo como una psicosis ordinaria, es decir, una suerte de psicosis de baja intensidad que se distingue tanto de la neurosis como de la psicosis tradicional. (Maleval, 2003) Anorexia, bulimia o vigorexia, otros populares males de época, remiten a las alteraciones de la imagen del cuerpo que afectan a los sujetos atrapados en el juego de apariencias de un sí mismo deficitario frente a la mirada propia y de los demás. Lamultiplicación de los casos de transexualismo y las demandas de transexualización, por su parte, no son ajenos a la desimbolización, a la negación de lo real de la diferencia sexual y al rechazo de la castración. Finalmente, las adicciones o toxicomanías constituyen otra forma generalizada de manifestación de lo inconsciente, en las que la ausencia del Otro es suplida a través de una sustancia que ocupa su lugar y es consumida compulsiva e inevitablemente hasta llevar al mutismo de un goce ensimismado y no simbolizable.

 En todos los casos, los sujetos de las nuevas patologías narcisistas son reacios al tratamiento analítico y se distinguen del neurótico tradicional por su impermeabilidad a la relación transferencial, es decir, a la relación con el Sujeto Supuesto Saber. Con una dificultad para la simbolización y el trabajo de la asociación libre, son sujetos que difícilmente se interrogan por sus síntomas y cuyo malestar se presta a la palabra analítica solo en condiciones muy particulares. A este respecto sabemos que Lacan anticipó en el último periodo de su enseñanza, y no por azar, la necesidad de transitar de una clínica del Otro a una clínica del Uno, en una perspectiva que privilegia la forma única en que cada ser hablante organiza su modo de gozar el síntoma. Una clínica que muestra toda su utilidad frente a los nuevos síntomas donde lo Real se hace presenta en formas inéditas y la relación a lo simbólico se vuelve problemática. Captalismo gore y necropolítica La ausencia del Otro da cuenta de otro fenómeno propio de la postmodernidad y que revela su faz perversa: el incremento de la violencia en todas sus formas (físicas y simbólicas, legales e ilegales, implícitas o explícitas), que se ha convertido en un fenómeno transversal que permea el conjunto de las dinámicas sociales. La violencia extrema, la muerte y la necro-política son los signos característicos de lo que Valencia ha llamado capitalismo gore, en el que lo gore ya no designa un género cinematográfico sino una realidad muy cercana, la de un capitalismo cada vez más condicionado por elcrimen organizado (y del que México constituye actualmente un modelo) en el que se extiende el tráfico ilegal de drogas, órganos, armas, mujeres o mercancías, o en el que el secuestro, la tortura, la estafa, la piratería, la extorsión y el sicariato se han arraigado como prácticas ordinarias. (Valencia, 2010)

 La multiplicación de actividades criminales que son cada vez más transnacionales y globales (y que algunos han llamado McMafia) acompaña a la implantación del capitalismo ultra-liberal, basado en el hiper-consumo hedonista y en la necesidad de abastecer su demanda a través de una inmensa economía ilegal (que si bien predomina en los países subdesarrollados, no está menos presente en los países avanzados). Una de las consecuencias más negativas de este nuevo régimen es la desafiliación y la disgregación social, que debilita las tradicionales identidades de clase (tanto la del proletariado como la de la burguesía) y conduce a una lumpenización o desclasamiento generalizado que encuentra en la figura del delincuente (mafioso, asesino o ladrón) su modelo identitario y su personificación heroica. La necro-política, que consiste en el empoderamiento creciente de los criminales que reivindican abiertamente sus actividades y su influencia en el campo político, es el efecto inevitable de este proceso. En su competencia por imponerse en los mercados globales, la delincuencia organizada recurre a un muy bien organizado sistema empresarial que comprende lo mismo sofisticadas actividades financieras de inversión y lavado de dinero que un conjunto de necro-prácticas o tecnologías del asesinato. Se trata de formas de violencia que rompen con las tradiciones de las antiguas mafias (por ejemplo el respeto a la vida de mujeres y niños) y que constituyen métodos de exterminio de una excesiva crueldad (decapitación, descuartizamiento, desintegración en ácido) que son exhibidos y publicitados a través de los medios según una estrategia de comunicación muy precisa, que apunta a banalizar la pulsión tanática. En este sentido, la deificación de la violencia a través de los medios de comunicación y de entretenimiento (desde el cine y la televisión hasta la internet y los videojuegos) y el desarrollo de una cultura criminal que es un vasto mercado para la producción y el consumo de modas vestimentarias, géneros musicales o manifestaciones religiosas (como los narco-corridos o el culto a la Santa muerte en México), series televisivas de éxito (como Los Soprano o Pablo Escobar) o videojuegos infantiles (como Grand theft auto), ha contribuido a la glorificación del transgresor de la ley y a la reivindicación de la delincuencia y la impunidad en un universo libre-cambista que es percibido como una jungla regida por la ley de la selva. En todos los casos, la espectacularización de la muerte, el gusto por la violencia y la destrucción, la atracción por el suicidio, la crueldad y el sadismo alimentan un poderoso imaginario tanático que es propicio a todas las derivas perversas. Películas hiper-violentas, programas de televisión que explotan las miserias de la gente, redes sociales basados en el morbo voyeurista o noticieros centrados en la nota roja propician una estética de la violencia que la vuelve decorativa, la naturaliza y la torna aceptable y legitima. Y la literatura y el arte de vanguardia no escapan a esta interpelación por la violencia criminal y la muerte, convertida en una moda que influye en la creación artística. El porno-capitalismo y el sujeto perverso Uno de los rasgos que distinguen el capitalismo actual es su carácter obsceno. A diferencia de lo que sucedía en la antigüedad, en la que el goce se circunscribía al ámbito de lo privado, lo discontinuo y lo no visible, la incitación al goce y el imperativo de gozar no solo es permanente en la posmodernidad, también se hacen públicos y ostentatorios. Vivimos en un mundo en el que lo pornográfico pierde su tradicional carácter marginal y clandestino y se transforma en la esencia de un sistema, el pornocapitalismo, que visibiliza, idealiza y rentabiliza el goce en todas sus formas. Pues si enla sociedad compuesta de neuróticos se ocultan los cadáveres y los órganos sexuales, en la sociedad perversa la muerte y el sexo se muestran y se exhiben cotidianamente.

