
Varias preguntas
posibles de abren a partir de esta situación: por qué una mujer que ha sido
sometida a maltrato tanto psicológico como físico durante muchísimos años,
habiendo llegado a la decisión en este caso trabajada y “pensada” durante un
tiempo, con ayuda de una psicóloga (otras se separan de manera apresurada a
partir de una golpiza),se siente tan afectada y está a la vez tan pendiente -como
he podido observar a partir de lo que me va diciendo-, de un ex que la
maltrataba, más específicamente del amor
en falta o que le falta de ese hombre
hacia ella. Por qué asimismo, cuando le digo que “ni se le ocurra pensar
que con esta mujer que él tiene ahora va
a ser diferente que con ella(hay más
probabilidades de que se comporte de manera violenta también,
pero puede que no), y menos
que eso la pueda llevar quizás
a reconsiderar su decisión, y a querer volver con él” ,(esto último es obviamente
una “manera de decir”, ya que ella pude
sentir, pensar y decir, y más en esta situación donde mi lugar es el de
escucha, todo lo que quiera).
Se sonríe
como diciendo “me pescaste in fraganti”, y me dice que efectivamente sí estaba pensando
en eso.
Muchas mujeres que han sufrido violencia de género se
preguntan fundamentalmente en los
primeros momentos tras la separación concreta del maltratador, y de manera
angustiosa, si acaso el hombre agresor no era tan terrible como ellas lo
concibieron, o llegan incluso a suponer que tal vez este no lo era porque sí,
sino porque en realidad hay algo malo en ellas(o algo mal que ellas
hacían) , o algo de lo que ellas carecen
que es necesario tener para
merecer ser amadas , lo cual lleva a su
pareja a comportarse de aquella manera; y a partir de ello no solamente justifican a
veces la conducta del mismo, sino que suponen precisamente, que con otra mujer
que cumpliera con determinados requisitos que la hicieran amable o digna de ser
amada (que tuvieran aquello –falo-de lo cual ellas carecen), este hombre sí sería capaz de comportarse de
manera respetuosa y cuidadosa y amarlas “de verdad”. Y eso, aun habiendo
trabajado mucho para dejar sin efecto tal idea, siendo ellas mismas quienes
enumeran y repasan muchas veces “la lista” de aspectos o situaciones en
que ese Otro da cuenta de su desamor o
de un amor en el que prevalece el odio, como si tuvieran una y otra vez que tener presentes “in situ” y de manera
permanente los signos de ese desamor para mantener su postura de alejamiento
respecto al mismo, so riesgo de caer en una amnesia que las haría tentarse para volver con él.
En esta
suposición, ellas hacen existir a “La mujer “(Lacan), la falta es entonces
supuesta como inexistente en una Otra que estuviere por fuera de la castración,
una que sí sería perfecta, estaría completa y se adecuaría perfectamente al
deseo del Otro, lo cual entonces la haría merecedora o digna del amor del Otro,
con ella sí podría darse un Amor sin falta, perfecto y eterno, idealización de
la que el final de los cuentos de hadas
da cuenta: y fueron felices para siempre, negando el saber que su propia
situación les aporta, de que mutilarse a sí mismas para el Otro, para ser todo y como el Otro desea, las anula como
sujetos de deseo y que ni aún así logran ese amor que piden , sino que al
contrario, cada vez son más exigidas a darse si y a anularse y menos amadas o
más odiadas. Y es precisamente en el momento en que quieren recuperar su deseo, que el Otro no lo
acepta y ejerce sobre ellas violencia. Esta posición de ser para el Otro es una
característica predominante en la mujer y en la estructura histérica,
estructura que caracteriza fundamentalmente a las mujeres. Se trata de tratar de entender por qué.
