Me interesó escribir sobre este tema
debido a las manifestaciones de agresión que he tenido la oportunidad de
abordar recientemente en consultas de atención psicológica de algunos niños,
problema cuya solución requiere
en algunos casos que las personas
que educan al niño cambien la
manera, también en diferente medida
agresiva ( ya sea verbal o física), que
tienen para “educar” al niño. Es obvio que de esta manera
no están siendo capaces de hacer posible
que el mismo se constituya como
sujeto merced a la represión pulsional que la trasmisión y el establecimiento de la norma posibilitan, dificultando o impidiendo su socialización.
Las manifestaciones de agresión de
algunos de estos niños en relación a la figura femenina en el juego
(diagnóstico) son de tal magnitud, que
lamentablemente , y aunque suene catastrófico, me han recordado especialmente a
una persona reclusa a quien realicé
un psico-diagnóstico cuando trabajaba en
Criminología, el cual había asesinado a su mujer de una manera terrible y
espeluznante dada la violencia desatada en multiplicidad de puñaladas dirigidas
con saña extrema y en especial al vientre y zona genital de la víctima. No
conforme con eso, intentó luego prender
fuego al cadáver. Su frialdad e indiferencia respecto al acto cometido cuando una quería
hacerle enfrentarse al mismo, daban cuenta de una personalidad psicopática.
No obstante, evitando ser alarmista,
he de decir que el niño en edades tempranas (3 años) aún está constituyéndose
subjetivamente, por lo cual las posibilidades de reorganización psíquica en
base a la “corrección” por parte de los adultos de las pautas educativas
negativas, siempre y cuando estén dispuestos a la revisión de su propio deseo
respecto al niño (¿un niño para “ser pegado” o pegar?), pueden producir en él, cambios
que favorezcan su integración social. En estas edades el niño está aprendiendo
a domesticar o reprimir sus pulsiones, su sexualidad es aún perverso polimorfa
como dice Freud , por lo cual aún encuentra un placer libre de culpa, en
algunos casos más que en otros, dependiendo de la simbolización que pueda ir haciendo de su energía pulsional.Ésto
se debe a que el superyó aún en formación no logra hacer que el yo del sujeto esté del todo dispuesto a
reprimir, en este caso la manifestación
de la denominada pulsión sádico anal o
de dominio, que encuentra su modelo en el placer de pegar y ser pegado.
Me interesa escribir especialmente en relación al origen de las conductas
agresivas y violentas, por cuanto en la internalización o aprendizaje de las
mismas, tienen un papel fundamental la mayor parte de las veces, por no decir
siempre, las figuras encargadas de la crianza del niño. En su amplia mayoría
las mismas no se originan en ningún gen
de la violencia, ni en un problema cerebral, como muchos quieren creer y “la ciencia” se empeña en demostrar para
poder comercializar con nuevos fármacos a gusto, ni tampoco se originan de la
nada, como parecen pretender algunas personas cuando ante
un sujeto que sorprende a toda la comunidad en algún
momento por cometer un crimen violento,
dicen : “es que era una familia “totalmente normal” , nunca pensamos que el
hijo hiciera algo así, no entendemos como hizo eso, etc.”, (ese calificativo de
“normal” obedece en estos casos a que nadie sabía lo que realmente sucedía en
dicha familia, o en caso de percibirlo, era incapaz de emitir un juicio
adecuado sobre lo que estaba acaeciendo).
La
disposición a la agresión y a la violencia obedecen a la no trasmisión,
por parte de quienes se ocupan del niño en sus primeros años de vida y en su
adolescencia, de las normas que prohíban al sujeto la manifestación de la misma,
sancionándola como negativa( por ejemplo en los casos del llamado “síndrome del
emperador”), de un intento de trasmisión
de dicho límite llevada a cabo de forma agresiva, violenta, ambivalente y /o
inconsistente ( a veces se lo premia por
la misma conducta que otras veces se le reprende, no se le llama la
atención ante un acontecimiento grave y se exagera ante uno nimio, se le
reprende , castiga o trasmite culpa en situaciones en las que el niño no
es responsable, por la necesidad
parental de descargarse de la misma, o de forma injustificada, instalando en el
niño un sentimiento de frustración e injusticia de los otros para con él, etc.),
y por el sometimiento del niño a agresiones , incluidas las formas de maltrato
por omisión, o al goce sádico de
sus padres o de las personas que se ocupan del mismo.