 Como ha demostrado Dufour, el neo-liberalismo actual tiene la más estrecha relación con las doctrinas del Marqués de Sade, siendo la solución pornográfica la salida que permitió al capitalismo moderno y puritano salir de sus crisis recurrentes por la vía de la democratización del goce (Dufour, 2009: 203). Como señala Roudinesco “los medios audiovisuales se han convertido, con el consentimiento de todos los protagonistas del gran espectáculo posmoderno de la autoexhibición, en el instrumento primordial de una ideología tan pornográfica como puritana. En todo el mundo, la telerrealidad, género televisivo que muestra a personas reales en su intimidad, funciona como el nuevo psiquiátrico de los tiempos modernos, un psiquiátrico abierto, que por lo demás no es ajeno al espíritu que inspiró las clasificaciones del DSM, vasto parque zoológico organizado como un reino de la vigilancia infinita y el tiempo suspendido. Una sociedad que profesa semejante culto a la transparencia, la vigilancia y la abolición de su parte maldita es una sociedad perversa” (Roudinesco, 2009: 211). 1

1 Roudinesco ha subrayado el hecho de que los criterios que antaño permitían especificar la estructura
perversa en el campo psiquiátrico (a través del DSM) se han desdibujado a un tal grado que hoy en día la
perversión ha sido vaciada de su sustancia. El recurso a una nueva terminología que no emplea más el
término de perversión sino el de parafilia, se basa en un enfoque que incluye en esta última tanto a
prácticas sexuales perversas –exhibicionismo, fetichismo, pedofilia, masoquismo, sadismo, travestismocomo
a simples fantasías perversas, y que deja fuera conductas perversas consideradas como delitos
(violación, crimen sexual, proxenetismo) o auto-destructivas (toxicomanía, anorexia y bulimia).
Roudinesco llama “clasificación perversa de la perversión” a lo que el DSM-4 realiza, que a sus ojos es
el proyecto de una sociedad sadiana en la que las diferencias se disuelven, se suprime el orden del deseo
y la subjetividad y se impone una ideología de la disciplina y la vigilancia. (Roudinesco, 2009: 208)

