lunes, 29 de mayo de 2017

EFECTOS DE LA AGRESIÓN DE LAS MADRES Y LOS PADRES EN SUS HIJOS. LA PULSIÓN SADICO ANAL .




Me interesó escribir sobre este tema debido a las manifestaciones de agresión que he tenido la oportunidad de abordar recientemente en consultas de atención psicológica de algunos niños, problema  cuya solución  requiere  en algunos casos  que las personas que educan  al niño cambien la manera,  también en diferente medida agresiva ( ya sea verbal o física),  que tienen  para  “educar” al niño. Es obvio que de esta manera no están siendo capaces de  hacer posible que  el mismo se constituya como sujeto  merced a la  represión pulsional que la trasmisión y  el establecimiento de la  norma posibilitan,  dificultando o impidiendo  su socialización. 

Las manifestaciones de agresión de algunos de estos niños en relación a la figura femenina en el juego (diagnóstico)  son de tal magnitud, que lamentablemente , y aunque suene catastrófico, me han recordado especialmente a una persona reclusa  a quien realicé un  psico-diagnóstico cuando trabajaba en Criminología, el cual había asesinado a su mujer de una manera terrible y espeluznante dada la violencia desatada en multiplicidad de puñaladas dirigidas con saña extrema y en especial al vientre y zona genital de la víctima. No conforme con eso, intentó luego prender  fuego al cadáver. Su frialdad e indiferencia  respecto al acto cometido cuando una quería hacerle enfrentarse al mismo, daban cuenta de una personalidad psicopática.

No obstante, evitando ser alarmista, he de decir que el niño en edades tempranas (3 años) aún está constituyéndose subjetivamente, por lo cual las posibilidades de reorganización psíquica en base a la “corrección” por parte de los adultos de las pautas educativas negativas, siempre y cuando estén dispuestos a la revisión de su propio deseo respecto al niño (¿un niño para “ser pegado” o pegar?), pueden producir en él, cambios que favorezcan su integración social. En estas edades el niño está aprendiendo a domesticar o reprimir sus pulsiones, su sexualidad es aún perverso polimorfa como dice Freud , por lo cual aún encuentra un placer libre de culpa, en algunos casos  más que en otros, dependiendo de la simbolización que pueda ir haciendo de su energía pulsional.Ésto se debe a que el superyó aún en formación no logra hacer que el  yo del sujeto esté del todo dispuesto a reprimir, en este caso la  manifestación de la denominada  pulsión sádico anal o de dominio, que encuentra su modelo en el placer de pegar y ser pegado. 

Me interesa escribir  especialmente en relación al origen de las conductas agresivas y violentas, por cuanto en la internalización o aprendizaje de las mismas, tienen un papel fundamental la mayor parte de las veces, por no decir siempre, las figuras encargadas de la crianza del niño. En su amplia mayoría las mismas no se originan  en ningún gen de la violencia, ni en un problema cerebral, como muchos quieren creer  y “la ciencia” se empeña en demostrar para poder comercializar con nuevos fármacos a gusto, ni tampoco se originan de la nada, como parecen pretender algunas personas  cuando  ante  un sujeto que  sorprende a toda la comunidad en algún momento  por cometer un crimen violento, dicen : “es que era una familia “totalmente normal” , nunca pensamos que el hijo hiciera algo así, no entendemos como hizo eso, etc.”, (ese calificativo de “normal” obedece en estos casos a que nadie sabía lo que realmente sucedía en dicha familia, o en caso de percibirlo, era incapaz de emitir un juicio adecuado sobre lo que estaba acaeciendo). 

La  disposición a la agresión y a la violencia obedecen a la  no trasmisión,  por parte de quienes se ocupan  del niño en sus primeros años de vida y en su adolescencia, de las normas que prohíban al sujeto la manifestación de la misma, sancionándola como negativa( por ejemplo en los casos del llamado “síndrome del emperador”),  de un intento de trasmisión de dicho límite llevada a cabo de forma agresiva, violenta, ambivalente y /o inconsistente ( a veces se lo premia por  la misma conducta que otras veces se le reprende, no se le llama la atención ante un acontecimiento grave y se exagera ante uno nimio, se le reprende , castiga o trasmite culpa en situaciones en las que el niño no es  responsable, por la necesidad parental de descargarse de la misma, o de forma injustificada, instalando en el niño un sentimiento de frustración e injusticia de los otros para con él, etc.), y por el sometimiento del niño a agresiones , incluidas las formas de  maltrato  por omisión, o al  goce sádico de sus padres o de las personas que se ocupan del mismo. 