Si la única o
predominante manera de dirigirse a un niño es la agresión, el niño entra en un
circuito repetitivo donde busca inconscientemente ser pegado (comportándose
mal) porque esa es la única o primordial forma en que el Deseo del Otro lo
sostiene, y logra ser mirado. De ahí las recomendaciones que habitualmente dan
los psicólogos, de que se ponga atención al niño fuera de ese circuito del goce
pulsional, que se le reconozca en otros aspectos o cuando se porta bien, y que
no se atienda a él solamente cuando se porta mal para reprenderlo o castigarlo,
porque de esa manera se refuerza su fijación al lugar del cual conscientemente se quiere
sacarlo.
Muchas veces además, la
agresividad reprimida en los padres,
puede ser inconscientemente proyectada en los hijos (no se le pone límites a
las manifestaciones de la misma en el hijo por ejemplo, o inclusive se la
estimula), y es el hijo quien haciéndose depositario de la misma le da salida
en sus conductas agresivas o violentas. Y a veces,
para que la misma esté presente, no es necesario que los padres lleguen a gritar o golpear,
sino que hay otras formas más sutiles, pero no por ello menos dañinas, de
manifestar la misma: con actitudes y formas de castigo que humillen al niño, o que le produzcan
sentimientos de desamparo y miedo al abandono, que sean desproporcionados para
la edad y la falta que el pequeño cometió, etc.
También hay padres que gozan con la descarga de la agresividad que es la agresión, y lo fomentan en sus hijos, en este sentido recuerdo un niño que atendí hace muchos años, que era ya con cuatro años un pequeño psicópata, al cual su padre daba armas(no de juguete)desde los dos años,y que ya con 3 años lo llevaba a cazar con él; el niño era destructivo en exceso con personas, animales y con su propia madre cuya palabra ya a esa edad no tenía ningún poder de autoridad sobre el niño.
Por lo anterior, la penalización o
criminalización de los menores que cada
vez propone hacerlo a edades más tempranas, debería revisarse y buscar formas que impliquen detectar
de forma precoz ( ya desde que el niño nace, por ejemplo en unidades de pediatría que trabajen interdisciplinariamente
con psicólogos, y con la presencia de
psicólogos en la educación infantil) a aquellos hogares donde los padres tienen
dificultades, o no están pudiendo realizar una trasmisión de la norma que posibilite al
menor su adecuada socialización, con la finalidad de ayudarlos a poder llevar a cabo esa labor
imprescindible para la sociedad, pudiendo en primer lugar protegerlos a ellos
de sí mismos y también a
los demás; una forma de reducir las tendencias antisociales que a todos
nos habitan.
LA AGRESIVIDAD, LA AGRESIÓN Y LA
VIOLENCIA.
La agresividad es un aspecto inherente al ser humano, el cual como ya he escrito en otros artículos hace a
la constitución narcisista del yo y a la rivalidad que caracteriza a la misma. En la fase del espejo, por la que
pasa el infante entre los seis y dieciocho meses de edad, encontramos una
“gestalt propia de la agresión en el hombre” (Lacan, 1984). En dicha fase el
infante ve su reflejo en el espejo como una totalidad, en contraste con la
falta de coordinación del cuerpo real; este contraste es experimentado como una
tensión agresiva entre la imagen especular y el cuerpo real del sujeto, ya que
la completud de la imagen amenaza al cuerpo con la fragmentación; es decir, el
infante percibe su imagen en el espejo como completa, y la completud de esa
imagen es amenazante para el él porque le recuerda su “incompletud”, su falta
de coordinación motriz, surgiendo entre él y su imagen una tensión agresiva.
Así es como Lacan ubica a la agresividad como constitutiva de todas las
relaciones duales entre el yo y el semejante. Es gracias a esta estructura que
se pueden comprender tanto los celos mortíferos de los niños para con sus
hermanos, como la rivalidad, la envidia e intenciones agresivas entre los seres
humanos. La salida o superación de esa agresividad se da por la intermediación
de lo simbólico que amortigua la rivalidad yo –otro permitiendo la coexistencia
de ambos yo y otro, nosotros.
Los padres
ayudan en este proceso cuando son capaces de trasmitir al niño la necesidad de controlar las manifestaciones conductuales de esa
agresividad, mediante el establecimiento de la ley que prohíbe con determinadas normas que son
trasmitidas mediante al educación, la expresión ilimitada de la misma en el vínculo con los otros, ya sea que
se manifieste en forma de agresión y/o
de violencia.