 La liberación de las pulsiones sexuales, de las pulsiones de dominio (de avaricia y de acumulación, de depredación y de abuso) y de las pulsiones auto-destructivas, el empobrecimiento del discurso en favor de la imagen y el protagonismo de los cuerpos, la pasión escópica (el exhibicionismo, el voyeurismo y la espectacularización), la afirmación de sí mismo a través de la victimización del otro, son algunas de los rasgos 1 Roudinesco ha subrayado el hecho de que los criterios que antaño permitían especificar la estructura perversa en el campo psiquiátrico (a través del DSM) se han desdibujado a un tal grado que hoy en día la perversión ha sido vaciada de su sustancia. El recurso a una nueva terminología que no emplea más el término de perversión sino el de parafilia, se basa en un enfoque que incluye en esta última tanto a prácticas sexuales perversas –exhibicionismo, fetichismo, pedofilia, masoquismo, sadismo, travestismocomo a simples fantasías perversas, y que deja fuera conductas perversas consideradas como delitos (violación, crimen sexual, proxenetismo) o auto-destructivas (toxicomanía, anorexia y bulimia). Roudinesco llama “clasificación perversa de la perversión” a lo que el DSM-4 realiza, que a sus ojos es el proyecto de una sociedad sadiana en la que las diferencias se disuelven, se suprime el orden del deseo y la subjetividad y se impone una ideología de la disciplina y la vigilancia. (Roudinesco, 2009: 208) de la pornocracia emergente, cuyos ideales solo los más aptos, es decir los más proclives a la perversión, están en condiciones de cumplir. A diferencia de la polis clásica, compuesta por neuróticos que creen en un Amo al que deben su existencia y su obediencia, en la polis perversa actual el imperativo pulsional, que es privilegiado en detrimento de la mediación por lo simbólico, propicia lo que Lebrun llama una perversión ordinaria o neo-perversión, es decir, una condición subjetiva de base neurótica pero impregnada de perversión (Lebrun, 2007). Si el sujeto moderno es kantiano en la medida que obedece a la ley que lo obliga a considerar al otro como un fin en sí mismo, la ley sadiana que ordena gozar empuja al sujeto posmoderno a considerar al otro como un medio para alcanzar sus fines. El sujeto perverso, en efecto, es aquel que se imagina ser el Otro para asegurar su goce, es decir, alguien que se coloca en relación a todo otro, en la posición del gran Otro.
A diferencia del sujeto neurótico, acosado por una deuda simbólica impagable, atormentado por la culpa y la falta, el perverso cree no deber nada a nadie, es un sujeto que se autoriza para imponer su propia ley, para acercarse a lo prohibido y para renegar de las leyes de los hombres pero también de las leyes de la naturaleza (por ejemplo, renegar de la diferencia sexual). Con todo, si el perverso puede resultar transgresor en aquellas sociedades en las que predominan las neurosis y los neuróticos, sometidos a los dogmas, las normas o los valores trascendentes, cuando la subversión perversa deviene la norma, cuando el goce perverso está permitido y no prohibido, entonces difícilmente puede subvertirse algo y la perversión, integrada al sistema, pierde su rol de Otro de la neurosis.

 En este sentido tiene toda la razón Zizek cuando afirma que la neurosis, por revelar la división subjetiva y afirmar la existencia del inconsciente, es más contestataria que la perversión, que solo es transgresiva en apariencia. Por ello sostiene que pensadores como Foucault o Deleuze, al exaltar el potencial subversivo de laperversión, encarnan “el modelo de la falsa radicalización subversiva que se adecua perfectamente a la constelación existente del poder, un radicalismo transgresor falso”. (Zizek, 2001: 267)2 Zizek nos recuerda que la oposición entre la histeria y la perversión es especialmente pertinente “en nuestra era de declinación del Edipo, en la que la subjetividad paradigmática no es ya la del sujeto integrado en la ley paterna mediante la castración simbólica y la función paterna, sino la del sujeto perverso polimorfo que obedece al mandato superyoico de gozar” (Zizek, 2001: 264), y en la que hemos transitado a un escenario pos-político en el que el sujeto del mercado ha desplazado al sujeto de la democracia moderna, una democracia cada vez más mercantilizada y pervertida en la que están ausentes la dimensión histérica de la falta, la interrogación y la relación ambigua respecto de la autoridad simbólica.

 El proyecto sadiano del capitalismo fármaco-pornográfico, dominado por el tráfico y la distribución de drogas legales e ilegales (que permiten reducir la vigilancia superyoica del neurótico y conducirlo del lado de la perversión), un imaginario pornográfico que impele a los sujetos a dotarse de un porno-cuerpo y devenir autómatas sexuales, y un culto a la violencia y la muerte que erige al canalla como nuevo héroe cultural, está en marcha. Los medios masivos de comunicación refuerzan este sistema al poner en escena el goce en todas sus formas, al estimular la pulsión escópica, erigida en pulsión dominante por encima de la pulsión epistemológica o letrada, al imponer una estética de lo grotesco y lo extremo en detrimento de la estética moderna de lo sublime. La 2 Zizek afirma que en el proyecto foucaultiano de romper con el dispositivo sexual y el orden disciplinario confesional, que se despliega desde la época del cristianismo hasta la del psicoanálisis, oponiéndoles un arte de la existencia basado en el uso de los placeres y el cuidado de sí, inspirado en los filósofos grecolatinos, la imagen foucaultiana de la Antigüedad es estrictamente fantasmática, pues “recurre al mito de un Estado anterior a la caída en el cual uno mismo forjaba su propia disciplina, que no era un procedimiento impuesto por un orden moral universal culpabilizador” (Zizek, 2001: 268). En esa misma línea, Zizek cuestiona la crítica realizada por Deleuze al “psicoanálisis edípico”, a la que considera otro caso de rechazo perverso de la histeria, que exalta la productividad múltiple de los flujos libidinales en detrimento de cualquier forma de autoridad simbólica.popularidad de los reality show y de los talk show en la televisión o de las comunidades virtuales en las que los sujetos pueden desdoblarse, inventar o cambiar de identidad, nos hablan de la sobrevaloración del placer voyeurista y del exhibicionismo narcisista ligado al culto al ego y a la intimidad convertida en espectáculo. El boom del cine gore o del cine extremo, hiper-violento e hiper-sexual, o de los video-juegos sanguinolientos y transgresivos, muestran otro ángulo de la voluntad de goce que anima a la cultura contemporánea. En definitiva, todo indica que hemos entrado a un mundo sin vergüenza dominado por la desmesura, lo extremo, lo excesivo y lo sin límites, un mundo en el que la exhibición del goce, que se trate del goce sexual, del goce del poder (económico o político) o del goce del saber, es la regla. 