 

 
Si la única o predominante manera de dirigirse a un niño es la agresión, el niño entra en un circuito repetitivo donde busca inconscientemente ser pegado (comportándose mal) porque esa es la única o primordial forma en que el Deseo del Otro lo sostiene, y logra ser mirado. De ahí las recomendaciones que habitualmente dan los psicólogos, de que se ponga atención al niño fuera de ese circuito del goce pulsional, que se le reconozca en otros aspectos o cuando se porta bien, y que no se atienda a él solamente cuando se porta mal para reprenderlo o castigarlo, porque de esa manera se refuerza su fijación  al lugar del cual conscientemente se quiere sacarlo.

Muchas veces además, la agresividad  reprimida en los padres, puede ser inconscientemente proyectada en los hijos (no se le pone límites a las manifestaciones de la misma en el hijo por ejemplo, o inclusive se la estimula), y es el hijo quien haciéndose depositario de la misma le da salida en sus conductas agresivas o violentas. Y  a veces,  para que la misma esté presente, no es necesario  que los padres lleguen a gritar o golpear, sino que hay otras formas más sutiles, pero no por ello menos dañinas, de manifestar la misma: con actitudes y formas de castigo  que humillen al niño, o que le produzcan sentimientos de desamparo y miedo al abandono, que sean desproporcionados para la edad y la falta que el pequeño cometió, etc.

También hay padres que gozan con la descarga de la agresividad que es la agresión, y lo fomentan en sus hijos, en este sentido recuerdo un niño que atendí hace muchos años, que era ya con cuatro años un pequeño psicópata, al cual su padre daba armas(no de juguete)desde los dos años,y que ya con 3 años lo llevaba a cazar con él; el niño era destructivo en exceso con  personas, animales y con su propia madre cuya palabra ya a esa edad no tenía ningún poder de autoridad sobre el niño.

Por lo anterior, la penalización o criminalización  de los menores que cada vez propone hacerlo a edades más tempranas, debería   revisarse y buscar formas que impliquen detectar de forma precoz ( ya desde que el niño nace, por ejemplo  en unidades de pediatría que trabajen interdisciplinariamente con psicólogos, y  con la presencia de psicólogos en la educación infantil) a aquellos hogares donde los padres tienen dificultades, o no están pudiendo realizar  una trasmisión de la norma que posibilite al menor su adecuada socialización, con la finalidad de   ayudarlos a poder llevar a cabo esa labor imprescindible para la sociedad, pudiendo en primer lugar protegerlos a ellos de sí mismos  y   también a  los demás; una forma de reducir las tendencias antisociales que a todos nos habitan.

LA AGRESIVIDAD, LA AGRESIÓN Y LA VIOLENCIA.

La agresividad es un aspecto  inherente al ser humano, el cual  como ya he escrito en otros artículos hace a la constitución narcisista del yo y a la rivalidad que caracteriza a la misma. En la fase del espejo, por la que pasa el infante entre los seis y dieciocho meses de edad, encontramos una “gestalt propia de la agresión en el hombre” (Lacan, 1984). En dicha fase el infante ve su reflejo en el espejo como una totalidad, en contraste con la falta de coordinación del cuerpo real; este contraste es experimentado como una tensión agresiva entre la imagen especular y el cuerpo real del sujeto, ya que la completud de la imagen amenaza al cuerpo con la fragmentación; es decir, el infante percibe su imagen en el espejo como completa, y la completud de esa imagen es amenazante para el él porque le recuerda su “incompletud”, su falta de coordinación motriz, surgiendo entre él y su imagen una tensión agresiva. Así es como Lacan ubica a la agresividad como constitutiva de todas las relaciones duales entre el yo y el semejante. Es gracias a esta estructura que se pueden comprender tanto los celos mortíferos de los niños para con sus hermanos, como la rivalidad, la envidia e intenciones agresivas entre los seres humanos. La salida o superación de esa agresividad se da por la intermediación de lo simbólico que amortigua la rivalidad yo –otro permitiendo la coexistencia de ambos  yo y otro,  nosotros.