Obviamente
que para que el niño pueda controlar la misma, quienes lo educan en primer
lugar han de marcar o sancionar como algo negativo la agresión -y que por tanto no debe llevarse
a cabo-, tanto a sí mismo como al otro (ya que los niños a veces también se
pegan a sí mismos), pues de no hacerlo, la manifestación de la misma estará
siendo “normalizada”. Y es obvio además
que en
la forma en que esto se lleve a cabo no puede estar presente la agresión, ya que
mal puede el niño aprender a no agredir si se le intenta enseñar a hacerlo
agrediéndole, ya sea gritándole, pegándole o
castigándolo de forma violenta y muchas veces desmedida.
Sin embargo
esto que parece una verdad de Perogrullo, no siempre es tenido en cuenta por
los padres.
QUÉ PUEDE SUCEDER CUANDO EL NIÑO ES
SOMETIDO A LA AGRESIÓN DE LOS PADRES DE
MANERA CONTINUADA.
Cuando el
niño es sometido de manera continua a la agresión parental (ya sea verbal como
física, o ambas), porque los padres intentan de esa manera que el niño obedezca a lo que solicitan (lo cual en
algunos casos puede implicar también de manera absurda,
el control de la propia agresividad), el niño podrá obedecer por miedo, o no
hacerlo en absoluto, y manifestar él también una mayor agresividad hacia sí
mismo y /o hacia otros.O puede que se identifique al sometimiento y a ser objeto de los golpes o del maltrato, deviniendo un niño con poca o ninguna estima de sí, proclive a ante situaciones donde haya alguien dominante y agresivo ( quien siempre va a buscar para ejercer su dominio,a alguien ubicado en el polo opuesto al que se ubica él), a aceptar en diversa medida dejarse maltratar por los otros sea cual sea el motivo que esgrima para aceptar el mismo, como sucede en niños que han sufrido acoso escolar por ejemplo, o como es el caso de algunas mujeres que sufren violencia de género.
En otros casos más graves los adultos pueden maltratar al niño por
placer, obedeciendo la agresión al sadismo de los padres que encuentra en su estar indefenso y en la dependencia infantil una
forma más fácil de satisfacerse que si
la dirige a los adultos, lo cual se ve favorecido por el hecho de que la manera de proceder
agresiva o violenta es menos sancionada
socialmente, ya sea por desconocimiento del abuso que esos padres ejercen sobre el menor, o porque aún
sabiéndolo no intervienen (denunciándolos por ejemplo)ya que consideran al
asunto algo de índole familiar- privado. En ambos casos, la salud mental del niño está
siendo alterada de manera negativa, ya que el obedecer por miedo, lleva a que
el niño solamente se controle cuando están presentes personas que en este caso representaran en su fantasía
a figuras autoritarias y terribles a las que odiará, y a las cuales de ser posible, debido a esa identificación (espejo),
devolverá la agresión, ya sea dirigiéndola directamente a ellos mismos o a otros. Asimismo, puede que ya siendo mayor, esa devolución de
agresión esté vinculada además al sentimiento de venganza, y entonces el daño infligido a los otros sea mucho mayor
que el que el niño recibió, ya que la percepción del daño es incrementada por
la fantasía infantil, debido al odio, la frustración, la humillación y la
impotencia que el niño experimentó al ser maltratado y no haberse podido
defender, o no haber encontrado quien lo defendiera y cuidara o salvara.
Además,
a estas figuras autoritarias y temidas les prestará obediencia simplemente por temor a ser castigado, y no
porque crea (convicción moral que se va formando en la mente del niño de forma
paulatina cuando las normas y especialmente la referida al control de la
agresividad, son trasmitidas de forma
firme, coherente y no agresiva) que no hacer daño a los otros, es una norma
válida para poder formar parte de la sociedad, y para lograr una
convivencia social relativamente respetuosa. Y en el caso de que el niño no
obedezca y repita la manifestación de agresividad, ya sea con los propios
padres y /o con otros niños o personas, estará asentando en la
construcción de su personalidad una
identificación con un modelo de comportamiento que le llevará a tener problemas de diversa gravedad que dificultarán o impedirán su adaptación e integración social.