Bibliografía
Alemán, Jorge
2000 Lacan en la razón posmoderna. Miguel Gómez Ediciones. Málaga
Braunstein, Nestor
2012 El inconsciente, la técnica y el discurso capitalista. México. Siglo XXI.
Dufour Danny Robert
2007 El arte de reducir cabezas. Sobre la servidumbre del hombre liberado en la era del
capitalismo total
2009 La cité perverse. Libéralisme et pornographie. Denöel. Paris
Lacan, Jacques
1991 Seminaire XVII L’envers de la psychanalyse. Seuil. Paris
2011 Je parle aux mures. Seuil. Paris.
Lebrun, Jean-Pierre
2007 La perversion ordinaire. Denöel, Paris
Maleval, Jean-Claude
2003 Elements pour une apprehension clinique de la psychose ordinaire. Séminaire de la
découverte Freudienne. Rennes (PDF)
Roudinesco, Elisabeth
2011 Nuestro lado oscuro. Una historia de los perversos. Anagrama. Barcelona
Valencia, Sayak
2010 Capitalismo Gore. Melusina. Madrid
Zizek, Slavoj
2001 Amor sin piedad. Hacia una política de la verdad. Editorial Síntesis. Madrid.
2001 El espinoso sujeto. Paidos. Buenos Aires.

miércoles, 28 de enero de 2015



LA PERVERSIÓN DEL DISCURSO CAPITALISTA ACTUAL Y ALGUNOS DE SUS EFECTOS EN LA SUBJETIVIDAD.



"La creación del hombre neo-liberal  ha llevado a una revolución de nuestra economía psíquica consistente en el   desplazamiento de una cultura basada  en la lógica de la neurosis (la represión, la la culpa, la deuda  el sacrificio) a una cultura que promueve la perversión, los desordenes narcisistas y la psicosis ordinaria”.    
                                                                           
"Si el sujeto moderno es Kantiano en la medida que obedece  a la ley que lo obliga a considerar al otro como un fin en sí mismo, la ley Sadiana que ordena gozar empuja al sujeto postmoderno a  considerar al otro como un medio para alcanzar sus fines”.

  “El sujeto perverso y el capitalismo  total” Francisco de la Peña Martínez,                                                                                                     en  “La otra versión del padre: perversiones"; Ed. Ledoria, Toledo, 2004.



 
 Partiré para escribir este texto de una imagen que me golpeó hace bastante tiempo en uno de las emisiones del programa “Callejeros”: un hombre de unos cuarenta y tantos años contaba al periodista su  situación  socio económica y laboral crítica, explicándole  que en unos días no tendría donde vivir porque sobre él y su familia pendía una orden de desahucio. Lo decía desesperado, mientras en su camiseta sobre su pecho se podía ver en letras enormes: “EMPORIO ARMANI”.      
                   
Indudablemente la marca vende, se vende, ya que el Otro actual no la da (no hay don simbólico), y  los sujetos hacen lo imposible por  comprarla  y pagan de más por adquirirla, no solamente por las más o menos cuantiosas cifras que cuesta “estar vestido de marca” (identificación narcisista), sino por las horas trabajadas muchas veces en empleos  que nada tiene que ver con el  deseo de quien muchas veces no tiene más remedio que realizarlos para cubrir necesidades básicas para la supervivencia y estas otras, que no lo son, pero que se han tornado gracias al reforzamiento adecuado, también en necesidades de este mismo orden  para “el ser”. Pagan en empleos que encima  muchas veces están  mal pagados y son llevados a cabo en diversidad de condiciones laborales cada vez  más precarias, y  también a  la larga, lo hacen con desahucios y malestares diversos.

Hoy la identidad se define por el objeto y por la marca, a pesar de las consecuencias a que son llevados en este circuito infernal del consumir para ser, del ser lo que se consume, del ser que se consume o es consumido por el consumo finalmente. Marca solamente imaginaria de pertenencia en coalescencia (que no ex -istencia)  ante la caída de las marcas simbólicas que alojaban al sujeto en el Otro del lazo social  en la época del discurso del Amo. 

Pero, de manera insólita, esta fusión o soldadura del ser con la marca del objeto que vende identidad y la ilusión de pertenencia e inclusión, en el Emporio Armani en este caso, o en cualquier otro, no impide para nada, al contrario(solo le importa en calidad de  consumidor, no está interesado salvaguardarle  como persona), que el sujeto se pueda encontrar en cualquier momento, al decir de un programa televisivo, “con el culo al aire” o “en pelotas”, que viene a ser más pertinente en este caso por cuanto da cuenta de quedar en  la desnudez más radical, caído él mismo como objeto porque esa marca, al contrario de la marca simbólica de antaño forjada en los ideales, en la distancia entre el ser y el deseo del ser, no le sostiene.
   