Los padres ayudan en este proceso cuando son capaces de trasmitir al niño  la necesidad de  controlar  las manifestaciones conductuales de esa agresividad, mediante el establecimiento de la ley  que prohíbe con determinadas normas que son trasmitidas mediante al educación, la expresión   ilimitada de la  misma en el vínculo con los otros, ya sea que se manifieste  en forma de agresión y/o de violencia. 

Obviamente que para que el niño pueda controlar la misma, quienes lo educan en primer lugar han  de  marcar o sancionar  como algo negativo  la agresión -y que por tanto no debe llevarse a cabo-, tanto a sí mismo como al otro (ya que los niños a veces también se pegan a sí mismos), pues de no hacerlo, la manifestación de la misma estará siendo “normalizada”.  Y es obvio además que  en  la forma en que esto se lleve a cabo  no puede estar presente la agresión, ya que mal puede el niño aprender a no agredir si se le intenta enseñar a hacerlo agrediéndole, ya sea gritándole, pegándole o  castigándolo de forma violenta y muchas veces desmedida.

Sin embargo esto que parece una verdad de Perogrullo, no siempre es tenido en cuenta por los padres.

QUÉ PUEDE SUCEDER CUANDO EL NIÑO ES SOMETIDO A LA AGRESIÓN  DE LOS PADRES DE MANERA CONTINUADA.

Cuando el niño es sometido de manera continua a la agresión parental (ya sea verbal como física, o ambas), porque los padres intentan de esa manera  que el niño  obedezca a lo que solicitan (lo cual en algunos casos  puede implicar también de manera absurda, el control de la propia agresividad), el niño podrá obedecer por miedo, o no hacerlo en absoluto, y manifestar él también una mayor agresividad hacia sí mismo y /o  hacia otros.O puede que se identifique al sometimiento y a ser objeto de los golpes o del maltrato, deviniendo un niño  con poca o ninguna estima de sí, proclive a ante situaciones donde haya alguien dominante y agresivo ( quien siempre va a  buscar para ejercer su dominio,a alguien ubicado en el polo opuesto al que se ubica él), a aceptar en diversa medida  dejarse maltratar por los otros sea cual sea el motivo que esgrima para aceptar el mismo, como sucede en niños que han sufrido acoso escolar por ejemplo, o como es el caso de algunas mujeres que sufren violencia de género.

 En otros casos más graves  los adultos pueden maltratar al niño por placer, obedeciendo la agresión al sadismo de los padres que encuentra en su estar indefenso y en la dependencia  infantil una forma  más fácil de satisfacerse que si la dirige a los adultos, lo cual se ve favorecido  por el hecho de que la manera de proceder agresiva o violenta  es menos sancionada socialmente, ya sea por desconocimiento  del abuso que esos padres ejercen sobre el menor, o porque aún sabiéndolo no intervienen (denunciándolos por ejemplo)ya que consideran al asunto algo de índole familiar- privado.  En ambos casos, la salud mental del niño está siendo alterada de manera negativa, ya que el obedecer por miedo, lleva a que el niño solamente se controle cuando están presentes personas  que en este caso representaran en su fantasía a figuras autoritarias y terribles a las que odiará,  y a las cuales  de ser posible, debido a esa identificación (espejo), devolverá la agresión, ya sea dirigiéndola directamente a ellos mismos o  a otros. Asimismo, puede  que ya siendo mayor, esa devolución de agresión esté vinculada además al sentimiento de venganza, y entonces  el daño infligido a los otros sea mucho mayor que el que el niño recibió, ya que la percepción del daño es incrementada por la fantasía infantil, debido al odio, la frustración, la humillación y la impotencia que el niño experimentó al ser maltratado y no haberse podido defender, o no haber encontrado quien lo defendiera y cuidara o salvara. 

Además, a estas figuras autoritarias y temidas  les prestará obediencia  simplemente por temor a ser castigado, y no porque crea (convicción moral que se va formando en la mente del niño de forma paulatina cuando las normas y especialmente la referida al control de la agresividad,  son trasmitidas de forma firme, coherente  y no agresiva) que  no hacer daño a los otros, es una norma válida  para poder formar  parte de la sociedad, y para lograr una convivencia social relativamente respetuosa. Y en el caso de que el niño no obedezca y repita la manifestación de agresividad, ya sea con los propios padres y /o con otros niños o personas, estará asentando en la construcción  de su personalidad una identificación con un modelo de comportamiento que le llevará a tener  problemas de diversa gravedad  que dificultarán o impedirán   su adaptación e integración social.

