Más bien diría, la simbolización de la pérdida, única posibilidad de que la misma deje su omnipresencia.
El actor Ricardo Darín en una entrevista realizada
por Gastón Pauls en “Dos solos”, (a
los 39’’ 20')haciendo referencia a la relación
de culpa que él establecía con los otros dice : “yo creo que todo eso es por
culpa, o por problemas en la infancia, se te cayó un helado y no te lo
repusieron, porque si no, no sé porque uno se tiene que hacer cargo de cuanto
te planteen los demás, yo atravesé gran
parte de mi vida haciéndome cargo de ese
tipo de cosas, insisto, no por buena persona sino para mejorar mi imagen
respecto a mí mismo, ….y antes respecto a los demás, pero ahora cada vez menos…ya
no es responsabilidad mía el estado de ánimo del grupo”
Seguramente para
la mayoría de la gente, la referencia a ese helado al que el actor atribuye un
lugar trascendente en tanto causa de su
posición ética como sujeto de deseo, pase desapercibida; o si no lo hace, puede
que para muchos carezca de sentido(“no tiene nada que ver una cosa con la otra
dirán), y hasta pueda inclusive
resultarles ridícula o cuanto menos graciosa: ¡mira que asociar la culpa a un helado que se cayó y no
fue repuesto!, este tipo está de broma, o hasta puede que piensen algunos: ¡estos
argentinos siempre pensando psicoanalíticamente se pasan!. Y sí, se trata inevitablemente
de pensar con el psicoanálisis, porque es la teoría o concepción del Hombre que
toma en cuenta su ser de inconsistencia, el que hace posible entender cuál es la posición del sujeto del inconsciente y el
por qué de la misma, en ese decir que el actor dice y que de él dice, sin saber
lo que se dice.
Desde ese lugar de un saber no sabido que se dice,
Ricardo Darín atribuye la categoría de “trauma
de infancia” a la caída supuesta de un helado no repuesto. Habría sido
interesante, y sin lugar a dudas revelador, y quizás hasta del orden de la
re-creación para sí mismo, el haber podido
interrogarle sobre ese “helado no repuesto”, y escuchar sus asociaciones de
pensamiento-afecto al respecto, las cuales le habrían permitido posiblemente
apropiarse de ese saber (hacer consciente, lo inconsciente) para entender un
poco más acerca del porqué de su posición;
y así poder des-identificarse sabiendo
aún más de la misma. O sea, desprenderse o restar aún más esa culpa a la cual
hace referencia, y su exagerada tendencia al deber -manifestación de su
conciencia moral- derivada de la misma.
Deber que en etapas anteriores de su vida según nos
dice, hizo insoslayable su necesidad de reparar, subsanar, ayudar al otro en
demasía o con cierta desmesura, pagando según puede leerse ente líneas -como él
mismo nos sugiere que lo hagamos en determinado momento de la entrevista-, de
más al Otro, y por el Otro. Estamos ante lo que podemos denominar castración,
deuda simbólica del sujeto con el Otro asumida por el sujeto y que por tanto ha
de ser pagada.
Pero ese sería el
trabajo que se realiza en un psicoanálisis, y en este artículo no se trata de
analizar a Darín, lo cual por otra parte es imposible, además de que sería un disparate la sola
pretensión de llevarlo a cabo, ya que un psicoanálisis solo es posible con el deseo del sujeto y el consentimiento
de su persona, y solamente en una
relación analítica.
Sin embargo, si
podemos decir, que lo que él manifiesta no es sin sentido. Al contrario, sus
palabras remiten al origen común de la responsabilidad subjetiva que es acerca
del deseo propio, la cual queda inaugurada siempre, para todo sujeto
constituido como tal en función del Lenguaje (el sujeto es una función del
Lenguaje en definitiva. y no al revés, aunque podamos de ello lamentarnos como
de hecho nos sucede, pues no nos queda otra), por la caída o perdida de un
objeto que Lacan llama objeto a, y que paradójicamente no es ningún objeto,
sino el nombre que él da al agujero mismo, a la pérdida del objeto. Lugar vacíoque metafóricamente será, subrogado o sustituido(simbólicamnete)vía metonimia por
diferentes objetos, entre ellos el objeto de la pulsión oral, al que muy bien
puede hacer referencia el dichoso helado del que nos habla el actor, y que
remitiría a la experiencia del destete. Pérdida de un objeto que como él bien
dice, no te repusieron, porque esa pérdida originaria no es posible de ser
reparada totalmente, esto es, que ningún objeto podrá posibilitar en el sujeto el
hacer como si esta nunca hubiera existido.