El problema es cómo, hasta quienes viven en condiciones sociales paupérrimas quieren también tener acceso a esos objetos, porque aún en las peores condiciones, siempre hay medios audiovisuales en cualquier casa, fundamentalmente la televisión, donde la publicidad intenta vender con un mismo mensaje que obviamente no tiene en cuenta las diferencias de  posibilidades adquisitivas de los televidentes, y en la vida cotidiana también los escaparates cumplen esa función de pantalla que atrae al ojo en pos de los objetos. El despersonalizado Mercado, de forma permanente y agresiva, atrae a sus hipnotizadas víctimas a la impulsión de la compra y del “goce ya y como sea”, mimetizando al sujeto con los objetos.

Este mandato super-yoico feroz, en aquellos casos en que las personas no tienen los medios económicos para acceder a la compra de los mismos(o aquellos que sí los tienen pero siempre quieren más), se lleva por delante muchas veces toda barrera ética, y así en pos de estos objetos hay a quienes no les importa ya robar, matar, prostituirse; la desesperación por el consumo de la promesa del goce absoluto del objeto, quiebra el pacto social fomentando individualismo y la competencia despiadada, pues ya no hay Dios ni Padre que promueva ley de prohibición alguna, en cuyo nombre y por amor el sujeto deba estar dispuesto a resignar su goce pulsional.

En otros casos, entre quienes no sobrepasan esa barrera, se presenta el odio y la gama de afectos y sentimientos que van en su línea: la envidia, la frustración, la rabia y el resentimiento. Verse privado de los objetos de goce, suponer que los que lo tienen gozan y gozan  más, o sea gozan sin falta, provoca sufrimiento. Y aunque es un engaño esa creencia en la completud o total satisfacción, los sujetos en esta lógica del consumo  lo desconocen. Y así,  a quienes sí pueden acceder, los mantiene funcionando adictos a la rueda del consumo, en la creencia de que si este objeto no es suficiente para otorgarle el placer del placer,  siempre habrá otro pronto a ser ofrecido, que ¡ahora sí! me otorgará la plena satisfacción. Todo consiste en perfeccionar el objeto (más rápido, con más funciones, etc.). y así enganchados sin cejar en su re-negación  de la falta siguen de la ilusión a la desilusión, de la euforia a la depresión, del síndrome de abstinencia al entusiasmo de la  nueva adquisición, y de ahí de nuevo vuelta al bajón, y así ad infinitum, siempre cuando dejen algún lapso de tiempo entre cada compra y la siguiente, pues puede que para no sentir  el bajón no paren nunca (ese aceleramiento sin pausa es lo promueve precisamente el tipo de “música” que habitualmente hay en los locales de venta).

Y a quienes no pueden acceder a los mismos, los hace sentirse injustamente excluidos del goce que suponen supremo, simples espectadores del goce de los otros en-vide-ando y maldiciendo a quienes si creen que pueden acceder al Paraíso, desconociendo que es solo de artificio, y ni aún así cumple bien su oficio, porque somos seres en falta, caídos del supuesto y solo  imaginario lugar celestial. La defensa  que algunas de estas  personas pueden anteponer ante tales sentimientos, para soportar y hacer menos dolorosa su privación, puede ser la devaluación de esos objetos o del acceso a los mismos, como hacía la zorra en el cuento de “La zorra y las uvas” para auto-convencerse que no se perdía nada que valiera la pena; cuando ello no es posible, seguramente la bilis negra  corroerá su alma y sus vínculos.

Otra posibilidad, es encontrarse en un lugar en el  que aún pudiendo contar con los  medios económicos  para acceder a los objetos, la persona sea capaz de  resistir la tentación del desenfreno y adquirirlos de manera discriminada,  en base  a un consumo responsable tanto consigo mismo/a , como con los otros y con el medio, lo cual  requiere el ejercicio de la libertad, única que permite el  poder de decidir, y eso implica ser capaz de pensar, y esta capacidad precisamente es la que se encuentra muy disminuida ante la colonización que de ella ha hecho el funcionamiento del mercado actual.

Pero independientemente de cuál sea la forma en que las personas se posicionen frente a  esa impulsión(actuación) al goce, ya sea que lo satisfagan supuestamente respetando las “normas” ( porque muchos de esos objetos han sido ya realizados violando importantes normas- trabajo infantil, explotación, etc.), que se defiendan de él, que lo satisfagan violando toda norma, no deja de ser una perversión del sistema que se promueva ese goce sin límite para todos  sin crear las condiciones mínimas  para que algo de la  satisfacción del mismo sea posible. Por el contrario, cada vez hay más desempleo y ello implica que cada vez más personas se sienten  excluidas del acceso a los objetos que supuestamente hacen posible la satisfacción, por lo que están sometidas a un doble engaño: creer que esos objetos la brindan, y creer que no la obtienen porque no tienen las condiciones laborales y  socio-económicas para acceder a los objetos que permitirían alcanzarla. 

