jueves, 26 de abril de 2012

QUÉ NIÑO MÁS LENTO!  O SOBRE EL GOCE DE LOS PADRES.

“¡Qué niño más lento!” es el título de un libro infantil cuya autora es Lucía Serrano, del cual me he servido para trabajar con padres en un taller, una de las maneras en que éstos actúan habitualmente ante algún aspecto de su hijo que les desagrada y al que  quieren corregir. Néstor, el protagonista del cuento es un niño que a juicio de todas las personas que forman parte de su mundo (padres, hermana, maestra amigos) es demasiado lento  en el ritmo de realización de las diferentes actividades o tareas cotidianas  (levantarse, desayunar, hacer un trabajo escolar, patear un balón, etc.). Todos  los otros personajes del cuento se muestran molestos con la lentitud que le atribuyen a Néstor y constantemente le repiten lo lento que es. Al principio Néstor se mantiene indemne ante las frases que repitiéndose sin cesar  repiten su lentitud, pero luego de un tiempo ello hace mella en su subjetividad y comienza a retraerse, a estar triste y a no hacer nada. Hasta que un día escucha nuevamente  un sonido igual al que le identificaba cuando hacía sus cosas, cuyo ritmo es significante de su lentitud (un ¡tam, tam, tam!) y descubre que el mismo proviene de un pequeño animalito al cual sigue a un lugar que evoca el paraíso, y en el cual todas las personas andan al mismo ritmo (lento, relajado, feliz) que él.  Este final, que hace pensar por un lado en una resolución evasiva respecto de la realidad y un refugiarse en la fantasía en lo que sería una pretendida “vuelta al paraíso perdido” que nunca existió,  también da cuenta de que  para que ello no suceda, el paraíso de cualquier sujeto solo puede forjarse hacia el futuro, y  solo es posible entenderlo como un  lugar donde  la diferencia de cada uno sea respetada.

A partir del planteamiento que realiza el cuento, pudimos pensar cómo muchas veces los padres y las madres actúan con algún aspecto que les molesta de sus hijos de la misma manera que los padres de Néstor. Le repiten incesantemente ya sea que es haragán, que es patoso o que es un trasto o que es tímido, etc. e intenté a partir de ello, promover el cuestionamiento acerca del porqué y para qué de esas repeticiones. Lo que para muchos es obvio es que esa manera de intervenir de los padres tiene como objetivo incidir en el niño, en su conducta para eliminar algo que les desagrada del/en el niño, para que aquel lo modifique.

¿Pero se tratará solamente de eso y será esa la manera más adecuada de hacerlo?
Parecería que no.
Por un lado hemos de notar que a lo que se alude (¡qué niño más lento!) no es a la característica de lentitud de la conducta  del niño sino a su ser: ser un niño lento, se hace alusión a la identidad. Se pierde la distancia (la diferencia de la identificación) entre el sujeto y el objeto o entre el sujeto y un algo que puede atribuírsele al mismo, y el niño en vez de  “actuar, de comportarse con lentitud”  deviene objeto de lentitud. Alienación significante, que como planteo más adelante, es necesaria en un tiempo de constitución subjetiva, pero insuficiente y contraproducente si el sujeto fija su ser  a ese significante que en este caso guarda un goce mortífero (en este caso es  “lento” pero pueden ser cualquier otro) donde parecería que el mismo deviene más bien signo.
Néstor es lento (solo y repetitivamente lento, y todo lo demás que también puede ser en caso de que opere la castración, queda reprimido, sin poderse decir).Al niño se lo deja abrochado a un significante  que le nombra con una connotación negativa, en vez de corregir la conducta que se considera indeseable y negativa (estás haciendo X de una manera muy lenta), se establece la lentitud como un aspecto de la identidad del niño, como una atributo permanente y se lo fija al mismo. El Otro se presenta imposibilitado de decir por ejemplo, “podrías  darte un poco más de prisa para x”, “te agradecería que lo hicieras un poco más rápido” porque  no está asumiendo su propia castración (porque su falta la tapona precisamente el “niño-lento”), tampoco puede por ello cuestionarse si acaso no será que ellos tienen demasiada prisa, que el mundo funciona demasiado aprisa y que  la constitución subjetiva es un proceso  lento que para ser llevado a cabo  requiere tiempo.