La
suposición de que con esa Otra la relación
funcionará o será diferente, se puede apreciar claramente en la típica
pregunta: qué tiene ella, la Otra que no tengo yo, que le da ella de especial, para
que él pudiera tratarla de otra manera. Cuando digo “ellas”, no solamente me
refiero a quienes han sufrido o padecen violencia de género, sino en general
las mujeres, cuya posición determina que
estén siempre más o menos pendientes de portar en su ser ese algo (falo) que las haga
agradables , queribles y deseables para
el Otro, pagando para eso muchas
veces elevadísimos costos que a veces entran en el orden del sacrificio
–que siempre es de sí mismas, y que también
se presenta muchas veces tanto en relación a su ser mujer como a su ser
madre- ( operaciones de cirugía estética, cambios de imagen y comportamiento
para adaptarlo a las supuestas necesidades
del Otro sea la pareja o los hijos, etc.), intentando vanamente construir-se
como falo a medida del deseo de ese Otro, desconociendo la imposibilidad que
anida en ello pues habrá algo que falte. El tope a esta dinámica es, o habrá de
ser para cada mujer, “la posición femenina” (Lacan), que no es la de la
histeria fálica; posicionarse en la
misma implica darse cuenta de que no se
trata de lo que está en más o en menos respecto al falo, de lo que se tiene o
no se tiene para cubrir la falta, sino
de hacer-se (con) la falta misma. Goce más allá del falo, comparable al de los
místicos, goce suplementario, sujeto al no-todo. Posición esta que quedaba en evidencia en una
entrevista a una actriz y cantante muy
sexy que vi hace unos días: le preguntaba la entrevistadora si ella siempre
estaba así tan arreglada y tan sexy, “si ella era así –siempre-“ , y ella
riéndose le contestaba que no, que era una persona “normal”, que lo que sucedía
es que a ella le gustaba jugar(entiéndase jugar a ser mujer o “La Mujer” que como bien dice Lacan, en
realidad no existe; pero no es lo mismo jugar a serlo, que creerse que se lo es
(psicosis femenina = ser La mujer que falta a los hombres).Hacer “como si” no
se estuviera castrada , encarnar el falo(parecer
ser de la mascarada, el semblante en su función de velar la nada de lo real)
implica un: “sé que no soy el falo, que nadie lo es, pero me presto a
jugar a serlo, a jugar el engaño de que creas que lo soy, y tú te prestas
a que te lo crees, para despertar-nos y
jugar el juego del amor y el deseo”., donde como lo dice bellamente Eric
Laurent “el hombre sirve de relevo para
que una mujer se convierta en otra de sí misma, como lo es para él”
La verdadera posición
femenina “Ser el Otro sexo, el que no se define como Lo Uno, representante de
la alteridad radical. Se trata de ser el Otro para un hombre, que no se define
por tener un objeto sino por ser el Otro sexo, alteridad que abre las vías de
un goce no fálico, que interroga al hombre y divide a una mujer” (Laurent.
1999; 85) Laurent. (2000). “Posiciones femeninas del Ser, Tres haches Ed.
Estamos
obviamente ante la pregunta de esta mujer en el tema de la castración femenina,
la que ubica a la mujer en la dinámica
fálica: ser o no ser el falo deseado por el Otro, más que en la de
tenerlo o no tenerlo (más propia del hombre). Esta es la que lleva a las
mujeres a pensar que cuando no son suficientemente amadas, o son rechazadas
directamente como objeto amoroso o de
deseo es porque hay algo en ellas
defectuoso, algo en más o en menos: no ser suficientemente guapa, o cariñosa, o
no tener la boca, el pecho o la edad
adecuada, o lo que sea que se avenga
a la medida del deseo del Otro, sin llegar a poder darse cuenta , lo
cual no es nada fácil y requiere un trabajo personal obviamente, de que todos
somos seres en falta tanto hombres como mujeres y que lo que sucede es que simplemente
su falta , la falta que ella encarna no
sirve a ese Otro – a otros posiblemente sí-para hacer de ella su síntoma,
porque sus agujeros constitutivos ( la castración a que el hombre también está
sometido, aunque pueda la misma parecer menos “visible”) “no hacen
juego(agujero)”con la del Otro, por decirlo de alguna manera.
Sucede que el acceso al Otro del lado
femenino se hace más fácilmente por el amor y encuentra allí las indicaciones
de Freud sobre la pérdida del amor como equivalente de la castración en la
mujer.