Obviamente el goce no está,  ni estará, ni tiene por qué estar bien o justamente distribuido; y encima nunca hay “el goce”, sino que hay “los goces”: oral, anal,  escópico o de la mirada, invocante o del oído, para el psicoanálisis. Y si bien esto no ha sido así en toda la historia de la humanidad, porque no hay medida, no se puede medir, en épocas anteriores el pacto social intentaba regular basándose en el ideal de justicia, democracia y libertad una distribución de las condiciones que posibilitaran acceder a esos objetos de goce, supuestamente de manera más equitativa. 

Ahora ya no, mientras quienes tienen mayor  acceso a los objetos de consumo, y cada vez  más, los otros, los desarrapados del mundo al decir de Paulo Freire, quienes no lo tienen, se los somete a idéntica presión sobre su ser pulsional, pero al mismo tiempo se les reducen y quitan los medios  que permiten acceder a ellos dentro de los permisos (ya no puede siquiera llamárselas normas) que otorga  el sistema: cada vez trabajan más horas por menos dinero, cada vez hay quienes intentan pasar de  los convenios colectivos, cada vez las empresas pueden trasladarse de un lugar a otro según sus conveniencias y  sus ganas,  etc., y lo que es peor, se deja fuera de combate a  la principal arma para poder  tener la libertad de pensar y  sentir que se la tiene, única que permite el ejercicio libre de una verdadera elección: la educación crítica, la educación como ejercicio de la libertad.

Aunque las personas creen que están siendo libres de elegir, solo eligen y aún relativamente el objeto que consumen, y digo relativamente ya que muchas veces no pueden decidir porque no logran conjugar en un solo objeto las cualidades de los tantos que atiborran sus sentidos, y poder elegir implica estar capacitado para resignar algo para ganar lo otro, lo cual es imposible cuando nada se quiere perder. Tampoco están muchas veces en condiciones de  decidir en qué cantidad  consumen los mismos.

Y finalmente el sistema  castiga tanto a quienes no se incluyen en la rueda del trabajo  y del consumo, como a quienes no pudiendo hacerlo,  o mantenerse en la del trabajo( que es el que brinda los medios para intercambiar el dinero por los objetos en cuestión), optan por forzar su entrada de manera ilegal en la del segundo. Pero eso sí, solo en forma más severa  o principalmente a  los sin nombre  o los nadie, como les llama Eduardo Galeano.


Los nadie.

"Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en llovizna cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los niguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanías.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata".

(El libro de los abrazos).








lunes, 12 de enero de 2015


 EL AMOR VULNERA.

Este sábado salí  a dar un paseo de esos que tanto me gustan;                                                           extasiada mirando el mar     
                                                                                                                   
ellas, las olas                                                                                                                                           hoy saben darse como yo                                                                                                                          su tiempo                                                                                                                                                   primero                                                                                                                                                    ondulan a-penas sobre  la superficie                                                                                                        luego van abultando lentamente de agua sus bocas                                                                                 y como niño cruel sobre la comisura                                                                                                         de mi orilla desembocan                                                                                                                           en eso pasan                                                                                                                                             son dos                                                                                                                                                       mujeres                                                                                                                                                       la una sentencia:"a cualquier el amor hace vulnerable".                                                                          ¡no, ¡a mí no tanto!                                                                                                                                 bastión la otra                                                                                                                                             mas ella, sonriendo insiste: "te hace vulnerable el amor"                                                                         la otra ¡que no!,                                                                                                                                         yo en cambio asiento, río y ahora les cuento.                                                                                           ¡Cuánta poesía ¡ay! no sabida!                                                                                                                 la ¿simple? frase de cada día                                                                                                                   y  Ella, sin saber  que decía                                                                                                                     a su paso la flor                                                                                                                                         de la verdad                                                                                                                                               abría                                                                                                                                                           yo a esta altura, ya repetía,                                                                                                                    re-partía a cualquiera el amor                                                                                                               hace vulnerable.

a cualquiera el amor hace                                                                                                                         vulnerable, ¡vulnerable!

te hace vulnerable el amor                                                                                                                         te hace                                                                                                                                                       vulnerable el amor

te hace...el amor 

Y así entre la vulnerabilidad y el amor                                                                                                        la vulnerabilidad del amor                                                                                                                          o el amor de la/a la vulnerabilidad                                                                                                              se me ocurre esta oración:                                                                                                                        si unimos tu vulnerabilidad y la mía                                                                                                            algún día hará poesía                                                                                                                                

                                                          

Porque somos seres vulnerables, prematuros dice Freud, necesitamos del amor para sobrevivir, ese primer amor, el de la madre o  su sucedáneo. Es nuestra vulnerabilidad originaria la que nos lleva al amor, es el manto de amor del Otro el que nos salva de ser pura carne, o de morir. Es el amor el que nos hace, nos hace ser sujetos de deseo, rescatándonos de una pura animalidad.
Obviamente hay quien puede decir que hay amores vulnerables, entendiendo por tales los que duran poco tiempo, los que al parecer de otros, a la menor dificultad tienden prontamente  a terminar, y preguntarse si ese “tipo” de amor será verdadero, o inclusive afirmar que no se trata de amor en esos casos, sino de afiebrada pasión que una vez satisfecha se apaga. Pero puede el tiempo realmente dar la medida del amor, y qué es el amor.  “El amor es hambre hoy, pan para mañana”, así define en su canción al  “Matrimonio”  una cantante llamada Samantha Navarro.
Jaques Miller, psicoanalista yerno de Lacan en una entrevista (ar.globedia.com) hablaba del amor en estos términos:

 W.: "Estar completo solo": sólo un hombre puede creer eso...