En segundo término, les hacía notar que pensar en hacer desaparecer o en corregir una conducta que nos parece negativa, remarcando constantemente la conducta o lo que es peor, y que es lo que sucede en la mayoría de las situaciones, repitiéndole al niño “tú eres eso”(un lento, un trasto o lo que sea)se nos aparece como algo contra toda lógica, como si cuando uno pretendiese borrar alguna línea o figura  en una papel en vez de usar la goma de borrar, repasara una y otra vez la línea o la figura. ¿Qué podría suceder? Seguramente llegaría un momento que el papel se rompería, pasaríamos hacía el otro lado de la hoja, haríamos un agujero.

Sin embargo, por paradójico que pueda parecernos, los padres pueden estar intentando de una manera que no es efectiva, cortar con un objeto de goce pulsional materno o con un goce a nivel del síntoma que el niño constituye para la  pareja parental, y debido a lo cual  obtura la falta que garantiza la circulación o el tránsito del deseo. Debido a lo cual los padres gozan al niño, dejándolo atrapado a la vez como objeto de goce. Y por eso también se trata de agujerear, de vaciar, de expulsar de ese lugar de la falta que debe haber, al objeto-niño que ha quedado obturándola  identificado con determinado objeto bajo un nombre (lento) que ha devenido signo, para liberar el goce de la madre o de la pareja y para liberar al niño-sujeto del goce de sus padres. Y para que dicho nombre devenga nuevamente un significante más  que circule en la dialéctica del deseo, pudiendo así el niño salir de ese lugar de objeto en pos de su advenimiento como sujeto de deseo. El problema es, que al no ser efectiva para ello, la manera en que los padres suelen abordarlo, lo que hacen es dañar al niño, romper lo que llaman autoestima y que el psicoanálisis teoriza en torno a   lo que denomina narcisismo e imagen narcisista, quedando el niño atrapado como objeto plus de goce que provoca rechazo o que es sancionado de manera negativa por los padres como en este caso. Aunque también el niño puede quedar quedar entrampado,  como un objeto de goce en relación a un aspecto que el otro sanciona positivamente, por ejemplo “ser bueno”. Identificación ésta que aún dejando a muchos  padres conformes, igualmente podrá provocar sufrimiento. En ese sentido basta tener en cuenta que hay padres  que atribuyen determinadas dificultades de su hijo/a (ceder siempre, no saber decir que no, etc. a “ser demasiado bueno”)

Al mismo tiempo, los padres quedando atrapados en ese goce que es inconsciente, gozan en el niño y al niño, aunque conscientemente  o aparentemente quieran terminar con el problema del hijo (en este caso con su lentitud), sin dejar de tener en cuenta que el niño también realiza su “elección forzosa”, la cual hace posible dicho goce(los padres repiten en su relación con el niño algo no elaborado de su historia de deseo y goce y el niño consiente esa repetición, lo cual puede quedar ejemplificado en dichos que es común escuchar en los padres como ser:“ya se lo he repetido o dicho x veces y lo sigue haciendo, he intentado corregirlo de diferentes maneras y no hay caso, cada vez va  a peor, lo hace a propósito, etc.)


¿Por qué sucede esto? ¿Pero cómo puede ser que con nuestra manera de proceder para  corregir algo de nuestro  hijo o hija que nos desagrada, lo que hagamos sea fijarlo más en ello?

 Para responder a ello hemos de considerar en principio dos aspectos fundamentalmente:

1-que esta manera de proceder es algo que podemos encontrar en muchos padres y madres por lo cual hemos de considerar si no habrá algo que determine que eso  tenga que darse de esa manera y no de otra,

2-y en segundo término, en que es una manera de proceder que no se da con todas las conductas de los hijos que producen aparentemente rechazo o malestar en los padres, solamente tiene lugar en relación a algunos aspectos muy acotados del hijo o hija en cuestión. En  este sentido, ante otros posibles comportamientos “negativos” de los hijos, los  padres son capaces de corregir los mismos sin hacerles devenir una característica  fija y molesta del niño o niña (son capaces de decir: deja de comportarte de tal o cual manera, deja de hacer eso, ya está bien de  hacer tal o cual etc.).
Digamos que en esos casos apreciamos una mayor movilidad de la libido o energía sexual que a diferencia de lo que sucede con la misma en la  situación anterior que nos ocupa,  ha quedado fijada, concentrada y detenida  en un determinado significante (lento, trasto, etc.) impidiendo al niño salirse o moverse de ese lugar. Asimismo, tampoco sucede solamente con significantes que califiquen negativamente al niño, sino que también pueden fijarlo a significantes que otorguen al mismo un valor positivo como puede ser decir que niño más bueno,  más inteligente, más respetuoso, etc. lo cual tampoco lo libra como puede pensarse, del malestar, como daré cuenta más adelante.


