“Si oír es comprender
el sentido(...) escuchar es extenderse hacia un posible sentido que por
ende no es inmediatamente accesible” (Nancy,
2002:18)
«Estar a la escucha
es siempre estar a orillas del sentido o en un sentido de borde y extremidad, y
como si el sonido no fuese justamente otra cosa que ese borde, esa franja o ese
margen. (...) ¿Qué es un ser entregado a la escucha, formado por ella o en ella,
que escucha con todo su ser?» —(...) ¿Qué es lo que resuena? —Un cuerpo sonoro.
—Pero, ¿cuál? ¿Una cuerda, un metal, o bien mi propio cuerpo? —Escucha: es una
piel tensa sobre una cámara de eco, y que otro golpea o puntúa, haciéndote
resonar, según tu timbre y a su ritmo.
«(...) Esa piel tensa sobre su propia
caverna sonora, ese vientre que se escucha y se extravía en sí mismo al
escuchar el mundo y extraviarse en él en todos los sentidos, no son una
“figura” para el timbre ritmado, sino su propia apariencia, mi cuerpo golpeado
por su sentido de cuerpo, lo que antaño se llamaba su alma.» (Nancy, 2002:21)
“Oír es entender el sentido,
abandonar el borde. Estar a la
escucha es estar siempre bordeando el
sentido, sin llegar a entenderlo. Para estar a
la escucha hay que ser todo oídos. Hay que
estirar la oreja, moverse
sin moverse del lugar,
descentrarse. Estar a la escucha es una actividad
pasiva, una pasividad activa. Requiere una
atención sin curiosidad ni ansiedad. Una atención
intensa”. “A la escucha” de Jean Luc Nancy.
Dice Enrica Lisciani Petrini que el sujeto -que
todo sujeto -que escucha es un diapasón-sujeto (1), partiendo de este
postulado, voy a sostener que en la
medida en que el psicoanalista no se ubica en la cura como sujeto (ya que el
único sujeto del inconsciente allí es el analizante) , sino como objeto, podemos
pensar al mismo como diapasón-objeto en la medida en que en él deben resonar las palabras tanto en su dimensión afectiva vinculada a
lalangue (en el cuerpo del analista) como en la del significante(significado)
para poder ser escuchadas.
Un
diapasón es un dispositivo que se
utiliza para la afinación de instrumentos musicales pues “tras un breve momento emite un tono musical puro que permite la disipación de sobre-tonos (armónicos) altos, y que La razón principal del uso de la forma de
horquilla es porque, al contrario de muchos otros tipos de resonadores, el tono
que genera es muy puro, cuya mayor parte de energía vibratoria está en la frecuencia
fundamental y poca en los sobretonos” (2) A partir de
esto, podríamos decir que también el analista
ha de escuchar el tono musical puro de sus analizantes, la frecuencia fundamental de su
decir, pudiendo desestimar o disipar en su escucha los sobretonos y los
semitonos.
Ahora bien, ser un objeto-diapasón, objeto de afinación del
decir de sus analizantes, requiere
precisamente de una “pureza” del oído (y del cuerpo como ya veremos) para la escucha, que solamente puede lograrse habiendo trabajado
en sí mismo en su búsqueda. Es por ello que Freud decía que el analista debe de
estar libre de sus propios complejos para poder escuchar en inconsciente de sus
analizantes, lo cual solamente se puede lograr con el análisis del propio
analista, y acorde a esto, cuanto más
lejos el mismo lleve su propio análisis más preparado estará para dicha
escucha, lo cual no es sinónimo de un inconsciente totalmente analizado ya que
sabemos que por estructura todo aquel que habla, incluido el analista, está en
falta y por tanto, siempre dice más de lo que quiere decir o dice menos de lo
que supone decir , es una cuestión de estructura del lenguaje. Entonces como
hablantes estamos siempre en posición de analizantes.la diferencia del analista
con el analizante es que el primero está advertido de este tope estructural. Es
por eso que (3) plantea que:
“Cuando se produce un fin de análisis se seguirá
escuchando el inconsciente sin la presencia de aquel con quien se analizaba.
Esto no es auto-análisis ya que implica una división
subjetiva y una destitución por la cual puede escuchar el inconsciente como si
fuera otro, leerlo como un texto puesto en acto por ejemplo en el lapsus o en
lo que le retorna de la escucha de las otras personas, este trabajo continúa
después de un análisis. Y si verdad y saber se diferencian, en este punto la
pregunta dirigida al otro como quien detenta el saber se disolverá, no tanto
por la dimensión de la impotencia, es decir porque aquel no sabe lo suficiente,
porque es impotente en comparación al saber que se le atribuye, sino por la
dimensión de imposibilidad.