Por esa angustiosa
experiencia de la falta,a la mujer le cuesta resignar el amor de ese Otro
porque ese amor la completa, la hace sentir completa: insisten en que el hombre
aún maltratador les de ese falo –amor que las cubra, que las haga devenir falo
amado a ellas, esto explica en parte la insistencia casi
inquebrantable en su demanda en ser
amadas, aunque el Otro siga demostrando que o bien no las ama, o que su amor
las lleva a la destrucción, al odio.
Esta
posición las regresa a la madre y a su demanda originaria en relación a ella. En
ese sentido, dice Lacan dice que “la mujer también quiere el objeto en tanto
que ella no lo tiene. Y que esto es lo que Freud nos explica, que para la mujer
esa reivindicación del pene permanecerá hasta el final enlazada esencialmente a
la relación con la madre, es decir a la demanda. Es en la dependencia de la
demanda que se constituye el objeto a para la mujer. Ella sabe muy bien- me
atrevo a decir: algo sabe en ella-que de lo que se trata en el Edipo no es de
ser más fuerte, más deseable que la madre-en el fondo se da cuenta bastante
pronto de que el tiempo trabaja a su favor-, sino de tener el objeto” (1)
Ahora bien,
yo diría que en realidad ambos aspectos están vinculados: solamente si siente
que ella tiene el falo en ella misma, o sea si logra serlo, siente que será
deseada tanto o más que la madre y otras mujeres sustitutas de aquella, cuando
se trata de la posición fálica.
Esta primera
vinculación materna de la niña con su madre, deja huellas con relación a
los destinos de la feminidad y de ahí
que Freud dice que muchas mujeres eligen a sus maridos de acuerdo con el modelo
del padre o lo colocan en el lugar se éste, pero en el vínculo repiten con
la pareja su exclusiva relación con la madre, es decir, que la impronta de
la imago materna determina que en la niña el complejo de Edipo sea una formación
secundaria, dado que tiene lugar posterior al complejo de castración.
Ese amor que
la mujer reclama al hombre es la repetición de un reclamo dirigido a la madre,
insatisfecho por estructura.
Esa demanda
de ser el falo vuelve a las mujeres más dependientes de los signos de amor de
su objeto amado y hace emerger el matiz erotómano que enfatiza el hacerse amar,
a diferencia de la forma fetichista del amor masculino. Parecería que la mujer es
solo si es amada: es amada o no es, ser amada deviene sinónimo de (su) ser.
¿Esta
vivencia de la falta, es quizás más
virulenta en la mujer que en los hombres
debido a las diferentes constituciones físicas? Como si la falta, vacío o
ausencia de significante para definir lo femenino se aunara con la realidad física
de su sexo implica un agujero o abertura, vagina.
Me lo pregunto
porque la representación que Freud dice que se hace el niño de la castración
de la a madre como La Medusa por ejemplo, es aterradora, o la imagen de
la madre devoradora que metonímicamente puede remitir también a la vagina
devoradora (fantasía de vagina dentada)
En ese
sentido, durante la etapa de la vida en que se produce el primer florecimiento
de la sexualidad infantil (fase fálica )por más que se le quiera explicar a los
niños que a la mujer no le falta nada (de hecho Lacan dice que efectivamente no
le falta nada) como se pretende hoy día,
intentando con ello educar en la igualdad, intentando hablarles de que en
realidad se trata de que son diferentes: que los niños tienen pene y la niñas
vagina, y no de que ellas no tengan pene y ellos sí ; los niños igualmente categorizan
esa diferencia en base al tener y no tener el falo de lo que resulta que
“ellos tienen pene y ellas no” .Y siguen pensando que a ellas se lo cortaron, como queda claro en un ejemplo donde un niño de unos cinco años mirando a una niña desnuda en las duchas de una piscina le
dice : “¡Ohh!, a ti te lo cortaron”. Y esto es así porque somos sujetos
creados, marcados, castrados de entrada por el lenguaje, esto es lo que
determina nuestra categorización del mundo en relaciones parte–Todo, y en el inconsciente no hay inscripción de la
diferencia como tal, solo hay fálico y castado. siempre se piensa que hay una
parte que se desprende de un todo, y que hay un Todo que entonces podría llegar
a completarse. La diferencia sexual y toda diferencia es procesada en términos
fálicos: un x que pertenece a una clase o está excluido de la misma por la presencia o ausencia en él de un
determinado atributo (¿lógica de clases?).