 Hemos de relacionar la manera de proceder que se  reitera- obviamente con algunas diferencias-en los padres, con la forma en que se produce la constitución de los sujetos (psíquicos) para el psicoanálisis. Este considera que  somos sujetos de y al Lenguaje, y el mismo  nos constituye como sujetos en falta,  incompletos por lo cual todo niño viene en principio a ocupar el lugar de la falta materna como el falo imaginario que completaría  o brindaría una satisfacción total al  Otro (materno). En este sentido,  una madre quiere devenir tal porque le falta algo que el hijo viene a colmar.

Ahora bien, esa completud es imaginaria, el falo la vela, pero la falta, el agujero en lo real  subsiste, y es nombrado por Lacan como objeto a (esté no es un objeto aunque se lo nombre así, sino que es precisamente es la falta de objeto).Además del niño, podrán venir a velar ese lugar del falo, otros objetos parciales: el pecho, las heces, la mirada, la voz.   

Todo  niño esperado en ese lugar de falta, para ser atendido en sus necesidades de supervivencia y especialmente para ser amado se posicionará en lugar de objeto; demandará al Otro qué me quiere, qué objeto soy para él y advendrá aquello  que el Otro diga o deje entrever  que espera de él, porque de ello dependerá precisamente su ser en relación al deseo del Otro materno(se es eso que dice el Otro, o no se es en un primer tiempo del Edipo ), y también que pueda, en un segundo tiempo, responderse  al “quién soy”. 
Ello nos permite retomando el planteamiento 1, responder a porque encontramos  esta “manera de proceder” en todos los padres. Es inevitable que en todos los casos  el niño reciba respuestas que fijarán su ser primordialmente a determinados significantes y no a otros (es un niño: listo, inquieto, lento, bueno, tranquilo, enfermo, sano, etc.).Esta primera operación en la constitución subjetiva Lacan la llama “alienación significante”, el niño queda alienado al deseo del Otro esencial para fijar su  ser, pero en la medida en que el Otro esté atravesado por la castración simbólica (por la falta constitutiva ya referida), podrá aceptar que el niño sea o no sea eso que ella y su esposo dicen o esperan  que sea, permitiendo al niño relativizar esas identificaciones, perderse como objeto identificado a ellas y subjetivarse entrando en  la dialéctica del deseo. Este segundo tiempo de la constitución subjetiva Lacan lo llama “separación”.

En cuanto al planteamiento 2 hemos de considerar que el hecho de que esa manera de actuar de los padres fijando al niño, ya sea a un significante que para ellos tiene una connotación negativa  como el “lento” o positiva, como puede tenerla el “bueno”, fijarlo como objeto a un lugar, a una determinada identificación, va a estar en relación no solamente al deseo de los padres sino también al goce (sufrimiento) que el  Otro (la madre en principio), pero también el padre, encuentren o quieran reencontrar en ese hijo, por lo cual los significantes que nombran determinados lugares para cada hijo en una familia y en las diferentes familias nunca serán los mismos, ya que aún estando en juego el mismo significante(lento), se anudarán de manera diferente  y tendrán distinto sentido,  porque cada familia tiene una historia de goces y de deseo diferente.  

¿Cómo es posible que los padres que según la creencia popular siempre quieren lo mejor para sus hijos, a veces actúen de manera tal que perjudican al mismo, y cómo es posible que diciendo querer una cosa (como los padres de Néstor que lo que quieren es cambiar su lentitud supuestamente), deseen en realidad otra?

¿ Cómo es posible que esta mamá o este papá que intentan a vista de todos corregir la lentitud de su hijo, quieran inconscientemente tener un hijo lento, y cómo ello es trasmitido y captado también inconscientemente por el niño?