Lo que se adquiere en un análisis no se limita a la
aceptación de que no se sabe todo, que no hay repuesta para todo, que las
respuestas son variables, etc.. Eso es correcto y es así, pero no es
suficiente; el punto central no es ese sino la adquisición de la convicción de
que no todo es saber.
Esto suena parecido pero no es exactamente lo mismo.
Si hay efecto de sentido es como resultado de la metáfora
y si hay metáfora es porque hay significación fálica. Si no todo es saber por
lo tanto no todo es cernible en el campo de los significantes, ese no-todo ubica algo que está por fuera y que una de las maneras de
nombrarlo es como lo que excede al significante, o lo que resta de él, es lo
real o el objeto o también lo que es no-todo fálico.
¿Un fin de análisis produce un analista? Sí, aunque el
habiendo sido analizante no se dedique a la práctica del psicoanálisis. ¿Por
qué produce un analista? Porque si no-todo es saber, eso en lugar de
impotentizar habilita algunos saberes. Saber algo. Por ejemplo saber que no hay
una estación del recorrido que se llamaría Verdad Absoluta, que no hay saber
todo de la verdad, que no existe el Otro como no barrado.
Por otra parte habrá saberes posibles que se podrán
ejercitar con los obstáculos de lo real, haciendo algo con la falta, incluso
con esa falta en saber.
Esto es un cambio subjetivo respecto a la búsqueda
obsesiva del saber. Esa transformación subjetiva implica contar con el deseo.
Insisto, la cuestión no es tanto que no se pueda saber todo sino que no todo es
saber por lo cual no todo es accesible al saber”.
QUE IMPLICA SER DIAPASON -OBJETO, UN EJEMPLO CLÍNICO.
Mi interés en este tema surge a raíz de
que varias personas, profesionales del ámbito psicosocial (no psicólogos) tienden
a pensar que un/a psicólogo/a ha de ser impermeable a los afectos. Cuando una
comenta que lo que alguna persona le dijo la dejó angustiada, con deseos de
llorar, o los efectos que sean en el
ámbito de los afectos, tienden a decir: “¡pero si eres psicóloga!, imagínate
entonces como puede afectar a alguien
que no lo es!” , como dando por supuesto que si eres psicóloga no habrías de
sentir. Y por el contrario, estar en
posición de psicoanalista, y aún de psicóloga no implica para nada no sentir ni dejarse afectar por lo que dice
el sujeto, sino todo lo contrario. Además, de que no es posible no afectarse;
porque siempre toda persona es afectada por lo que otros dicen, ya sea que
experimente el afecto en cuestión aceptándolo o se defienda del mismo, en cuyo
caso lo que aparecerá será justamente la defensa, este estará presente en ausencia, reprimido:
por ejemplo, frialdad o ausencia de llanto ante la muerte del ser más querido
por el sujeto.
En el caso de una analista, es por el contrario muy conveniente que el mismo sea capaz de
dejarse afectar por lo que dice el sujeto, sin recurrir precisamente a defensas
ante lo que está experimentando que le impidan registrarlo, como ser que lo
repriman, lo bloquen, o lo nieguen, porque estos forman parte de lo que ha de ser escuchado,
que le posibilitará entender lo que le sucede a la persona. Asimismo, es
importante que sea capaz de saber que hacer desde su función con lo que está
experimentando: qué hacer con esos afectos producidos por la posición de objeto
de goce, y no solamente de saber y de amor en el que la demanda del analizante lo coloca en la Transferencia.
Y saber no responder al mismo como persona,
sino como analista, con su deseo de analista.
En el caso que plantearé a
continuación, el analista debe ser capaz de discriminar la seducción que la joven le dirige de su
persona: valerse de ella, o sea registrarla y saber qué sentido tiene en la
demanda que le dirige la misma, pero no responder ni con goce sexual ni con
amor (aunque sí sostener el engaño del mismo), pues como dice Lacan: solo el amor (de transferencia) permite al goce condescender al deseo, se
trata de separar/se separarla de ese lugar de objeto de la demanda (que me folles/ser follada y para ello ser amada/ que
tu me ames ) para promover la metonimia del deseo…, por ahí , ser cuidada ,
protegida, ayudada, para que pueda ser amada y tener relaciones sexuales con otros que no sean el profesional ( ni el
profesor, ni el padre o padrastro como sucede en casos de abuso infantil donde
ellos dicen que la niña era la que los
seducía como forma de justificar su abuso) y encuentre cierta satisfacción en ello, más que
sufrimiento.