En este
sentido, hemos de considerar que la instancia psíquica que los psicoanalistas denominamos el superyó
que podríamos asimilar a la conciencia moral, está en proceso de
establecimiento, por cuanto el niño está en proceso de estructuración de su
psiquis. El superyó se va configurando
por la internalización en la psiquis infantil
de esa instancia prohibitiva o limitante de lo pulsional encarnada en
los padres, y si bien la forma en que el
niño la concibe, no se corresponde nunca con las características “reales” de
esos padres, ya que la aprehensión que
el ser humano hace de la realidad y
cualquier aspecto de la misma siempre está mediada y transformada o desfigurada
por la fantasía(lo imaginario), por
cuanto el lenguaje con su naturaleza
simbólica nos separa irremediablemente de lo real ( “lo objetivo” que
desearíamos poder alcanzar); Eso hace que la realidad que vivimos sea lo que
podemos decir de la misma, la ficción que de ella hacemos en la que interviene
la fantasía y el lenguaje. Esto tiene su
importancia en el tema que nos ocupa por cuanto la vivencia que el niño tendrá
de los padres no se corresponderá con la que podremos hacernos nosotros al ver
a los mismos. Un niño puede manifestar que sus padres u otras personas o
niños son muy malos , que no le quieren
y le pegan, y no necesariamente esto será así siempre, por cuanto puede que lo
que lleve al mismo a decir esto sean sus propias fantasías de agresión hacia
ellos. En la medida en que él desea
agredirlos o en su fantasía lo ha hecho,
teme o cree que los demás
harán lo mismo con él, pudiendo llegar
inclusive a veces a interpretar algunas situaciones dirigidas a él como
agresivas, aunque no haya habido esa intención en el otro,
realmente. O a defenderse sin que lo estén atacando.
Aunque hemos
también de agregar que esta deformación fantasiosa de la realidad y la imagen parental (padres imaginarios) o
del superyó que el niño va a internalizar
en función de la misma, está regulada en cierta medida, o guarda siempre
cierta correspondencia con lo que efectivamente los padres reales hacen o no
hacen, porque el principio de realidad va modificando y modelando siempre la
fantasía conformada a instancias del principio del placer. Y de esta manera, si los mismos actúan
efectivamente de forma agresiva con el niño,
esas fantasías donde él agrede,
así como donde se vive como siendo pegado o agredido por los padres u
otras personas, van a verse notablemente incrementadas haciendo que el niño actué de manera también
agresiva identificándose a la forma activa de la llamada pulsión sádico
anal o en algunos casos, que se
identifique a la forma pasiva de la misma , caracterizada por la sumisión y el dejarse
ser pegado o maltratado. El peligro
de que el niño quede fijado a estas posiciones, obedece a que obtiene en ellas un goce que para el
psicoanálisis es obviamente sexual, goce en torno a la llamada pulsión sádico
anal , que hace que cuanto más se repita
esa forma de proceder parental , porque obviamente a ellos también les procura
un goce (el cual siempre es inconsciente),que implica más alla de la excitación corporal misma, el ser mirado y atendido por el Otro ,más ”fijado” pueda quedar el niño a
la misma.
Como
dice la psicoanalista Melanie Klein en “Tendencias criminales en niños normales”
“en
el primer año, tienen lugar gran parte de las fijaciones sádico-anales… “el
término erotismo sádico-anal, se utiliza para denotar el placer extraído de la
zona erógena anal y de la función excretoria, junto con el placer en la
crueldad, dominación o posesión, etc., que se ha encontrado estrechamente
conectado con placeres anales”.
¡”Así como el individuo repite biológicamente el desarrollo
de la humanidad, también lo hace psíquicamente. Encontramos reprimidos e
inconscientes los estadíos que aún observamos en pueblos primitivos:
canibalismo y tendencias asesinas de la mayor variedad. Esta parte primitiva de
una personalidad contradice enteramente la parte aculturada de la personalidad,
que es la que realmente engendra la represión”.
“El análisis infantil,
especialmente el análisis temprano, por el que se entiende el análisis de niños
entre tres y seis años, da un cuadro muy esclarecedor de cuán temprano comienza
esta lucha entre la parte aculturada de la personalidad y la parte primitiva.
Los resultados que he obtenido en mi trabajo analítico con niños pequeños me
han demostrado que ya en el segundo año encontramos el superyó en acción. “
EL SADISMO ANAL, UNA PULSIÓN/GOCE
“NORMAL”DE LA SEXUALIDAD INFANTIL.