Para ello he de retomar lo planteado unas líneas más arriba(2) donde haciendo referencia al rechazo que una determinada forma de comportarse de nuestro hijo puede provocarnos, subrayaba el término aparentemente, para considerar la división que existe en nosotros como sujetos entre consciente e inconsciente. Y tener en cuenta que tanto el deseo como el goce son inconscientes, por lo cual son aspectos desconocidos para nosotros en su totalidad  o en su casi  totalidad que  paradójicamente, determinan nuestra subjetividad.
 A raíz de esta separación entre consciente e inconsciente, es que una conducta de nuestro hijo que a nivel manifiesto nos puede producir displacer, rechazo y llevarnos a querer eliminarla (en apariencia) en otro nivel del cual no tenemos consciencia (por ello inconsciente), nos produce goce (término psicoanalítico que alude a un más allá del principio del placer que podríamos conceptuar como del orden del dolor, del sufrimiento y la pulsión de muerte). Dicho goce nos lleva a la vez a perpetuar el aferramiento a esos significantes ((características o conductas) que nos remiten al objeto de goce en un intento por eliminar la falta o nuestra  incompletud  subjetiva originaria.  Ese sufrimiento que es el goce,  del cual nada sabemos, más que es algo (una conducta, un forma de vínculo, etc. que nos deja merced al objeto de goce) que nos produce malestar, sufrimiento, pero aún así, no podemos modificar por más que lo intentamos de diversas maneras. El goce va a manifestarse en las relaciones particularísimas que cada uno de nosotros va a establecer  con diferentes objetos concretos de los que esperamos un placer ilimitado -que colme, que llene, de una vez y para siempre nuestra falta, un objeto que por fin  nos complete librándonos de la  permanentemente insatisfacción a la que la vida nos conduce-desconociendo que ella es lo que nos permite desear, sentirnos vivos, o sea, que nuestra vida tenga sentido.

Esos objetos pueden ser por ejemplo la droga, la comida, la ropa, las compras en general etc.  que van a ser simplemente subrogados de  otro tipo de objetos que el psicoanálisis llama objetos libidinales (oral, anal, mirada, voz y el falo que es un objeto con una particularidad inaugural ya que hace  posible la existencia de los demás objetos al  instaurar la dinámica de la falta en la subjetividad, la que a su vez es la que permite también que el niño venga a ocupar el lugar del falo que completaría al otro materno en el primer tiempo del Edipo Lacaniano.) que son los que comandan verdaderamente el goce. Y que  paradójicamente no son objetos reales, sino vestiduras imaginarias que cubren el lugar de la falta constitutiva de nuestra subjetividad (el llamado objeto a). Por ejemplo, cuando a los padres le genera un conflicto y malestar un “hijo lento” podemos pensar que es a nivel del objeto de la pulsión escópica que es la  mirada, y es en la mirada de los padres que este hijo está ubicado-visto como lento, cuando lo que produce malestar es que sea sucio, desordenado o excesivamente escrupuloso puede que hayamos de  remitirnos a la pulsión anal y su objeto que son las heces, si lo que nos molesta es que sea un traga, que sea un comilón, podremos estar ante exceso de goce de los padres y  también del niño si este asume ese lugar,  en relación al objeto de la pulsión oral que originariamente es el pecho.
Si nos hace felices que sea bueno o estudioso por ejemplo  también es como objeto de la mirada del otro que el adviene como tal  a ese lugar.

 No hemos de olvidar que este quedar fijado en el goce también se va a producir en relación a aspectos de nuestro hijo que pueden ser sancionados como algo deseable por los padres (el ejemplo de desear un niño bueno, tendrá una cuota de sufrimiento, de goce que podrá ser por ejemplo, ser el que siempre pierde, el que no sabe decir que no, etc. o cual puede provocar malestar en el hijo y/o en los padres).
En el tema que intentamos abordar, el niño lento, o lo que sea, viene a ocupar en el lugar de la falta(falo)  en el deseo (inconsciente) de la madre o de la pareja el lugar de objeto-niño-lento que produce displacer en los mismos a nivel consciente pero seguramente anuda  algún goce(inconsciente). Cuando digo de la madre o de la pareja parental lo hago porque muchas veces vemos que es a la madre a quien le incomoda solamente o a la que le genera más malestar “esa manera de ser o  de comportarse del hijo” y en otras es a ambos padres.  También el hecho de que esta dificultad surja y se fije  en relación a algunos aspectos del niño y no  a otros, y a que sea diferente en cada hijo, en cada madre o pareja parental se debe a la particularidad del deseo de cada sujeto y de su historia libidinal (esto es, que todos tenemos diferentes maneras de gozar lo hacemos en relación a diferentes objetos porque en nuestra vida aprendimos a hacerlo de maneras diferentes que son particulares, propias de cada uno). Ello determina que para unos padres lo que les moleste o les produzca malestar en el  hijo sea un determinado aspecto mientras que para otros padres serán otros aspectos los que les generen conflicto. Por eso tal vez aunque su hijo actué de  la misma  manera que el hijo del vecino, ello no les afecte y sí les pueda afectar algo que a los otros no.

