LA
PERVERSIÓN DEL DISCURSO CAPITALISTA ACTUAL Y ALGUNOS DE SUS EFECTOS EN LA
SUBJETIVIDAD.
"La creación del
hombre neo-liberal ha llevado a una
revolución de nuestra economía psíquica consistente en el desplazamiento de una cultura basada en la lógica de la neurosis (la represión, la la culpa, la deuda el sacrificio)
a una cultura que promueve la perversión, los
desordenes narcisistas y la psicosis ordinaria”.
"Si
el sujeto moderno es Kantiano en la medida que obedece a la ley que lo obliga a considerar al otro como un fin en sí mismo, la ley Sadiana que
ordena gozar empuja al sujeto postmoderno a considerar al otro como un medio para alcanzar sus fines”.
“El sujeto perverso y el
capitalismo total” Francisco de la Peña
Martínez, en “La otra versión del padre: perversiones"; Ed.
Ledoria, Toledo, 2004.
Partiré para escribir este texto
de una imagen que me golpeó hace bastante tiempo en uno de las emisiones del
programa “Callejeros”: un hombre de unos cuarenta y tantos años contaba al
periodista su situación socio económica y laboral crítica,
explicándole que en unos días no tendría
donde vivir porque sobre él y su familia pendía una orden de desahucio. Lo
decía desesperado, mientras en su camiseta sobre su pecho se podía ver en
letras enormes: “EMPORIO ARMANI”.
Indudablemente la marca
vende, se vende, ya que el Otro actual no la da (no hay don simbólico), y los sujetos hacen lo imposible por comprarla
y pagan de más por adquirirla, no solamente por las más o menos
cuantiosas cifras que cuesta “estar vestido de marca” (identificación
narcisista), sino por las horas trabajadas muchas veces en empleos que nada tiene que ver con el deseo de quien muchas veces no tiene más
remedio que realizarlos para cubrir necesidades básicas para la supervivencia y
estas otras, que no lo son, pero que se han tornado gracias al reforzamiento
adecuado, también en necesidades de este mismo orden para “el ser”. Pagan en empleos que encima muchas veces están mal pagados y son llevados a cabo en diversidad
de condiciones laborales cada vez más
precarias, y también a la larga, lo hacen con desahucios y malestares
diversos.
Hoy la identidad se define por el objeto y por la marca, a pesar
de las consecuencias a que son llevados en este circuito infernal del consumir
para ser, del ser lo que se consume, del ser que se consume o es consumido por
el consumo finalmente. Marca solamente imaginaria de pertenencia en
coalescencia (que no ex -istencia) ante
la caída de las marcas simbólicas que alojaban al sujeto en el Otro del lazo social en la época del discurso del Amo.
Pero, de manera insólita, esta fusión o soldadura del ser con la marca del objeto que vende
identidad y la ilusión de pertenencia e inclusión, en el Emporio Armani en este
caso, o en cualquier otro, no impide para nada, al contrario(solo le importa en
calidad de consumidor, no está
interesado salvaguardarle como persona),
que el sujeto se pueda encontrar en cualquier momento, al decir de un programa
televisivo, “con el culo al aire” o “en pelotas”, que viene a ser más pertinente
en este caso por cuanto da cuenta de quedar en la desnudez más radical, caído él mismo como
objeto porque esa marca, al contrario de la marca simbólica de antaño forjada
en los ideales, en la distancia entre el ser y el deseo del ser, no le
sostiene.
El problema es cómo, hasta
quienes viven en condiciones sociales paupérrimas quieren también tener acceso
a esos objetos, porque aún en las peores condiciones, siempre hay medios
audiovisuales en cualquier casa, fundamentalmente la televisión, donde la
publicidad intenta vender con un mismo mensaje que obviamente no tiene en
cuenta las diferencias de posibilidades
adquisitivas de los televidentes, y en la vida cotidiana también los
escaparates cumplen esa función de pantalla que atrae al ojo en pos de los
objetos. El despersonalizado Mercado, de forma permanente y agresiva, atrae a
sus hipnotizadas víctimas a la impulsión de la compra y del “goce ya y como
sea”, mimetizando al sujeto con los objetos.
Este mandato super-yoico
feroz, en aquellos casos en que las personas no tienen los medios económicos
para acceder a la compra de los mismos(o aquellos que sí los tienen pero
siempre quieren más), se lleva por delante muchas veces toda barrera ética, y
así en pos de estos objetos hay a quienes no les importa ya robar, matar,
prostituirse; la desesperación por el consumo de la promesa del goce absoluto del objeto, quiebra el pacto social fomentando individualismo y la
competencia despiadada, pues ya no hay Dios ni Padre que promueva ley de
prohibición alguna, en cuyo nombre y por amor el sujeto deba estar dispuesto a resignar
su goce pulsional.
En otros casos, entre
quienes no sobrepasan esa barrera, se presenta el odio y la gama de afectos y sentimientos
que van en su línea: la envidia, la frustración, la rabia y el resentimiento.
Verse privado de los objetos de goce, suponer que los que lo tienen gozan y
gozan más, o sea gozan sin falta, provoca sufrimiento. Y aunque es un
engaño esa creencia en la completud o total satisfacción, los sujetos en esta lógica del consumo lo desconocen. Y así, a quienes sí pueden acceder, los mantiene funcionando adictos a la rueda del
consumo, en la creencia de que si este objeto no es suficiente para otorgarle el placer del placer, siempre habrá otro pronto
a ser ofrecido, que ¡ahora sí! me otorgará la plena satisfacción. Todo consiste
en perfeccionar el objeto (más rápido, con más funciones, etc.). y así
enganchados sin cejar en su re-negación
de la falta siguen de la ilusión a la desilusión, de la euforia a la
depresión, del síndrome de abstinencia al entusiasmo de la nueva adquisición, y de ahí de nuevo vuelta
al bajón, y así ad infinitum, siempre cuando dejen algún lapso de tiempo entre
cada compra y la siguiente, pues puede que para no sentir el bajón no paren nunca (ese aceleramiento sin
pausa es lo promueve precisamente el tipo de “música” que habitualmente hay en
los locales de venta).