Poder hacerlo requiere del análisis
personal, pues en caso de que el analista no pueda ofrecerse como diapasón
objeto, su entendimiento del analizante estará muy limitado, cuando no
imposibilitado pudiendo dar lugar a todo tipo de acting out , al no inicio de
la cura o a su interrupción.
El analista diapason-objeto escucha no
solamente con el oído, no escucha solamente el significante, sino que escucha con todo el cuerpo; el
mismo es como una especie de caja de resonancia y por tanto, lo que el
analizante le dice produce efectos en su cuerpo. Toda palabra produce efectos
en el cuerpo de los sujetos, efectos primarios ajenos aún al significado, primordialmente
centrados en el sonido de la voz y aquellos aspectos de la lengua que Lacan vincula a lalangue (ritmo, melodía,
tono, etc.).Lalangue va haciendo cuerpo pulsional, cuerpo de goce antes que de
sentido (significante).
El analista escucha a nivel significante lo
que el sujeto analizante dice, pero a la vez escucha es en su cuerpo a lalangue,
y así podrá experimentar por ejemplo angustia, o incluso deseo o
excitación sexual sin que el analizante necesariamente esté
diciendo que está angustiado o excitado
sexualmente. Y esto que es registrado por el analista en su propio cuerpo es
fundamental para escuchar y entender o que le sucede al analizante, así
como el lugar en que éste se ubica ante el analista y el lugar en que
el mismo a su vez ubica al analista como objeto en relación al goce en la Transferencia.
UN CASO CLÍNICO.
Mantengo un encuentro que deviene un símil de
entrevista en un ámbito institucional
con una joven de 22 años. Digo símil, porque ella se dirige a mí en
varias oportunidades para solicitarme diversos objetos que yo he de brindarle en
mi rol de educadora en esa institución
donde se encuentra, y de manera espontánea e informal- como sucede muchas
veces- a instancias mías en este caso, como veremos, me cuenta algo de la
situación por la cual se encuentra allí y su problemática familiar.
En su
manera de acercamiento percibo una actitud seductora aparentemente inocente, se
comporta como una especie Lolita (personaje que me viene a la mente en esos momentos): se mantiene de
a ratos
en silencio y sonríe , usa un tono de suave, “gatuno”, hace caídas de ojos, y se queda en el despacho esperando algo….que
no dice con la palabra, pero que yo escucho en mi cuerpo: siento una especie de
presión y rigidez en el cuerpo, una incomodidad y un gesto- que controlo- de
alejarme físicamente ante sus marcados
intentos de acercamiento.
A su vez experimento atracción: pienso que es muy guapina, y tiene una suavidad y un poder
de seducción típico de la histeria que pienso que la hará meterse en muchos
problemas, ya que deduzco en base a su efecto en mí, que es probable que las personas con las que se encuentre tiendan a responder
activamente a su actitud marcada e inconscientemente seductora , encontrando llegado
el caso, los típicos malentendidos de: “tú me sedujiste y luego te haces la
desentendida o pretendes que no fue así”, por
no decirlo de manera grosera, como quizás en algunos casos suceda.
En medio de esta situación ella dice:
“pensarás que soy una pesada, siempre te estoy buscando…para algo”.
Desde mi lugar profesional de “educadora con
recursos del psicoanálisis” la intervención pasa por poner límite a esa seducción, para lo cual
intervengo intentando que la palabra
medie lo pulsional. Le pregunto por qué
esta acá, y le aclaro que no tiene por qué decírmelo, pero que si lo que
necesita es hablar, la puedo escuchar.
Obviamente así le indico mi
denegación a su pedido inconsciente. Dice LACAN: “no te doy lo que me pides
porque no es eso”, no es el objeto, ni ser el objeto sexual de Otro lo que
pides, sino que demandas ser amada, pero
tampoco es acá que has de serlo, sino en
otro lugar, por otros que no son ni el
analista ni otros profesionales. Hablarle y preguntarle es decirle
indirectamente qué quieres realmente en lo que quieres, o sea, que otra cosa pides en lo que
pareces pedir, o por qué pides eso que pides y que ni tú sabes bien lo que es,
de esta manera tan sexualizada. Dar lugar a la palabra (simbólico) implica la puesta de un límite
a la demanda que se presentaba como del orden de lo pulsional (goce)
ilimitado, e instaurar la dinámica de la metonimia del deseo.
Ante mi respuesta ella habla: me cuenta una
historia de un enorme desamparo. De su alejamiento prematuro del hogar
familiar, de la pésima relación con sus padres y fundamentalmente con su madre
quien nunca la ha querido., de su imperiosa necesidad de ser querida por esa
madre. Puedo escuchar también cómo esa
indefensión es lo que la hace vincularse rápidamente a cualquiera que le dé una
mínima muestra de afecto, a personas que luego terminan haciéndole daño.