Los motivos por los cuales los padres van a articular su goce en el hijo pueden ser muchos y muy variados, pero por citar solamente algunos ejemplos podría darse el caso de que algunos de los padres también hubiese sido un “niño lento” (en cada caso el significado de ello es diferente y solamente se sabrá algo del mismo hablando- desplegando la cadena significante- sobre lo que cada cual interpreta como tal) y la fantasía inconsciente de los padres puede ser que para estar más unidos, el hijo ha de ser igual que ellos en ese aspecto, o en la familia hay o ha habido algún familiar amado u odiado que portaba ese rasgo de lentitud, y entonces que el hijo también lo porte permite  reeditar un vínculo de placer o de  goce (sufrimiento) cuyo duelo no ha sido elaborado. También  puede estar en juego el miedo a que el hijo sea diferente, crezca rápido y sea autónomo, etc. Todo ello se trasmite al niño merced al lenguaje: lo que se dice y lo que no se dice porque es tabú, secreto ya sea por terrible, vergonzoso o demasiado maravilloso, pero que muchas veces se dice mediante gestos, actitudes, etc.


Que el goce de los padres se asiente en el niño, como  en este caso en  esa lentitud de Néstor y él consiente que así sea (ya que el niño también elige de acuerdo a su también peculiar manera de gozar, lo que en él va a hacer síntoma) va a generar en algún momento malestar, ya que los padres van a estar tratando infructuosamente  de realizar en  el hijo algo propio, y por tanto le negarán como sujeto diferente, y el hijo asumirá lo que ellos le demandan pero su malestar por no poder asumir su diferencia identificatoria, le llevará  construir síntomas que también provocan malestar.

En ese  sentido, entendemos que  pueden surgir  dificultades  para la instauración ya sea del primer tiempo de la constitución subjetiva como de este segundo, y dichas  dificultades que pueden generar malestar en el niño y/o en sus padres- como sucede con Néstor el niño del cuento- y ese malestar a veces es lo que puede llevar a los padres a  realizar una consulta psicológica.

Las diversas dificultades que pueden presentarse encuentran apoyatura teórica en el planteamiento que realiza  Lacan en  "Dos notas sobre el niño", donde propone  tres lugares que el niño puede entrar a ocupar en la estructura familiar a partir de cómo se ubica con respecto a ser objeto de deseo del Otro, el niño como síntoma –de la verdad de la pareja parental-, el niño como objeto –condensador de goce del Otro- y el niño como falo -identificado con el objeto imaginario del deseo del Otro.
Y agrega que la situación más compleja se presenta  cuando el síntoma  representa la verdad de la pareja familiar, pero que no obstante dicho caso “es también el más abierto a nuestras intervenciones”. En cambio, Lacan advierte, la operatividad del analista se dificulta cuando el niño “realiza la presencia del objeto en el fantasma materno”.
En el primer caso el niño ocupa el lugar de falo pero sin colmar totalmente la falta materna, por lo cual opera la castración simbólica, el niño responde al Otro en el intervalo de su falta; en cambio en el segundo caso el niño colma totalmente la falta materna que  en realidad falta, realizando por lo tanto la presencia del objeto en el fantasma materno.

Obviamente que el  texto trabajado  sobre Néstor nos sirve para traer al tapete estas cuestiones, pero no nos permite -y tampoco es mi intención- ubicar de cuál de las dos  situaciones referidas por Lacan se trataría  ya que no estamos ante un caso clínico, ni se trata de un sujeto en consulta, ni tampoco se trata de un síntoma( el cual es algo a construir) Por lo tanto, el “niño lento” podría responder a cualquiera de esas situaciones  si se tratase de una situación real y no hipotética como la que intento abordar en este escrito.
Sí podemos suponer para pensar esto, que Néstor a la pregunta que me quiere el Otro se ha respondido con la construcción de una respuesta (concepto de fantasma para el psicoanálisis- fantasma  materno este caso, ya que es a trabajar si estuviéramos ante una consulta, qué de eso puede estabilizarse de cara a la construcción aún en proceso del fantasma del niño-) que  únicamente y/o primordialmente y machaconamente le dice: “que seas un objeto –niño lento”. Habrá que investigar  en cada situación, en cada caso clínico porque y cómo se ha producido la construcción de esa respuesta  y para producir saber en torno a  ello la habremos de  abordar aspectos del deseo de los padres respecto al hijo en cuestión.
En algunas situaciones puede responder  a que el niño  llega marcado por el significante de lo reprimido, forcluído o renegado en la unidad familiar, o la pérdida de alguien cuyo hueco no consigue llenar. El retorno de lo reprimido, renegado o forcluído, de lo que se ha rechazado es algo que se pretende olvidar, de lo que no se habla, o que se enuncia desde el lado de la agresión o el reproche. Lo familiar, el peso de las generaciones, influye en la producción de la subjetividad a través de lo que Freud denominaba el superyó de los antepasados, que pasa vía identificaciones de una generación a otra.