Y a quienes no pueden
acceder a los mismos, los hace sentirse injustamente excluidos del goce que
suponen supremo, simples espectadores del goce de los otros en-vide-ando y
maldiciendo a quienes si creen que pueden acceder al Paraíso, desconociendo que
es solo de artificio, y ni aún así cumple bien su oficio, porque somos seres en
falta, caídos del supuesto y solo
imaginario lugar celestial. La defensa que algunas de
estas personas pueden anteponer ante tales sentimientos, para
soportar y hacer menos dolorosa su privación, puede ser la devaluación de esos
objetos o del acceso a los mismos, como hacía la zorra en el cuento de “La
zorra y las uvas” para auto-convencerse que no se perdía nada que valiera la
pena; cuando ello no es posible, seguramente la bilis negra corroerá su alma y sus vínculos.
Otra posibilidad, es
encontrarse en un lugar en el que aún
pudiendo contar con los medios económicos para acceder a los objetos, la persona sea
capaz de resistir la tentación del
desenfreno y adquirirlos de manera discriminada, en base
a un consumo responsable tanto consigo mismo/a , como con los otros y
con el medio, lo cual requiere el
ejercicio de la libertad, única que permite el
poder de decidir, y eso implica ser capaz de pensar, y esta capacidad
precisamente es la que se encuentra muy disminuida ante la colonización que de
ella ha hecho el funcionamiento del mercado actual.
Pero independientemente de
cuál sea la forma en que las personas se posicionen frente a esa impulsión(actuación) al goce, ya sea que
lo satisfagan supuestamente respetando las “normas” ( porque muchos de esos
objetos han sido ya realizados violando importantes normas- trabajo infantil,
explotación, etc.), que se defiendan de él, que lo satisfagan violando toda
norma, no deja de ser una perversión del sistema que se promueva ese goce sin
límite para todos sin crear las
condiciones mínimas para que algo de la satisfacción del mismo sea posible. Por el
contrario, cada vez hay más desempleo y ello implica que cada vez más personas
se sienten excluidas del acceso a los
objetos que supuestamente hacen posible la satisfacción, por lo que están
sometidas a un doble engaño: creer que esos objetos la brindan, y creer que no
la obtienen porque no tienen las condiciones laborales y socio-económicas para acceder a los objetos
que permitirían alcanzarla.
Obviamente el goce no está, ni estará, ni tiene por qué estar bien o
justamente distribuido; y encima nunca hay “el goce”, sino que hay “los goces”: oral, anal, escópico o de la mirada, invocante o del oído, para el psicoanálisis. Y si bien esto no ha sido así en toda la historia de la
humanidad, porque no hay medida, no se puede medir, en épocas anteriores el pacto social intentaba regular basándose en el
ideal de justicia, democracia y libertad una distribución de las condiciones
que posibilitaran acceder a esos objetos de goce, supuestamente de manera más
equitativa.
Ahora ya no, mientras quienes tienen mayor acceso a los objetos de consumo, y cada
vez más, los otros, los desarrapados
del mundo al decir de Paulo Freire, quienes no lo tienen, se los somete a
idéntica presión sobre su ser pulsional, pero al mismo tiempo se les reducen y
quitan los medios que permiten acceder a
ellos dentro de los permisos (ya no puede siquiera llamárselas normas) que
otorga el sistema: cada vez trabajan más
horas por menos dinero, cada vez hay quienes intentan pasar de los convenios colectivos, cada vez las
empresas pueden trasladarse de un lugar a otro según sus conveniencias y sus ganas, etc., y lo que es peor, se deja fuera de
combate a la principal arma para
poder tener la libertad de pensar y sentir que se la tiene, única que permite el
ejercicio libre de una verdadera elección: la educación crítica, la educación como ejercicio de la libertad.
Aunque las personas creen que están
siendo libres de elegir, solo eligen y aún relativamente el objeto que
consumen, y digo relativamente ya que muchas veces no pueden decidir porque no
logran conjugar en un solo objeto las cualidades de los tantos que atiborran sus sentidos, y poder elegir
implica estar capacitado para resignar algo para ganar lo otro, lo cual es
imposible cuando nada se quiere perder. Tampoco están muchas veces en
condiciones de decidir en qué cantidad consumen los mismos.
Y finalmente el sistema castiga tanto a quienes no se incluyen en la rueda
del trabajo y del consumo, como a
quienes no pudiendo hacerlo, o mantenerse en
la del trabajo( que es el que brinda los medios para intercambiar el dinero por los objetos en cuestión), optan por forzar su entrada de manera ilegal en la del segundo. Pero eso sí, solo en forma más severa o principalmente a los sin nombre o los nadie, como les llama Eduardo Galeano.
Los nadie.
"Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con
salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que
llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy,
ni mañana, ni nunca, ni en llovizna cae del cielo la buena suerte, por mucho
que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten
con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los niguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanías.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata".
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los niguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanías.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata".
(El libro de los abrazos).
Felicitaciones Anabella por tu nuevo blog!!!
ResponderEliminarMuchas gracias Luis, un abrazo.
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