
“Nadie quiere la noche” una inmensa e intensa metáfora del ser humano, de su partida, de sus
partidas a la búsqueda de sus sueños, ese
Polo norte del Ideal, paraíso lejano pero imaginariamente perfecto: ¿el amor, la grandeza,
el reconocimiento, la inmortalidad? Llegar a él
merece estar dispuesto como lo
está la protagonista de la historia, una Josephine Peary magníficamente
interpretada por Juliette Binoche (doble noche sí, en esta película), a correr todos los riesgos. Obstinación y oídos sordos a advertencias de peligro y locura
ante tamaña osadía .Y tropiezo, caída en la tremendamente gélida, cruda y casi interminable
realidad: ese sol que se duerme, esa noche invierno que llega aunque no se la
quiera, y aún así, en medio de la desolación, la belleza grandiosa de la fotografía y del/el paisaje, que aún en medio de la intemperie de
esa noche casi interminable, no podemos
dejar de admirar. Encuentro con lo Otro, supuestamente extranjero: otro paisaje,
otra mujer, otra cultura, “otra realidad”
cruda o más cruda (lo real), que la únicamente creída y sentida como propia
hasta el momento. Pasaje de la domesticación de la ciudad a la Naturaleza más salvaje. Y esa otra voz que
pregunta: “¿qué buscan?” Y mal supone: “si
lo tienen todo” Y para colmo, lo que se busca
no existe… más que en la imaginación, o quizás al final no era… nunca es lo que
creíamos que sería. ¿Alguna vez fue? Puede que sí, pero ahora ya no. Desilusión,
asombro, perplejidad, burla, enfado,
congoja, miedo, tristeza, dolor mucho dolor, meandros del
duelo. Búsqueda de la cercanía en la una mujer, de aquello que nos hermane: “yo
mujer-¿tu mujer?” para cortar las diferencias y acortar distancias y permitir el lazo; humildad, confianza, apertura,
naturaleza receptiva dispuesta a dejarse domesticar como aquella rosa. Rechazo
en la una Otra : “lo extranjero” generador de asco, aislamiento, impiedad, egoísmo ,altanería,
creencia en una supuesta superioridad, maldad .Dualidad, enfrentamiento,
batalla que finalmente deviene derrota …de
la parte más altanera …¿de una misma? que adviene al fin triunfo de la hermandad.
Yo te salvo, yo te cuido aunque tú no quieras aceptarme, necesitas
acá de mi, en este medio, de esta oscuridad y crudeza nada sabes, yo te ayudo a
sobrellevarla, yo te salvo y luego, tu agradecimiento aunque difícil de nacer, hace
que quieras salvarme. Y entonces juntas nos salvamos: ya no hay tú ni yo, ni tú
o yo, o tú en contra de yo, hay NOSOTRAS
y hay él, el que nace de dos mujeres, fruto, creación que trasciende nuestra rivalidad por aquel Hombre.
Y ese fruto que lamentablemente se pierde. Aunadas en la
pérdida perdida de límites yotu, naturalezacultura,
durezadelicadeza, lo extranjero que ya dejó de serlo.
Y luego otro Hombre que llega y reinstaura la separación, y ya no ser capaz de poder ser, de querer ser sobrevivir
la una sin la otra, no poder ya ser “yo sin mi” sabiendo que una parte de nosotros
ha muerto (el bebé)
Y elegir tu caída y mi salvación, donarme tú, darme la vida, y asumir yo en mí, tu yo, TU NOCHE QUE ES TAMBIÉN LA MÍA
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