En este sentido, hemos de considerar que la instancia psíquica  que los psicoanalistas denominamos  el superyó  que podríamos asimilar a la conciencia moral, está en proceso de establecimiento, por cuanto el niño está en proceso de estructuración de su psiquis. El superyó   se va configurando por la internalización en la psiquis infantil  de esa instancia prohibitiva o limitante de lo pulsional encarnada en los  padres, y si bien la forma en que el niño la concibe,   no se corresponde  nunca con las características “reales” de esos padres, ya que  la aprehensión que el ser humano hace de  la realidad y cualquier aspecto de la misma siempre está mediada y transformada o desfigurada por la  fantasía(lo imaginario), por cuanto  el lenguaje con su naturaleza simbólica nos separa irremediablemente de lo real ( “lo objetivo” que desearíamos poder alcanzar); Eso hace que la realidad que vivimos sea lo que podemos decir de la misma, la ficción que de ella hacemos en la que interviene la fantasía y el lenguaje.  Esto tiene su importancia en el tema que nos ocupa por cuanto la vivencia que el niño tendrá de los padres no se corresponderá con la que podremos hacernos nosotros al ver a los mismos. Un niño puede manifestar que sus padres u otras personas o niños  son muy malos , que no le quieren y le pegan, y no necesariamente esto será así siempre, por cuanto puede que lo que lleve al mismo a decir esto sean sus propias fantasías de agresión hacia ellos. En  la medida en que él desea agredirlos o en su fantasía lo ha hecho,  teme  o cree que los demás harán  lo mismo con él, pudiendo llegar inclusive a veces a interpretar algunas situaciones dirigidas a él como agresivas, aunque  no  haya habido esa intención en el otro, realmente. O a defenderse sin que lo estén atacando.

Aunque hemos también de agregar que esta deformación fantasiosa de la realidad  y la imagen parental (padres imaginarios) o del superyó que el niño va a internalizar  en función de la misma, está regulada en cierta medida, o guarda siempre cierta correspondencia con lo que efectivamente los padres reales hacen o no hacen, porque el principio de realidad va modificando y modelando siempre la fantasía conformada a instancias del principio del placer.  Y de esta manera, si los mismos actúan efectivamente de forma agresiva con el niño,  esas fantasías donde él agrede,  así como donde se vive como siendo pegado o agredido por los padres u otras personas, van a verse notablemente incrementadas  haciendo que el niño actué de manera también agresiva identificándose a la forma activa de la llamada pulsión sádico anal  o en algunos casos, que se identifique a la forma pasiva de la misma , caracterizada por la sumisión  y el dejarse  ser pegado o maltratado. El peligro  de que el niño quede fijado a estas posiciones, obedece a que  obtiene en ellas un goce que para el psicoanálisis es obviamente sexual, goce en torno a la llamada pulsión sádico anal  , que hace que cuanto más se repita esa forma de proceder parental , porque obviamente a ellos también les procura un goce (el cual siempre es inconsciente),que implica más alla de la excitación corporal  misma, el ser mirado y atendido por el Otro ,más ”fijado” pueda quedar el niño a la misma.

Como dice  la psicoanalista Melanie Klein en “Tendencias criminales en niños normales” “en el primer año, tienen lugar gran parte de las fijaciones sádico-anales… “el término erotismo sádico-anal, se utiliza para denotar el placer extraído de la zona erógena anal y de la función excretoria, junto con el placer en la crueldad, dominación o posesión, etc., que se ha encontrado estrechamente conectado con placeres anales”.
¡”Así como el individuo repite biológicamente el desarrollo de la humanidad, también lo hace psíquicamente. Encontramos reprimidos e inconscientes los estadíos que aún observamos en pueblos primitivos: canibalismo y tendencias asesinas de la mayor variedad. Esta parte primitiva de una personalidad contradice enteramente la parte aculturada de la personalidad, que es la que realmente engendra la represión”.
“El análisis infantil, especialmente el análisis temprano, por el que se entiende el análisis de niños entre tres y seis años, da un cuadro muy esclarecedor de cuán temprano comienza esta lucha entre la parte aculturada de la personalidad y la parte primitiva. Los resultados que he obtenido en mi trabajo analítico con niños pequeños me han demostrado que ya en el segundo año encontramos el superyó en acción. “

EL SADISMO ANAL, UNA PULSIÓN/GOCE “NORMAL”DE LA SEXUALIDAD INFANTIL.