J-A.M.: ¡Bien dicho! Amar, decía Lacan es dar lo que no se tiene. Lo que quiere decir: amar es reconocer su falta y darla al otro, ubicarla en el otro. No es dar lo que se posee, bienes, regalos. Es dar algo que no se posee, que va más allá de sí mismo. Para eso, hay que asumir su falta, su "castración", como decía Freud. Y esto, es esencialmente femenino. Sólo se ama verdaderamente a partir de una posición femenina. Amar feminiza. Por eso el amor es siempre un poco cómico en un hombre. Pero si se deja intimidar por el ridículo, es que en realidad, no está muy seguro de su virilidad.

Y en otra entrevista, manifestó que el Amor se dirige a aquel que pensamos que conoce nuestra verdad y nos ayuda a encontrarla soportable…es creer que amándolo, se accederá a esa verdad. Amamos a aquel o aquella que creemos que esconde la respuesta, o una respuesta a nuestra pregunta: ¿quién soy yo?
 El amor es lo que permite soportar esa verdad, porque esa verdad nuestra es muy difícil de aguantar, porque siempre se trata de lo mismo, de darnos cuenta de que nos falta algo y que no encontramos forma de satisfacer ese deseo de completud, ese objeto que nos hará felices por siempre jamás.

Por ello me  parece  preciosa y verdadera esta frase que el psicoanalista Osvaldo M. Couso  propone en su trabajo “Promesas de Amor”, texto en el cual cita además los bellos poemas de Miguel Hernández que anudan vida, amor y muerte: “Boca” y “Llegó con tres heridas” (que en realidad eran una , la misma):

“Pero¿ cómo aceptar entonces una adjudicación agalmática, y sosteniéndose en la falta, y desde ella, partiendo de no-tener…”inventar” el recurso que no sólo no desmienta dicha carencia, sino que establezca ese tiempo en suspenso…es decir, “como se da lo que no se tiene”(Lacan dice que el amor es dar lo que no se tiene -el falo o el objeto  que completaría al Otro- a alguien que no lo es-, transformando la imposibilidad de dar, en dar la imposibilidad misma, esencial para causar el deseo? Las promesas del amor sostienen al sujeto en su carencia, pero para su escansión temporal es tan decisiva su enunciación como su fracaso. Ellas son para ser dichas, y hasta para ser creídas…pero no para esperar que se cumplan…”
“El amor es una promesa que sabe de su falla, por la que logra evocar la carencia que lo determina….”

¿Y cómo logra evocar esa carencia? Con la palabra, por lo cual para el psicoanálisis además,  el amor y la palabra hacen pareja. Lacan decía que “hablar de amor es hacer el amor”, y sus desarrollos sobre el goce femenino no se pueden abordar sin el protagonismo central de la palabra. Pero, esta trata inútilmente de nombrar algo que siempre se le escapa, ese vacío que por más poema de amor que se hagan nunca dejara de  seguir queriendo ser dicho, “Palabras de amor” que también Joan Manuel Serrat en idéntico oficio  que los trovadores del amor cortés, (amor que corte es, que en el lugar del corte es )-al  que Lacan refiere en su seminario sobre “La Ética”- trova, a la espera de nunca “haber podido del todo, poder trobar-la”.

Ella me quiso tanto…
Yo la quiero todavía
Juntos atravesamos
una puerta cerrada

Ella, cómo os diría...
era mi luz y mi razón,
cuando en la lumbre ardían
sólo palabras de amor…

Ella quién sabe dónde está
Ella quién sabe dónde para
La perdí y nunca más                  la vaig perdre i mai mès
He vuelto a encontrarla.               he tornat ha trobar-la



 “Lacan introduce “La Cosa” para empezar a hablar de algo que, por un lado, escapa al significante y por otro, ostenta un lugar éxtimo. Por tanto, extimidad y “por fuera del significante”, caracterizan a La Cosa. Podemos decir que La Cosa está en el lugar de un vacío central, y que este lugar vacío, es un vacío de representación. Entonces, se pueden decir muchas cosas de un objeto, pero todo lo que se pueda decir, no hará más que contornear el vacío de representación de La Cosa, esa imposibilidad.