En el inconsciente sólo existe un
significante para nombrar la diferencia sexual: el falo. Pero el goce fálico es
un goce limitado, es decir que el significante fálico no puede dar cuenta de
todo el goce.
“El predominio del falo, como elemento
fantasmático imaginario propio de la fase fálica, supone que para el sujeto "dos tipos de seres en el mundo, los seres que tienen el falo y
los que no lo tienen, es decir, que están castrados" (2).
En la dialéctica simbólica "lo que no se tiene existe
tanto como todo lo demás. Simplemente, está marcado con el signo menos. La niña entra pues con el menos, así como el niño entra
con el más" (3),
siendo el falo lo que está en juego. “
Esta herida siempre abierta, siempre pronta a
desangrarse que es la castración en la
mujer conceptualizada en términos de privación del falo por Lacan ( que yo creo que es lo que lleva a que ellas en general se depriman más
que los hombres, y especialmente cuando les viene el período menstrual, la cual
de alguna manera reedita inconscientemente la angustia de castración)es lo que
nos hace precisamente tan dependientes del amor del Otro: “La particularidad
del amor en las mujeres es que en ella predomina el hacerse amar y desear ) y es por lo que no es por lo que
pretende ser deseada al mismo tiempo que amada” dice Miller
en base las enseñanzas de Lacan, “de la falta en ser pasa a la falta en tener (no
le es, ni lo tiene), le queda entonces la solución del parecer ser”( la
mascarada), y esto es lo que determina
que “el miedo a la pérdida de amor opere en ella como la angustia de castración
en el hombre”
Si no ser
amada produce una angustia de dimensión mortal, esto va a hacer posible
entender la insistencia en querer ser
amadas, en darle a ese Otro que las daña
una oportunidad más, y otra y otra; en realidad es a sí mismas que intentan
dársela, ya que su propio amor a si
misma (narcisismo) depende del amor del Otro por esa necesidad suya de cómo
dice Miller “ser tenida” (5)
Al hacerse amar, la mujer recibe el falo que le falta a
través de la metáfora del amor de su amante, como una de las tres salidas el penisneid (anhelo de pene) femenino.
Y de este sentido tremendo de la dependencia de
la mujer del amor del Otro da cuenta
Miller al decir: “el partenaire-síntoma, es el retorno de la demanda de amor con índice infinito” Lo que determina precisamente el estrago como
la otra cara del amor del lado femenino. Estrago que es lo que caracteriza a
las relaciones de violencia de género: me amarás hasta la muerte, me amarás…
muerte/muerta.
(Estrago es el término introducido por Jacques Lacan para dar cuenta
de las consecuencias que el Deseo de la Madre tiene sobre la hija y que de
alguna manera siempre está presente, ya que por más buena madre que una madre
sea, nunca podrá darle a la hija el “ser mujer” que ella le demanda para
constituir una identificación que la libere de la castración (siempre, haga lo
que haga la madre, habrá fallado por estructura de lenguaje, ya que no hay
ningún significante que diga que es ser una mujer, como hay que ser para ser
una mujer realmente de una manera que no genere el dolor de estar en falta en
relación al deseo del Otro, cada cual deberá construirse su manera de ser mujer,
de hacer-se deseable y amable para el Otro ) Esta
no respuesta de la madre será interpretada por la hija en términos de privación
y carencia de amor. Incluso la propia madre ante su propia carencia de
respuesta sobre su ser mujer, buscará quizás responderse la misma a través de
su hija, intentando moldear la misma, proponiendo o cercenando determinados
aspectos identificatorios (por ejemplo, “no quiero que seas como yo en tal aspecto
porque ya ves como he sufrido, quiero que seas…”), como si la madre quisiera
terminar de construir su propia identificación inconclusa en su propia hija, que
le hace de espejo, en el caso de una hija mujer)
Frente a esa fijeza de la pulsión en el objeto de amor
en la mujer (porque su goce pasa también por el Amor del Otro), el
aparentemente rápido desprendimiento en el hombre que ya tiene a otra, como nos
dice la mujer que escuchábamos: “es que no saben estar solos, como nosotras,
necesitan siempre alguien que les sirva, alguien a su disposición para que les limpie, cocine y les brinde
sexo” , donde esa frase amerita dos
lecturas posibles: que no saben estar solos , y supuestamente nosotras sí sabemos, y que nosotras al igual que ellos, tampoco
sabemos.