Cuando sobreviene el malestar en relación al goce, ya sea en la familia y/ en el propio niño como en el “ser lento” en el caso de Néstor, para poder modificarse el mismo, habrá que hacer de la conducta o rasgo significante que genera  displacer  enigma, síntoma, en cuyo caso podrán  surgir diferentes preguntas en relación al mismo: los padres se preguntarán de donde viene ese significante lento,  acaso a  veces venga de su propia  historia infantil y/o familiar (yo también era lento, mi hermano era lento), acaso nombre otro tipo de  lentitud que se mantiene reprimida en los padres porque saber sobre ella produciría mayor malestar que esta que sí se puede aceptar en el hijo, etc. y también se preguntarán sobre el goce en juego en dicho síntoma: para que quiero o me puede “convenir” tener un hijo lento,  acaso para mantener un vínculo con ese hermano lento del que ahora estoy alejado, para poder estar pendiente de él, para perpetuar así un vínculo de dependencia con mi hijo, para tener un motivo para sentirme importante, valiosa y ocupadísima, para sentirme mejor madre, para poder quejarme a gusto y gozar con mi papel de víctima del destino, etc. habrá tantas posibilidades como personas. Podremos también cuestionarnos si acaso no  seré yo, nosotros el /los que tenemos demasiada prisa por algo y no es que el niño sea lento.


 En el cuento, la lentitud del niño provocaba el malestar a toda la familia y se extendía a personas de medio extra-familiar como la maestra y los amigos, y en un segundo momento afecta también al niño. Lo que no sabemos es si lo que le afecta es que le machaquen todo el tiempo diciéndole lo lento que es, o si él también piensa de sí mismo que es lento y ello le produce malestar: angustia, miedos, desánimo, deseos de aislarse de todos,  sentimientos de inadecuación por terminar último las tareas, llegar tarde a todos lados, etc. Tampoco sabemos si quiere e intenta cambiar esa lentitud pero no puede,  ni si ello le preocupa o no, ni si  hace alguna pregunta respecto a ello, como podría ser, porque le sucede eso, si él quiere ir más deprisa porqué no logra hacerlo, o si piensa que el va bien, pero los que tienen el problema y siempre meten prisas son los otros.
Si el malestar referido, solamente es experimentado por los padres, podríamos  decir que  se trata de un síntoma de los padres(que el niño es para sus padres), si a ese malestar se agrega también el malestar del niño respecto a eso que le sucede, así como su querer cambiar la situación y no poder, así como el realizar/se las referidas preguntas u otras en relación a lo que le sucede, podemos pensar no solamente que estamos ante algo que ha dejado de ser un simple signo y hace síntoma(se pregunta por un sentido  del mismo, se le supone un sentido), sino que precisamente hace síntoma para el niño por lo tanto es un síntoma del niño.



¿Cómo los padres  trasmiten al niño algo diferente de lo que conscientemente dicen querer?
Por  ejemplo, una madre que espera inconscientemente algo de su hijo, como que sea lento  y que a nivel consciente quiere corregir ese aspecto de su hijo(o más bien suyo, que ha proyectado en su hijo), por ejemplo la lentitud, tal vez hará muchas veces sin darse cuenta  que el bebé se adapte a un ritmo lento de adquisición de determinada maduración o conductas . Desde su decir y /o desde  sus actitudes el niño captará ese mensaje y podrá cumplir el deseo materno plegándose totalmente al mismo (será un niño lento para todo para casi todo), podrá satisfacerlo pero dará cuenta de que ello le produce malestar y como defensa generará diversidad de síntomas: le costará o será lento para aprender en la escuela siendo un niño intelectualmente capaz, o su crecimiento físico y emocional, sufrirá alteraciones y se hará a un  ritmo más lento que el habitualmente esperado de acuerdo a los parámetros de desarrollo “normal”, o parecerá deprimido, por poner solamente algunos ejemplos.


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