Obviamente la pérdida y la no reposición
del helado, es una manera de nombrar algo que es innombrable (¿Cuál es el
objeto que se pierde en la entrada originaria del sujeto en el lenguaje?,
¿acaso no es el propio sujeto devenido ahí objeto en relación al propio
lenguaje?). Por eso no se trata de que le repusieran o no el helado, es más,
para nada se trata siempre y en todos los casos de un helado, podría tratarse
de otros objetos donde la pulsión oral u otras (anal y su objeto, el escíbalo ,
la escópica y su objeto. la mirada, o la invocante y su objeto, el oído) se pudieran
encontrar satisfacción, aunque obviamente es muy probable que para los niños los
helados como alimento dulce generalmente
asociado a cierto plus de goce fálico
(premio muchas veces) sirvan más que otros objetos comestibles para enlazar el plus de goce de la pulsión
oral ; aunque para Darín, en el momento de su enunciación estaba efectivamente en juego la pulsión oral y el pecho como
objeto.
Aún así la vivencia de pérdida simbólica
o castración hubiera existido igual, ya que nunca se puede recuperar
exactamente (igual a sí mismo) el objeto
perdido, y tampoco se sabe bien que objeto es, porque en definitiva ese objeto
remite a ese Otro que yo creo (de crear
y fantasear) que en algún momento fui para mí mismo antes de saber de la diferencia entre el je y el Autre. Ese ideal del yo que tengo
como referencia, encarnado o materializado en un objeto concreto, pero que nunca
se trata de un objeto concreto, sino de una imagen de completud perdida (yo ideal) recreada por mí respecto de mi mismo. Digamos
que los objetos que vienen a cubrir el agujero (obj a) son la re-creación simbólico-imaginaria necesaria que hago a partir del
Otro (partiendo al Otro) para poder separarme de mí mismo/Otro indiferenciados, para devenir realmente diferente del Otro. (la exitimidad en Lacan,
lo más interior que sin embargo es exterior a la vez) Y la recuperación o
reparación siempre será imposible por
estructura, e implicará otro objeto, nunca el mismo, aunque materialmente el
objeto pueda ser igual. Esto significa que una vez el sujeto es apresado en la
red del lenguaje, la identidad de percepción es imposible.
Y esa pérdida
siempre remite a la infancia, no porque el psicoanálisis se empeñe en remitir
al sujeto al pasado porque sí, sino porque, solamente ubicando en el pasado la
ex -istencia de la misma, el sujeto puede crearse una ficción para hacer soportable por la vía del sentido
(otra mejor no hay)el desgarro que esta constituye(1), solamente sabiendo lo
que ficcionalmente tuvo lugar en el pasado, puede aproximarse un
entendimiento-lectura de su posición
actual en relación a la misma, e intentar
en el caso de un análisis, su
rectificación subjetiva de cara al futuro, buscando aminorar el sufrimiento.
Esto que en el psicoanálisis deviene o va deviniendo -ya que se produce muchas veces
en relación a diferentes goces-, como producto del mismo, y que este denomina hacer una rectificación subjetiva, es
un cambio de posición que en este caso el
actor dice haber hecho en alguna medida: “yo antes… y ahora ya no tanto, o ya
no….”
(1)
También Ricardo
Darín lo dice de otra manera, al referirse a la ventaja que implica para
alguien, -en este caso para su hijo, que le plantea su deseo de dedicarse a la actuación como él- el poder vivir de una
actividad que posibilite la sublimación, en oposición a tener que vivir de
actividades que solamente o fundamentalmente permitan sobrevivir. No es lo
mismo poder vivir de sublimar el desgarro,- sublimar siempre
implica creatividad, creación, y por tanto puesta en juego del deseo más
auténtico del sujeto-, que adaptarse al
mismo taponándolo o entreteniéndolo y distrayéndolo con objetos de consumo(creados por otros),
casi la única salida para quienes dedican el tiempo a tareas que en realidad
son ajenas, la mayoría de las veces incluso contrarias totalmente al deseo y
por tanto a la libertad (interior) del
sujeto, y a la expresión más auténtica
de su deseo de ser.