El sadismo forma parte de la sexualidad infantil, y los niños
durante los primeros años tienden a dar
rienda suelta al mismo (muerden, maltratan a los animales, disfrutan golpeando a otros niños
etc.), hasta tanto los adultos no van limitando la misma, sancionándola con el “no” que da lugar a la
prohibición, posibilitando la instauración progresiva en la psiquis
infantil de la represión como mecanismo
constitutivo que nos hace humanos o seres culturales. Una de las primeras
manifestaciones agresivas del niño se da en la pulsión oral (agresividad o
sadismo oral); de ahí que el niño y aún
el bebé puede succionar con demasiada fuerza, morder inclusive al otro materno, y a su pecho, por ejemplo, y la madre ya estará
realizando su labor de límite, colaborando a la formación temprana del superyó
como dice M. Klein, poniendo límite a esos comportamientos (una acotación en
este sentido, a veces observamos madres
que se dejan pegar y tirar el pelo por sus bebés, y le dicen que no riéndose o festejándolo,
con lo cual están fomentando el goce que el niño obtiene en la pulsión
sádico anal, el cual luego una vez el niño va creciendo será difícil de acotar.
Obviamente que ahí al madre está guiada por un goce inconsciente que encuentra
en ser pegada, derivado de sus propias fijaciones de goce infantiles no conscientes
ni analizadas)
La pulsión agresiva,
al comienzo de la vida está muy ligada al placer en la zona oral, la boca es el
lugar por donde el niño comienza a aprehender y conocer el mundo; es por eso
que se lleva todo a la boca. No obstante, también la frustración que el Otro
materno impone en mayor o menor medida (porque no da el pecho o el biberón
enseguida que el niño experimenta el malestar del hambre, o porque no atiende
su necesidad de contacto u otras en el lapso de tiempo, al principio muy
reducido, en el cual el bebé es capaz de soportar la espera ante su llamado sin
desesperarse, o sea, sin que su malestar se le torne insoportable y le
desborde), va a dar lugar a la manifestación de agresividad. Melanie Klein,
esta psicoanalista la que anteriormente
hice referencia , cuyo trabajo estuvo
centrado en los niños, sostiene que aún el bebé, experimenta en su primitivo desarrollo psíquico, además de
algunas manifestaciones de “ataque” reales , fantasías de destrucción y también de reparación en
relación al pecho materno ,y luego en relación a la madre como totalidad (o hacia
quien se encarga del cuidado del niño).En dichas fantasías, el bebé y el niño
pequeño,- dice ella-, “atacan ya sea mordiendo, cagando o meando por ejemplo
“al pecho o al Otro materno que frustra
el placer infantil.
En las “fijaciones
orales, debemos distinguir entre la fijación oral de succión y la fijación oral
de morder. Esta última está muy conectada con tendencias canibalísticas. El
hecho de que podamos observar muy a menudo que los bebes muerden el pecho de la
madre es una de las pruebas de esta fijación”- nos dice en el citado artículo-.
Es obvio que
este planteamiento no es descabellado como puede suponer quien no conoce la
psiquis infantil, ya que no en vano hay
sujetos normales, esto es para el psicoanálisis neuróticos que acatan la norma que prohíbe el exceso de sadismo que dañe al
otro, que en su vida adulta conservan
estos placeres vinculados con la etapa sádico anal infantil de la sexualidad:
sienten placer en diversa medida por
morder, arañar, dar pellizcos o nalgadas
a su partenaire sexual, en dominarlo,
controlarlo y/o poseerlo de forma obsesiva, forma de goce denominado sádico
anal. Esto obedece a que en la vida sexual “adulta”, haya o no coito,
todos los goces de las pulsiones parciales se encuentran presentes en
diferente magnitud según la historia y fijaciones de goce infantil de cada
sujeto, por lo cual como todos sabemos, además
de las referidas manifestaciones de la pulsión sádico anal, cobrarán
relevancia la pulsión escópica correspondiente al goce que los sujetos obtienen
de la mirada, el goce invocante o goce de la voz vinculado al oído además de a
lo oral (palabras, quejidos, gemidos), el goce oral (lamer , chupar morder),además
del goce que puede obtenerse en la
penetración misma cuando la hay, tanto cuando la relación es entre individuos de diferente
sexo biológico como en la homosexualidad donde evidentemente la zona anal cobra para el placer una especial relevancia.