 

El sadismo forma parte de la sexualidad infantil, y los niños durante los primeros años  tienden a dar rienda suelta al mismo (muerden, maltratan a los animales, disfrutan golpeando a otros niños etc.), hasta tanto los adultos no van limitando la  misma,  sancionándola con el “no” que da lugar a la prohibición, posibilitando la instauración progresiva en la psiquis infantil de  la represión como mecanismo constitutivo que nos hace humanos o seres culturales. Una de las primeras manifestaciones agresivas del niño se da en la pulsión oral (agresividad o sadismo oral); de ahí que el niño  y aún el bebé puede succionar con demasiada fuerza, morder inclusive  al otro materno, y  a su pecho, por ejemplo, y la madre ya estará realizando su labor de límite, colaborando a la formación temprana del superyó como dice M. Klein, poniendo límite a esos comportamientos (una acotación en este sentido, a veces observamos  madres que se dejan pegar y tirar el pelo por sus bebés, y le dicen que no riéndose o  festejándolo,  con lo cual están fomentando el goce que el niño obtiene en la pulsión sádico anal, el cual luego una vez el niño va creciendo será difícil de acotar. Obviamente que ahí al madre está guiada por un goce inconsciente que encuentra en ser pegada, derivado de sus propias fijaciones de goce infantiles no conscientes ni analizadas)

 La pulsión agresiva, al comienzo de la vida está muy ligada al placer en la zona oral, la boca es el lugar por donde el niño comienza a aprehender y conocer el mundo; es por eso que se lleva todo a la boca. No obstante, también la frustración que el Otro materno impone en mayor o menor medida (porque no da el pecho o el biberón enseguida que el niño experimenta el malestar del hambre, o porque no atiende su necesidad de contacto u otras en el lapso de tiempo, al principio muy reducido, en el cual el bebé es capaz de soportar la espera ante su llamado sin desesperarse, o sea,  sin que  su malestar se le torne insoportable y le desborde), va a dar lugar a la manifestación de agresividad. Melanie Klein, esta  psicoanalista la que anteriormente hice referencia ,  cuyo trabajo estuvo centrado en los niños, sostiene que aún el bebé, experimenta  en su  primitivo desarrollo psíquico, además de algunas manifestaciones de “ataque” reales , fantasías  de destrucción y también de reparación en relación al pecho materno ,y luego en relación a la madre como totalidad (o hacia quien se encarga del cuidado del niño).En dichas fantasías, el bebé y el niño pequeño,- dice ella-, “atacan ya sea mordiendo, cagando o meando por ejemplo “al pecho o al Otro materno que  frustra el placer infantil.
 
En las  “fijaciones orales, debemos distinguir entre la fijación oral de succión y la fijación oral de morder. Esta última está muy conectada con tendencias canibalísticas. El hecho de que podamos observar muy a menudo que los bebes muerden el pecho de la madre es una de las pruebas de esta fijación”- nos dice en el citado artículo-.

Es obvio que este planteamiento no es descabellado como puede suponer quien no conoce la psiquis infantil,  ya que no en vano hay sujetos normales, esto es para el psicoanálisis neuróticos que acatan la norma  que prohíbe el exceso de sadismo que dañe al otro,  que en su vida adulta conservan estos placeres vinculados con la etapa sádico anal infantil de la sexualidad: sienten placer en diversa medida por  morder, arañar,  dar pellizcos o nalgadas a su partenaire  sexual, en dominarlo, controlarlo y/o poseerlo de forma obsesiva, forma de goce denominado sádico anal. Esto obedece a que en la vida sexual “adulta”, haya o no  coito,  todos los goces de las pulsiones parciales se encuentran presentes en diferente magnitud según la historia y fijaciones de goce infantil de cada sujeto, por lo cual como todos sabemos, además  de las referidas manifestaciones de la pulsión sádico anal, cobrarán relevancia la pulsión escópica correspondiente al goce que los sujetos obtienen de la mirada, el goce invocante o goce de la voz vinculado al oído además de a lo oral (palabras, quejidos, gemidos), el goce oral (lamer , chupar morder),además del goce que puede obtenerse en la  penetración misma cuando la hay, tanto cuando la relación es entre individuos de diferente sexo biológico como en la homosexualidad donde evidentemente la zona anal cobra para el placer una especial relevancia. 