Es en el origen, y por tanto en el pasado y en
la infancia donde la pérdida ha acaecido para el yo del sujeto, siempre y
cuando haya habido obviamente registro de la pérdida ya que ello permite
diferenciar y relacionar pasado-presente y futuro. Registro posible porque el infans que es el bebé que aún no habla, pero sí está ya de entrada tomado en la red
del lenguaje a través del Otro, porque es dicho, hablado, esperado, deseado en
un lugar nombrado por el Otro del lenguaje, de lo social(los padres ), un ser
en el lenguaje como dice un precioso e interesantísimo artículo (*)
(*) Un trabajo interesante en francés : De l’infans à l’enfant : les enjeux de la estructuration subjective, par F. Frédérique Berger WWW.cairn.info/revue- bulletin-de-psychologie.
“El
estudio del juego de "Fort-Da" es fundamental para entender el
proceso de acceso a lo simbólico y su relación con la represión primaria. En su
artículo titulado "Más allá del principio del placer" (Freud, 1920,
p. 13-20), Freud describe en detalle la dimensión estructural del "juego
de la bobina" en su pequeño de edad, hijo de un año y medio . En ausencia
de su madre, el niño juega con una cadena de bobina adjunto. Él lanza de la
cama y dijo, "O - O - O," Freud traduce como "fuerte" (a la
izquierda) y felizmente de vuelta diciendo "Da" (aquí) y luego
repetir este juego y desaparición completa reaparición con mucho gusto. El niño
toma una actitud activa y se convierte en maestro de salida de mamá, que tiende
a simbolizar, pero vive profundamente la separación, la pérdida, más allá del
principio del placer, que afecta a casi a la pulsión de muerte . Freud da un
lugar central en los conceptos de separación y pérdida al insistir en que el
niño es incapaz de distinguir la ausencia temporal de la pérdida permanente;
que puede incluso conducir "aphanisis" del sujeto (Jones, 1927), su
negligencia en el cumplimiento o su aniquilación.
Al tomar este ejemplo clínico, Lacan da la
bienvenida a la brillante intuición de Freud, lo que nos permitió reconocer que
"(...) cuando el deseo se convierte en humano es también aquella en la
que el niño nace con el lenguaje. "(Lacan, 1953, p. 318-319). Al hacer
hincapié en este juego de apagón, que revela el proceso de simbolización y la
eliminación primordial vinculado a él, Lacan está en la raíz de la orden
simbólico y la esencia de la estructura subjetiva, aunque ' es en el sentido de
un exilio irremediable. De hecho, "El sujeto es exiliado significante, que
sólo él representa, y exiliado desde el conocimiento de que es el agujero: esta
es la invención freudiana de la represión primaria. "(Sauret, 2000, p.
26).
(LOS SUBRAYADOS SON MÍOS)
El texto original en francés:
(L’étude du jeu du
« Fort-Da » est fondamentale pour bien saisir le processus d’accès au
symbolique et sa relation au refoulement originaire. Dans son texte intitulé «
Au-delà du principe de plaisir » (Freud, 1920, p. 13-20), Freud décrit
minutieusement la dimension structurante du « jeu de la bobine » chez son
petit-fils âgé d’un an et demi. En l’absence de sa mère, le petit enfant joue
avec une bobine attachée à une ficelle. Il la jette hors du lit en disant « O –
O – O », que Freud traduit par « Fort » (loin, parti) et la ramène joyeusement
en disant « Da » (voilà), puis il répète ce jeu complet de disparition et
réapparition avec beaucoup de plaisir. L’enfant assume une attitude active et
se rend maître du départ maternel, il tend à le symboliser, mais, profondément
il vit une séparation, une perte, un au-delà du principe de plaisir, qui touche
de près à la pulsion de mort. Freud donne une place centrale aux notions de séparation
et de perte en insistant sur le fait que le nourrisson est incapable de
distinguer l’absence temporaire de la perte durable ; celle-ci peut aller
jusqu’à provoquer « l’aphanisis » du sujet (Jones, 1927), sa déréliction voire
son anéantissement.