Además , algunos aspectos de esta forma
de la también llamada pulsión de dominio, son los que dan lugar a la llamada violencia
de género o a situaciones de violencia cruzada en la pareja, así como también
al sadomasoquismo cuando esta forma de
goce es organizada por la pareja en
cuestión,de una forma que supone un contratoy otras peculiaridades; forma de sexualidad que el psicoanálisis ha
calificado como perversión, en la medida en que pervierte la norma que implica un límite entre placer y
dolor (Freud dice que la neurosis es el negativo de la perversión). Límite
entre placer y dolor a soportar por un
sujeto, que además es siempre diferente para cada uno, difuso o imposible de
situar con total precisión porque el goce es inaprensible vía el lenguaje, innombrable, lo cual popularmente es muy
sabido, como da cuenta el dicho: “mejor no decir nunca de esta agua no he de beber” porque… nunca
sabemos en la contingencia vital con qué
parte gozosa desconocida de uno mismo habremos de tropezar. En tanto ese límite
entre placer y dolor, y la prohibición que indica el no al exceso, al sufrimiento, es particular para
cada sujeto, encontramos que en el caso
del sadomasoquismo el sujeto experimenta placer “en” o “solo en” el dolor.
Así también
hay quienes encuentran placer vinculado a esta etapa sádico anal en defecar,
mear o infligir algún tipo de humillación o forma de dominio (atar por ejemplo
) al partenaire sexual, lo cual puede
tener lugar con cierta mesura ,que daría cuenta de una integración entre Eros y
Thánatos , o la desmesura que podemos encontrar como ahora recuerdo, en ciertos
criminales en cuyo caso la pulsión sádico anal de que nos ocupamos, no ha sido
reprimida, y a la cual por tanto ellos dan rienda suelta: unos delincuentes habían realizado un allanamiento de morada en una vivienda, y
destrozaron parte de la casa y el mobiliario, arrasaron con el refrigerador y
cagaron , mearon y, mojaron con bebidas alcohólicas la moqueta de las habitaciones.
Siguiendo
con los niños, podemos agregar que debido a esta pulsión disfrutan de juegos en los que hay cierto
grado de agresión o violencia fantaseada o real, el límite al placer que tales
juegos suscitan viene dado por el dolor. Cuando la intensidad de la agresión se
vuelve tal que el niño experimenta en la agresión más dolor que placer o dolor
placentero, se pone un límite generalmente. Es lo que a veces los padres
expresan diciéndoles frases tales como: ¡paren ya de jugar así, a pegarse, que
luego terminan llorando!”. Otro aspecto que me parece importante aclarar, es
que el sadismo esta unido a lo anal porque la función de control de esfínteres
se funda en la retención y la expulsión placentera de las heces; es una función
biológica que requiere de cierta agresividad y dominio sobre las heces, y
también sobre el Otro a quien el niño complace o se opone a complacer, en la enseñanza del
control de esfínteres. De ahí que muchos juegos de los niños tengan por
cometido satisfacer esta pulsión de forma sublimada; esto es, que permiten a
los niños obedecer a la limitación del
goce pulsional mediante la represión que los adultos representantes de la ley
cultural les solicitan, pero les permiten a la vez seguir gozando de forma simbólica,
metonímica,permitida por la cultura, que precisamente en vez de atentar contra la misma y destruirla, como sucede cuando la pulsión se satisface sin límites, colaboran y promuven su desarrollo. En este sentido, todos los juegos que implican tirar bombas, tirar agua –bomberos-prender fuego (goce
uretral) disparar, los juegos de la
guerras, las luchas, las armas, satisfacen dicha pulsión en su aspecto
expulsivo, mientras que otras que implican retener, guardar (dinero en huchas
por ejemplo), coleccionar lo que sea, permiten satisfacer de forma sublimada
(aceptada por la cultura) el aspecto retentivo de la misma Asimismo el jugar con plastilina, arcilla,
arena agua, ayuda a moldear o domesticar
dicha pulsión y a veces a dirigirla
conjuntamente con la pulsión escópica (mirada) hacia la creación: cerámica,
escultura, artesanías en vidrio por ejemplo.
También el
niño que reprime la misma podrá
defenderse de dichos impulsos con
la denominada formación reactiva, una defensa contra su propio odio e y deseo
de destrucción, que en vez de hacer que ensucie, tiré golpeé, mate,
gaste dinero, le hará ser cuidadoso, limpio ordenado, ahorrativo.