Además , algunos aspectos de esta forma de la también llamada pulsión de dominio,  son los que dan lugar a la llamada violencia de género o a situaciones de violencia cruzada en la pareja, así como también al sadomasoquismo cuando  esta forma de goce es  organizada por la pareja en cuestión,de una forma que supone  un  contratoy otras peculiaridades;  forma de sexualidad que el psicoanálisis ha calificado como perversión, en la medida en que pervierte  la norma que implica un límite entre placer y dolor (Freud dice que la neurosis es el negativo de la perversión). Límite entre placer y dolor  a soportar por un sujeto, que además es siempre diferente para cada uno, difuso o imposible de situar con total precisión porque el goce es inaprensible vía el lenguaje,  innombrable, lo cual popularmente es muy sabido, como da cuenta el dicho: “mejor no decir nunca  de esta agua no he de beber” porque… nunca sabemos en la contingencia  vital con qué parte gozosa desconocida de uno mismo habremos de tropezar. En tanto ese límite entre placer y dolor, y la prohibición que indica el no al  exceso, al sufrimiento, es particular para cada sujeto, encontramos que  en el caso del sadomasoquismo el sujeto experimenta placer “en” o “solo en”  el dolor. 

Así también hay quienes encuentran placer vinculado a esta etapa sádico anal en defecar, mear o infligir algún tipo de humillación o forma de dominio (atar por ejemplo )  al partenaire sexual, lo cual puede tener lugar con cierta mesura ,que daría cuenta de una integración entre Eros y Thánatos , o la desmesura que podemos encontrar como ahora recuerdo, en ciertos criminales en cuyo caso la pulsión sádico anal de que nos ocupamos, no ha sido reprimida, y a la cual por tanto ellos dan rienda suelta: unos delincuentes  habían realizado un  allanamiento de morada en una vivienda, y destrozaron parte de la casa y el mobiliario, arrasaron con el refrigerador y cagaron , mearon y, mojaron con bebidas alcohólicas  la moqueta de las habitaciones. 

Siguiendo con los niños, podemos agregar que debido a esta pulsión  disfrutan de juegos en los que hay cierto grado de agresión o violencia fantaseada o real, el límite al placer que tales juegos suscitan viene dado por el dolor. Cuando la intensidad de la agresión se vuelve tal que el niño experimenta en la agresión más dolor que placer o dolor placentero, se pone un límite generalmente. Es lo que a veces los padres expresan diciéndoles frases tales como: ¡paren ya de jugar así, a pegarse, que luego terminan llorando!”. Otro aspecto que me parece importante aclarar, es que el sadismo esta unido a lo anal porque la función de control de esfínteres se funda en la retención y la expulsión placentera de las heces; es una función biológica que requiere de cierta agresividad y dominio sobre las heces, y también sobre el Otro a quien el niño complace o se opone a complacer, en la enseñanza del control de esfínteres. De ahí que muchos juegos de los niños tengan por cometido satisfacer esta pulsión de forma sublimada; esto es, que permiten a los niños obedecer a  la limitación del goce pulsional mediante la represión que los adultos representantes de la ley cultural les solicitan, pero les permiten a la vez seguir gozando de forma simbólica, metonímica,permitida por la cultura, que precisamente en vez de atentar contra la misma y destruirla, como sucede cuando la pulsión se satisface sin límites, colaboran y promuven su desarrollo. En este sentido, todos los juegos que implican tirar bombas,  tirar agua –bomberos-prender fuego (goce uretral) disparar, los juegos de la  guerras, las luchas, las armas, satisfacen dicha pulsión en su aspecto expulsivo, mientras que otras que implican retener, guardar (dinero en huchas por ejemplo), coleccionar lo que sea, permiten satisfacer de forma sublimada (aceptada por la cultura) el aspecto retentivo de la misma Asimismo el jugar con plastilina, arcilla, arena agua,  ayuda a moldear o domesticar dicha pulsión y  a veces a dirigirla conjuntamente con la pulsión escópica (mirada) hacia la creación: cerámica, escultura,  artesanías en vidrio  por ejemplo. 