Palabras además
estas de las que se desprende una concepción de la mujer ¿tradicional? en la
que ésta es un objeto pasivo aparentemente
al servicio de otro (hombre), mujer-objeto que viene a cumplir funciones
tanto maternales -domésticas como sexuales, y donde su propio deseo respecto de
los quehaceres hogareños, maternales y su propio placer en relación a lo
sexual queda reprimido o negado.
Pero , dónde
queda entonces el amor de ese hombre por la mujer, por ellas mismas cuando
estaban con él, aún en aquellos casos en
que el hombre no ejerce violencia de género. Si una se ciñe a esas palabras,
parecería que amarlas por sí mismas sin
relación a la “utilidad” que como objeto la misma podría traerle, fuera un
imposible para los hombres.
Ese ser de
la mujer como ser para el Otro queda muy bien retratado en un comentario que hace en su
libro “Abiertos al deseo” el psicoanalista Mark Epstein comenta como en una
nursery de recién nacidos de un hospital de Estados Unidos mientras en las
cunas de ellas decía: ES (nombre), en la de los niños decía: SOY (nombre), lo
cual indica ya la posición pasiva en que es ubicada la mujer por el
Otro social, mientras ella es
nombrada, él parece nombrarse y apropiarse de
sí mismo. Asimismo no es lo mismo tener que ser algo o de una manera
determinada para merecer ser amada que ser amado por lo que se tiene.
En la
socialización de la mujer el ser para el Otro ya denunciado de manera profusa por las feministas, cobra dos vías, una que es la del amor y la sexualidad y otra
la de la maternidad, y se caracteriza
porque la misma siempre o casi siempre
considera más importante el otro que ellas, sean los hijos o el esposo Hay quienes entienden esta modalidad de
vínculo en términos de falta de amor propio, lo cual es un contrasentido ya que
el amor propio de la mujer
fundamentalmente (aunque también
el del hombre) depende del amor que obtiene del Otro(nadie se ama a sí mismo
independiente del Otro ya que como dice Lacan ,el deseo del ser humano, es
siempre el deseo del Otro, el narcisismo “pasa por “ y depende del Otro)
Como
concebir entonces identificaciones o lugares para la mujer tanto en lo
referente a su ser mujer como a su ser esposa y madre, sin el primado de ese ser para el Otro llevado
al límite. Porque es una realidad que si bien hoy ya no se trata de “que sepa
cocer, que sepa bordar, ni hacer las medias para un general”, si se trata de
otras exigencias que recaen sobre el cuerpo y la imagen fundamentalmente y sobre otros aspectos
quizás también como el profesional y el material que ocupan el lugar del falo. Sin
ir muy lejos hace unos días escuchaba en un lugar campestre donde se hacía una fiesta, a una mujer reclamarle a su esposo en tono de suave reproche, el para
qué, de haberle insistido en que viniera
arreglada y vestida así, siendo que la demás
gente iba vestida de manera informal y algunos hasta desarreglados, otros con
looks hippies. Me reí buscando su complicidad y le dije que lo que sucedía era
“que su marido quería presumir de mujer”,
y agregué en tono de broma: y luego luego
dicen que las complicadas somos nosotras, ellos también son difíciles de
entender, cuando no ,nos tratan de pesadas que se exceden con el tema y el
tiempo del arreglo personal, son ellos
los que insistían en ello, ella se rió, y “él a medias…”, pero se le subieron los colores
a la cara y quedó cortado(castrado).Presumir con su mujer de tener el falo(ella
lo es), le permite a la vez presumir de
su propio ser hombre que tiene el falo valioso, y quizás también en algunos
casos dar expresión a su ser femenino, ( la identificación femenina en el
hombre) que es expresado a través de su mujer.