Así lo dice
Freud en “Carácter y erotismo anal” (1908)
Entre las personas a
quienes uno procura prestar auxilio mediante el empeño psicoanalítico, harto a
menudo tropieza con un tipo singularizado por la conjunción de determinadas
cualidades de carácter, al par que nos llama la atención, en la infancia de estas
personas, el comportamiento de una cierta función corporal y de los órganos que
en ella participan. Ahora ya no sé indicar qué ocasiones singulares me dieron
la impresión de que entre aquel carácter y esta conducta de órgano existía un
nexo orgánico, pero puedo aseverar que ninguna expectativa teórica contribuyó a
esa impresión. Una experiencia acumulada reforzó tanto en mí la creencia en ese
nexo que me atrevo a comunicarlo.
Las personas que me propongo
describir sobresalen por mostrar, en reunión regular, las siguientes tres cualidades:
son particularmente ordenadas, ahorrativas y pertinaces.
Cada uno de estos términos
abarca en verdad un pequeño grupo o serie de rasgos de carácter emparentados
entre sí. «Ordenado» * incluye tanto el aseo corporal como la escrupulosidad en
el cumplimiento de pequeñas obligaciones y la formalidad. Lo contrario sería:
desordenado, descuidado. El carácter ahorrativo puede aparecer extremado hasta
la avaricia; la pertinacia acaba en desafío, al que fácilmente se anudan la
inclinación a la ira y la manía de venganza. Las dos cualidades mencionadas en
último término -el carácter ahorrativo y la pertinacia- se en traman con mayor
firmeza entre sí que con la primer a, el carácter «ordenado»; son también la
pieza más constante de todo el complejo, no obstante lo cual me parece
innegable que las tres se co-pertenecen.
(*) «Ordentlich»;
el campo de significación de esta palabra es muy am
plio; además
de lo mencionado en el texto, quiere decir también «metódico», «honrado»,
«decente».)
De la historia de estas
personas en su primera infancia se averigua con facilidad que les llevó un tiempo
relativamente largo gobernar la
incontinentia alvi{incontinencia
fecal} y aun en años posteriores de
la niñez tuvieron que
lamentar fracasos aislados de esta función. Parecen haber sido de aquellos
1actantes que se rehúsan a vaciar el intestino cuando los ponen en la
bacinilla, porque extraen de la defecación una ganancia colateral de placer;
(1) en efecto, indican que todavía años más tarde les deparó contento retener
las heces, y recuerdan, si bien antes y más fácilmente acerca de sus hermanitos
que de su persona propia, toda clase de ocupaciones inconvenientes con la caca
que producían. De esas indicaciones inferimos, en su constitución sexual
congénita, un resalto erógeno hipernítido de la zona anal; pero como concluida
la niñez no se descubre en estas personas nada de tales flaquezas y originalidades,
nos vemos precisados a suponer que la zona anal ha perdido su significado
erógeno en el curso del desarrollo, y luego conjeturamos que la constancia de
aquella tríada de cualidades de su carácter puede lícitamente ser puesta en
conexión con el consumo del erotismo anal.
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Hacia la época de la vida que
es lícito designar como «período de latencia sexual, desde el quinto año
cumplido (3) hasta las primeras exteriorizaciones de la pubertad (en torno del
undécimo año), se crean en la vida anímica, a expensas de estas excitaciones
brindadas por las zonas erógenas, unas formaciones reactivas, unos poderes contrarios,
como la vergüenza, el asco y la moral, que a modo de unos diques se contraponen
al posterior quehacer de las pulsiones sexuales. Ahora bien: el erotismo anal
es uno de esos componentes de la pulsión que en el curso del desarrollo y en el
sentido de nuestra actual educación cultural
se vuelven inaplicables para
metas sexuales; y esto sugiere discernir en esas cualidades de carácter que tan
a menudo resaltan en quienes antaño sobresalieron por su erotismo anal -vale
decir, orden, ahorratividad y pertinacia-los resultados más inmediatos y
constantes de la sublimación de este.