 


 


También el niño que reprime la misma podrá  defenderse de dichos impulsos  con la denominada formación reactiva, una defensa contra su propio odio e y deseo de destrucción, que en vez de hacer que ensucie, tiré golpeé,  mate,  gaste dinero,  le hará ser  cuidadoso, limpio ordenado, ahorrativo.
 
Así lo dice Freud en “Carácter y erotismo anal” (1908)

Entre las personas a quienes uno procura prestar auxilio mediante el empeño psicoanalítico, harto a menudo tropieza con un tipo singularizado por la conjunción de determinadas cualidades de carácter, al par que nos llama la atención, en la infancia de estas personas, el comportamiento de una cierta función corporal y de los órganos que en ella participan. Ahora ya no sé indicar qué ocasiones singulares me dieron la impresión de que entre aquel carácter y esta conducta de órgano existía un nexo orgánico, pero puedo aseverar que ninguna expectativa teórica contribuyó a esa impresión. Una experiencia acumulada reforzó tanto en mí la creencia en ese nexo que me atrevo a comunicarlo.
Las personas que me propongo describir sobresalen por mostrar, en reunión regular, las siguientes tres cualidades: son particularmente ordenadas, ahorrativas y pertinaces.
Cada uno de estos términos abarca en verdad un pequeño grupo o serie de rasgos de carácter emparentados entre sí. «Ordenado» * incluye tanto el aseo corporal como la escrupulosidad en el cumplimiento de pequeñas obligaciones y la formalidad. Lo contrario sería: desordenado, descuidado. El carácter ahorrativo puede aparecer extremado hasta la avaricia; la pertinacia acaba en desafío, al que fácilmente se anudan la inclinación a la ira y la manía de venganza. Las dos cualidades mencionadas en último término -el carácter ahorrativo y la pertinacia- se en traman con mayor firmeza entre sí que con la primer a, el carácter «ordenado»; son también la pieza más constante de todo el complejo, no obstante lo cual me parece innegable que las tres se co-pertenecen.

(*) «Ordentlich»; el campo de significación de esta palabra es muy am
plio; además de lo mencionado en el texto, quiere decir también «metódico», «honrado», «decente».)

De la historia de estas personas en su primera infancia se averigua con facilidad que les llevó un tiempo relativamente largo gobernar la
incontinentia alvi{incontinencia fecal} y aun en años posteriores de
la niñez tuvieron que lamentar fracasos aislados de esta función. Parecen haber sido de aquellos 1actantes que se rehúsan a vaciar el intestino cuando los ponen en la bacinilla, porque extraen de la defecación una ganancia colateral de placer; (1) en efecto, indican que todavía años más tarde les deparó contento retener las heces, y recuerdan, si bien antes y más fácilmente acerca de sus hermanitos que de su persona propia, toda clase de ocupaciones inconvenientes con la caca que producían. De esas indicaciones inferimos, en su constitución sexual congénita, un resalto erógeno hipernítido de la zona anal; pero como concluida la niñez no se descubre en estas personas nada de tales flaquezas y originalidades, nos vemos precisados a suponer que la zona anal ha perdido su significado erógeno en el curso del desarrollo, y luego conjeturamos que la constancia de aquella tríada de cualidades de su carácter puede lícitamente ser puesta en conexión con el consumo del erotismo anal.
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Hacia la época de la vida que es lícito designar como «período de latencia sexual, desde el quinto año cumplido (3) hasta las primeras exteriorizaciones de la pubertad (en torno del undécimo año), se crean en la vida anímica, a expensas de estas excitaciones brindadas por las zonas erógenas, unas formaciones reactivas, unos poderes contrarios, como la vergüenza, el asco y la moral, que a modo de unos diques se contraponen al posterior quehacer de las pulsiones sexuales. Ahora bien: el erotismo anal es uno de esos componentes de la pulsión que en el curso del desarrollo y en el sentido de nuestra actual educación cultural
se vuelven inaplicables para metas sexuales; y esto sugiere discernir en esas cualidades de carácter que tan a menudo resaltan en quienes antaño sobresalieron por su erotismo anal -vale decir, orden, ahorratividad y pertinacia-los resultados más inmediatos y constantes de la sublimación de este.