Así la Dama en el amor cortés: distante e inalcanzable, es el modo de asegurarla, de hacer existir a La mujer. La lejanía de la Dama impone al poeta un ejercicio con la lengua. Condición que fija un pathos que a su vez es el motor de su producción literaria. Cyrano de Bergerac, muestra esto de forma exquisita. La imposibilidad del amor a su prima, impuesta por el mismo Cyrano, es la plataforma de su creación poética. El padecimiento del amor desgraciado pone a trabajar al poeta en un esfuerzo por nombrar lo innombrable, en un empeño titánico por alcanzar a La mujer. Por su lado ella, la prima, goza del ser inasible de su objeto.

Y para finalizar comparto estas creaciones que versan a mi manera sobre el Amor.


LA PAREJA.

Le llaman relación de pareja, des-pareja
¡desparejando que viene el amor errando!
y cuando algo en ella no anda
dicen : la pareja no funciona
más siempre hay algo que en la pareja viene cojeando
no hay pareja que sea pareja
cuando el amor clava en el ser su flecha
y sobre todo cuando abre
del ser la brecha
por eso la pareja ha de ser siempre despareja
pues es por todos sabido
no hay ningún parecido
nada parejo entre el hombre y la mujer
que para parejo están los espejos
que del andrógino dan buen reflejo
o de la pesca los aparejos

nada completo
nada repleto
nada parejo
en la pareja
 es más compleja
 no hay medida
 no hay receta
 no hay la meta
cuando el amor mete su treta
su teta
su voz
su mirada
o  lamentablemente su mierda.



ENCUENTRO.
¡Cantábrico!,
 me pregunto
qué extraño misterio ha sellado nuestro encuentro,
más ninguna respuesta certera  viene a mi centro
desde el primer momento supe …
 te conocía desde siempre,
 siempre parte de ti
 venía siendo 
siendo sin saberlo,

yo,  tu, nuestro encuentro  
guarda en su seno  como todo encuentro,
 desencuentro,
 pulsación gigantesca  hecha de pequeñas grandes  pulsaciones,
cada día,
cada vivencia,
cada cenestesia,
cada sentimiento,
cada experiencia,
perecederas,
es lo que de ti mas más me aterra
y lo que más me aferra,
lo que más de ti de mi se apodera,
la certeza que mientras te estoy teniendo
te estoy perdiendo,
que el brillo que de alegría moja mi ojo invocando la belleza de tu día
es el mismo que asoma  de tu ocaso la nostalgia.
¡jamás antes un mar tan cambiante me enamoró de amor tan constante!
la certeza cada vez eres tu igual a ti mismo,
diferente,
singular,
 traza irrepetible,
urgencia de sorberte ¡hasta la última gota sorberte!,
NO HABRÁ NINGUNA OTRA OPORTUNIDAD
pues ahora  mismo, aquí conmigo 
te vas, te estás yendo
sin tu ni yo saberlo,
sin que tu ni yo podamos detenerlo,
en la parte de ti que yo nada sé,
en la parte de ti que tu nada sabes,
en la parte de mi que no sé,
y ya nunca volverás igual…
hoy amaneces crecido, ¡hasta el río te has comido!,
a los pocos minutos ya te has ido, ¡mar adentro convencido!,
ahora estás azul, calmo y claro como el agua de un gran lago,
en un abrir y cerrar de ojos, enfadado, rugiendo, por enormes olas tomado,
tan solo unos minutos pude ver aquella bella roca,
de tu andar mojado me dejaste
solo resto en un crisol,
tu sabor salobre  y amargo en la boca
y mi intento fotográfico caído en bancarrota.

Siempre te encuentro donde no te busco,
como no te espero, donde no te espero,
¡vaya sustos!, ¡y qué gusto!
y nunca te encuentro donde te busco,
como te espero, donde te espero,
¡vaya disgusto! y  también, ¡qué gusto!,

sé que para disfrutar contigo la urgencia me mete prisa,
tu marea alta solo unas horas tu ola iza,
 tu acuosa piel eriza así también
 el encanto de tu brisa,
el murmullo de tu risa,
me he dado la vuelta y  ya de ti
¡no encuentro ni pizca!,
no sé cómo estarás mañana,
ni pasado ,y menos la próxima semana,
ni en minutos  ni en segundos,
por eso ahora entiendo lo que dice acá la gente:
cuando el sol brille en la mar,
no esperes otro cantar
puede que en pocos minutos  
el cielo ya vista luto
y  traiga lluvia el  disgusto,

por eso contigo no caben los planes,
no hay ninguna clave para entenderte
y hay quien a eso puede  sacarle
de los cabales,
más no a mí, que ya aprendí
y te quiero así, así , así,  así,
que así , ¡VIVA! me haces sentir,

¡mas  eso sí!, no he de decir que me he resignado
 a tomarte y a gozarte en el presente,
en el instante en que eres  aún  presente, ausente,
porque de resignación  no sé nada, en tu agua,
al contrario ,he aprendido   a gozar cada latido
no hay instante repetido,
a vivir con alegría cada segundo del día,

¡¿y qué decir de tu cielo?!,
jamás pintor alguno habrá de igualar con tanto arte tu celo,
ni habrá jamás creación tan prolífera que mejor guarde
de la belleza lo efímero en su seno.