Parecería
que actualmente el cuerpo de la mujer funciona como falo para sí misma y para
el hombre, pero también hay hombres que prefieren mujeres donde ellas ostenten
otros tipos de falo que no sean solamente el cuerpo (logros materiales y
profesionales)
Eso me lleva a considerar que si en la economía libidinal femenina estos
semblantes del falo sustituyeran totalmente al deseo de hijo, y el hombre
tampoco tuviera con el mismo una relación fálica, el ser humano no podría
sobrevivir, porque la fragilidad del retoño humano requiere de un Otro que esté
dispuesto a anteponer y muy especialmente durante los primeros tiempos
su ser por el ser del niño, o más bien a con-fundir su ser con el del
bebé ,su deseo con el de su hijo ,y eso solo es posible si el ser del adulto
que lo cuida deviene el ser del niño, su falo. Pero el ser mujer implica además
que el ser de la mujer no se agote en el ser madre.
Para
finalizar entonces queda abierta la pregunta de si ¿será posible generar una
nueva identificación para la mujer que no implique de manera desmesurada posicionarse como un ser objeto para el Otro?
En esa búsqueda actualmente están embarcadas muchas
mujeres, algunas de ellas quizás por haber sufrido uno o varios desengaños
amorosos, y reivindicando su lugar proponen
el amarse a sí mismas antes que al otro como forma de lograr una autoestima que les permita luego sí amar a otro, o
inclusive saber estar solas. Lo que el psicoanálisis sabe es que el deseo del
hombre es siempre el deseo del Otro (deseo de ser un objeto de deseo del Otro),
no deseo de un objeto sino de ser reconocido por el Otro, y por eso esta
pretensión es un imposible: amarse a sí
mismos, tanto para los hombres como para las mujeres, no puede hacerse sin que
ese amor sea reflejo claroscuro del amor del Otro, de la primera que nos amó,
en todo caso de la madre. No existe un amarse a sí mismo por fuera del Otro, y
siempre nuestro amor propio será secundario, respecto de ese amor, y por lo
tanto, nada exclusivamente propio en definitiva; nos amaremos según como creímos o no haber sido amados por ese Otro; por lo cual
esta pretensión no deja de generarme preguntas: ¿se tratará como pretenden muchas mujeres hoy en día de convertirse en impermeables a esperar que el Otro las acoja como objetos de amor y de deseo, de constituirse en
falo para sí misma sin importar que me quiera El Otro, hasta dónde no
implica un desafío? Desafío en el sentido de yo tengo- soy el falo autosuficiente y no necesito al Otro ni para el deseo ni para el amor. Esta es más bien bien una posición defensiva organizada en la lógica fálica, de obturación de la propia falta cerrándose al Otro o situándose como sucede mucho actualmente ellas mismas como hacían tradicionalmente muchos hombres, tomándolos a ellos como objetos para su goce fálico. Quizás se trate más bien de buscar otras soluciones que impliquen de abrirse a un Otro pero con límites.
1-Jaques
Lacan, Seminario X. “La angustia”, clase 16 del 27 de marzo de 1963.
2 y 3- Jacques Lacan, Seminario VI "La relación de
objeto", Editorial Paidos , pág. 124 y 125.
4-
Lacan, J., "La
significación del falo" (1958), Escritos.
Buenos Aires: Siglo Veintiuno, 1986, p. 674.
5- Miller,
J.-A., De la naturaleza de los
semblantes (1991-92), Paidós,
Buenos Aires, 2002, p. 156.
6-
Silvia Elena Tendlarz ; “Las mujeres y el amor, entre semblante y sinthome”,
AMP wapol.org.