A medida que avanza en su relato y va dando
más información sobre ella y sobre su vida, empiezo a sentir una opresión en el
pecho que aumenta, y que registro a nivel de pensamiento como una señal de
angustia, mucha angustia, hasta ganas de llorar y un poco de pena.
Ella continúa contando aparentemente
impasible, sin dar muestras de haber experimentado la angustia que yo sí siento.
Así, soy
yo quien experimenta la dimensión enorme de su desamparo. Pienso en la multiplicidad
de peligros a los que está expuesta estando sola, y más con esa actitud suya inocentemente
seductora con que parece andar por la vida, la que en muchos casos puede ser
irresistible para muchos adultos porque convoca los fantasmas perversos
polimorfos de la sexualidad infantil. Pienso en sus padres y en sus posibles dificultades,
para sostener su función, me enfado con
ellos y trato de entenderlos o justificar su actitud de no cuidado, pienso en
mi hija y en que nunca se me ocurra lanzarla así ¿a la vida?, sean cuales sean las dificultades
que podamos tener…
Mientras pienso todo esto, la angustia
comienza a disiparse. Y entonces le digo algo así como que debe de ser muy difícil, angustiante y hasta
aterrador para ella, sentir que está sola y que no puede contar con nadie para que la
apoye, que parece un bebé indefenso que intenta o se esfuerza en comportarse
como adulta, como más madura de lo que en realidad ella se siente, porque no le
queda otra, y que hacer eso es a la vez que terrible, muy valiente de su
parte.
Me dice que sí, pero que ella necesita a su
madre, que quiere poder arreglar las cosas
con ella, pero que es inútil, y que ya
se lo dijo su educadora, que se deje de intentar eso, que asuma que está sola y se
valga de la ayuda que el brinden acá para salir adelante.
Pero obviamente una adolescente necesita aún
el amparo de adultos responsables, por lo cual difícilmente ella pueda
resignarse a no intentar un acercamiento con la misma.
Como puede apreciarse, es necesario contar con
los afectos para entender y no solamente
con la información que ella brinda sobre su historia. La angustia en este caso,
también posibilita entender su problemática: es tal el nivel de desamparo y al
angustia que ello le produce que busca a alguien para que la proteja y lo hace
de manera seductora, quizás porque ha aprendido que solamente le prestan
atención cuando se comporta de esa manera, o que es así solamente que puede
atraer a alguien, lo cual la hace muy vulnerable a intercambiar sexo por
señales de amor y cuidado. Ella da sexo pero busca amor, o da sexo a cambio de amor, ellos piden sexo y creen que
ella también quiere dar y pide solo sexo.
Pero la demanda fundamental es de amor, y está dirigida a alguien (hombre o mujer indistintamente
quizás) para que cumpla una función
madre: amparo, sostén, y límite o norma también.
La problemática que presenta esta joven es
cada vez más frecuente, cada vez hay mayor abandono y desamparo, y cada vez más prematuro, de parte de muchos padres,
así como otros agentes sociales e instituciones, respecto de los más jóvenes y aún a los niños. Cada vez más jóvenes salen al mundo adulto
sin la madurez necesaria para saber
cuidar y respetarse a sí mismos, y por tanto sabe hacerse respetar por los
otros. Cada vez están más confundidos en roles adultos o con adultos, ofreciéndose
como objetos sexuales de manera prematura, en un intento por acallar su vivencia
de desamparo.
(1)
en su Introducción al libro All’ascolto (A la escucha) de Jean-Luc Nancy, citado en “La voz de Claudio Rodríguez: propuesta para una escucha
crítica” Alessandro
Mistrorigo (Queen
Mary, University of London):
“Todos y cada uno de nosotros somos “diapasón-sujetos” tocados por los
sonidos que nos alcanzan y nos penetran continuamente de y por todas partes. Es
más: penetrándonos estos sonidos resuenan dentro de nosotros, mueven nuestras
membranas auriculares y producen ecos en las cavidades más internas de nuestro
cuerpo. Cavidades desde las cuales, también sentimos originarse nuestros
propios sonidos, nuestra propia voz. El sujeto a la escucha, es decir este
diapasón-sujeto, siempre está dentro de los sonidos a los que, resonando, él
mismo puede acordarse tal y como ocurre con un instrumento musical. Ahora bien,
de tales sonidos, algunos son simples ruidos, mientras que otros son
sonidos inteligibles, como las palabras –o mejor dicho, como la voz–.”
(2) En
Wikipedia.
(3) “Análisis
de los analistas:¿terminable o interminable?, Juan Carlos Mosca en
psyquenavegante.org