Incluso el coito mismo es vivido por amplia mayoría de niños de forma agresiva. En este sentido nos dice Melanie Klein en el artículo ya citado: 

Las teorías sexuales son la base de una variedad de fijaciones muy sádicas y primitivas. Sabemos gracias a Freud que hay cierto conocimiento inconsciente que el niño obtiene, aparentemente, en forma filogenética. A éste pertenece el conocimiento sobre el coito paterno, el nacimiento de los niños, etc.; pero es de carácter bastante vago y confuso. De acuerdo con el estadío sádico-oral y sádico-anal que él mismo está atravesando, el coito llega a significar para el niño una situación en la que juegan el papel principal comer, cocinar, intercambio de heces y actos sádicos de todo tipo (morder, cortar, etc.). Deseo subrayar cuán importante está destinada a ser en la vida posterior la conexión entre estas fantasías y la sexualidad. Aparentemente todas esas fantasías habrán desaparecido para entonces, pero su efecto inconsciente será de gran importancia en la frigidez, en la impotencia y en otras perturbaciones sexuales. Esto puede verse muy bien en el análisis de niños pequeños”(pág. 5)

También en el complejo de Edipo los niños manifiestan su agresividad en forma conductual y fantaseada hacia ambos progenitores dependiendo de con cuál de ellos entren en rivalidad en cada caso. Y también aparece la misma dirigida a los hermanos. Lo que va regulando la manifestación de la agresividad es el sentimiento de culpa, gracias al cual comienza a constituirse el superyó que limita la satisfacción de la pulsión sádica-.

“Freud ha descubierto que se originan en el desarrollo temprano del niño. Fantasías de que el padre o él mismo viola a la madre, la muerde, la araña, la corta en pedazos, son algunos ejemplos de la concepción infantil del coito. Me referiré aquí al hecho de que fantasías de esta naturaleza son realmente transportadas a la acción por los criminales, para mencionar sólo el caso de Jack el Destripador” (Klein, pág. 5)

“En una comunicación hecha hace algunos años a la Sociedad Analítica de Berlín, señalé una analogía entre algunos crímenes horribles que recientemente habían sucedido, y fantasías correspondientes que había encontrado en el análisis de algunos niños pequeños. Uno era un caso que era realmente una combinación de perversión y crimen. Actuando en forma muy habilidosa, de modo que no fue descubierto por mucho tiempo, el hombre pudo llevar a cabo los siguientes actos sobre gran número de personas: el criminal en cuestión cuyo nombre era Harmann intimaba con hombres jóvenes, a los que ante todo usaba para sus tendencias homosexuales, después les cortaba la cabeza, quemaba o hacia uso de las partes de su cuerpo en una forma u otra, e incluso vendía luego sus ropas. Otro caso muy horrible es el de un hombre que mató a varias personas, usando las partes de sus cuerpos para hacer salchichas. Las fantasías análogas de los niños que mencioné antes tenían en todos sus detalles las mismas características que estos crímenes. Las personas sobre las que se cometerían eran, por ejemplo, el padre y el hermano de un niño entre cuatro y cinco años”.














“En mi opinión, todo parece apuntar a la conclusión de que no es la falta de superyó sino un desarrollo diferente del superyó -probablemente la fijación del superyó en un estadío muy temprano- lo que resultará el factor principal”.
            “Si estas suposiciones resultan ciertas, se abren perspectivas prácticas de gran importancia. Si no es una deficiencia del superyó y la conciencia, sino un desarrollo distinto de éstos lo que causa el desarrollo criminal, el análisis debería ser capaz de modificarlos y también hacer desaparecer las cosas. Del mismo modo que en las perversiones y las psicosis, puede ser imposible encontrar formas de acercarse a los criminales adultos..”.

“Puede objetarse que en la infancia las tendencias aún no están claramente definidas, de modo que a menudo no podemos reconocer cuándo un niño está en camino de convertirse en criminal. Esto es sin duda cierto, pero es precisamente esta afirmación la que me conduce a mis observaciones finales. Sin duda que no es fácil saber a qué resultados conducirán las tendencias de un niño, si al normal, al neurótico, al psicótico, al perverso o al criminal. Pero precisamente porque no sabemos, debemos tratar de saber. El psicoanálisis nos da los medios para esto. Y hace aun más: no sólo puede establecer el desarrollo futuro del niño, sino que también puede cambiarlo, y encauzarlo hacia mejores caminos”.








Citas del artículo  de Melanie Klein: “Tendencias criminales en niños normales”,  1927

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