Incluso el
coito mismo es vivido por amplia mayoría de niños de forma agresiva. En este
sentido nos dice Melanie Klein en el
artículo ya citado:
“Las
teorías sexuales son la base de una variedad de fijaciones muy sádicas y
primitivas. Sabemos gracias a Freud que hay cierto conocimiento inconsciente
que el niño obtiene, aparentemente, en forma filogenética. A éste pertenece el
conocimiento sobre el coito paterno, el nacimiento de los niños, etc.; pero es
de carácter bastante vago y confuso. De acuerdo con el estadío sádico-oral y
sádico-anal que él mismo está atravesando, el coito llega a significar para el
niño una situación en la que juegan el papel principal comer, cocinar,
intercambio de heces y actos sádicos de todo tipo (morder, cortar, etc.). Deseo
subrayar cuán importante está destinada a ser en la vida posterior la conexión
entre estas fantasías y la sexualidad. Aparentemente todas esas fantasías
habrán desaparecido para entonces, pero su efecto inconsciente será de gran
importancia en la frigidez, en la impotencia y en otras perturbaciones
sexuales. Esto puede verse muy bien en el análisis de niños pequeños”(pág. 5)
También en el
complejo de Edipo los niños manifiestan su agresividad en forma conductual y
fantaseada hacia ambos progenitores dependiendo de con cuál de ellos entren en
rivalidad en cada caso. Y también aparece la misma dirigida a los hermanos. Lo
que va regulando la manifestación de la agresividad es el sentimiento de culpa,
gracias al cual comienza a constituirse el superyó que limita la satisfacción
de la pulsión sádica-.
“Freud ha descubierto
que se originan en el desarrollo temprano del niño. Fantasías de que el padre o
él mismo viola a la madre, la muerde, la araña, la corta en pedazos, son
algunos ejemplos de la concepción infantil del coito. Me referiré aquí al hecho
de que fantasías de esta naturaleza son realmente transportadas a la acción por
los criminales, para mencionar sólo el caso de Jack el Destripador” (Klein,
pág. 5)
“En una comunicación
hecha hace algunos años a la Sociedad Analítica de Berlín, señalé una analogía
entre algunos crímenes horribles que recientemente habían sucedido, y fantasías
correspondientes que había encontrado en el análisis de algunos niños pequeños.
Uno era un caso que era realmente una combinación de perversión y crimen.
Actuando en forma muy habilidosa, de modo que no fue descubierto por mucho
tiempo, el hombre pudo llevar a cabo los siguientes actos sobre gran número de
personas: el criminal en cuestión cuyo nombre era Harmann intimaba con hombres
jóvenes, a los que ante todo usaba para sus tendencias homosexuales, después
les cortaba la cabeza, quemaba o hacia uso de las partes de su cuerpo en una
forma u otra, e incluso vendía luego sus ropas. Otro caso muy horrible es el de
un hombre que mató a varias personas, usando las partes de sus cuerpos para
hacer salchichas. Las fantasías análogas de los niños que mencioné antes tenían
en todos sus detalles las mismas características que estos crímenes. Las
personas sobre las que se cometerían eran, por ejemplo, el padre y el hermano
de un niño entre cuatro y cinco años”.

“En mi opinión, todo parece apuntar a la conclusión de que no
es la falta de superyó sino un desarrollo diferente del superyó -probablemente
la fijación del superyó en un estadío muy temprano- lo que resultará el factor
principal”.
“Si estas suposiciones resultan ciertas, se abren
perspectivas prácticas de gran importancia. Si no es una deficiencia del
superyó y la conciencia, sino un desarrollo distinto de éstos lo que causa el
desarrollo criminal, el análisis debería ser capaz de modificarlos y también
hacer desaparecer las cosas. Del mismo modo que en las perversiones y las
psicosis, puede ser imposible encontrar formas de acercarse a los criminales
adultos..”.
“Puede objetarse que en la infancia las tendencias aún no
están claramente definidas, de modo que a menudo no podemos reconocer cuándo un
niño está en camino de convertirse en criminal. Esto es sin duda cierto, pero
es precisamente esta afirmación la que me conduce a mis observaciones finales.
Sin duda que no es fácil saber a qué resultados conducirán las tendencias de un
niño, si al normal, al neurótico, al psicótico, al perverso o al criminal. Pero
precisamente porque no sabemos, debemos tratar de saber. El psicoanálisis nos
da los medios para esto. Y hace aun más: no sólo puede establecer el desarrollo
futuro del niño, sino que también puede cambiarlo, y encauzarlo hacia mejores
caminos”.
Citas del artículo de Melanie Klein: “Tendencias criminales en
niños normales”, 1927