En reprenant cet
exemple clinique, Lacan salue l’intuition géniale de Freud, qui nous a permis
de reconnaître que « (…) le moment où le désir s’humanise est aussi celui où
l’enfant naît au langage. » (Lacan, 1953, p. 318-319). En insistant sur ce jeu
d’occultation, qui dévoile la symbolisation primordiale et le processus
d’aliénation qui lui est lié, Lacan le situe à la racine de l’ordre symbolique
et de l’essence de la structure subjective, même si c’est dans le sens d’un
exil irrémédiable. En effet, « Le sujet est exilé du signifiant, qui ne fait
que le représenter, et exilé du savoir dont il est le trou : c’est là
l’invention freudienne du refoulement originaire. » (Sauret, 2000, p. 26).
Es interesante
escuchar además cómo el actor ubica al responsable de la no reparación de la pérdida en el Otro (el otro no le repuso el
objeto perdido), pero la culpa en sí mismo. Parece una paradoja, ya que podríamos pensar que él es víctima de una
supuesta situación del orden del destino,
del azar “que quiso” que a él se
le callera el objeto-helado, y por lo tanto que es inocente, no culpable. O en todo caso culpable de ser
tan tonto como para dejar caer su helado, lo cual es siempre
posible de ser pensado por el sujeto. Entonces ¿quién es culpable, el o el Otro
por no reponerlo? (volverlo a poner,
volverlo a dar o crear,- aún sabiendo
que si se lo hubieran vuelto a dar,
tampoco habría sido suficiente para reparar el sentimiento de pérdida del
sujeto, porque la diferencia entre el objeto
primero y el segundo -entre el objeto originariamente perdido y el sustituto
metonímico que la metáfora crea- subsiste
registrada en la psiquis como castración, o sea en el lenguaje).
Sin embargo Darín no
dice que la culpa la tiene el Otro, sino
que hace re-caer la misma sobre él, y dice
que para subsanar (perdonarse) pagaba de más, desmesuradamente haciéndose cargo
de todo lo que le sucedía a los demás, haciéndose cargo (pago- cuenta ,
peso moral)del estado anímico del grupo ¡nada menos! Así la culpa de la pérdida
o castración simbólica, parece recaer sobre
sí mismo, pero no porque al objeto lo perdió él, sino por algo que ahí queda
sin enunciarse pero que reaparece en la entrevista más tarde, y a lo cual el
actor admirablemente refiere, y para nombrarlo utilizo
este adverbio porque su actitud habla o
da cuenta de su madurez afectiva al ser capaz de reconocer y nombrar con todas las
letras: el odio, el odio originario que todos tenemos hacia la diferencia ,
hacia esa pérdida original del objeto que nos hace darnos cuenta de nuestra
castración y de nuestra dependencia y diferencia respecto al Otro. (Darin lo cita en referencia a planteamientos
actorales que lo sacan de lo conocido, de lo que hoy a la gente le gusta llamar
la “zona de confort”, esa zona donde el sujeto está acomodado suficientemente,
o con suficiente goce o placer(habría que ver de cual de los dos se trata en
cada caso, ya que la posición del sujeto es bien diferente: en el
caso de que el mantenerse en dicha zona fuese debido al goce, el sujeto
posiblemente quiere moverse pero aún queriéndolo e intentándolo no puede, ya
que su deseo inconsciente no se lo permite: seguramente eso que el sujeto
quiere está en conflicto con otros aspectos de su yo, y en el otro caso, el
deseo de permanencia en una lugar o posición está determinado por el placer que
obtiene el sujeto en la misma. En este último caso puede suceder que el deseo de movilización y supuesta
“superación” es deseado e impulsado por otras personas del entorno del sujeto, quienes
esperan que aquel haga cosas que a ellos
le depararían quizás placer poderlas hacer, o ver que otro, con el cual tienen
una determinada relación y determinadas transferencias, las hace; por ejemplo en
la entrevista, el que el entrevistador
le pregunte acerca de la industria
cinematográfica Norteamericana, y parezca querer impulsarle a trabajar en la misma,
lo cual en ese momento no parece interesarle demasiado al actor, sea por lo que
sea, porque está satisfecho bien
haciendo lo que hace, por sus miedos u otras circunstancias
válidas en este momento para él, como ser la imposibilidad de actuar en una lengua en al
cual no piensa , que el mismo refiere )
El habla de ese
odio en relación al objeto primario , a Lo Otro, odio al que todos a-sentimos pero intentamos
reprimir, renegar o forcluir -dependiendo de nuestra estructura psíquica- por
amor, ya que también amamos y dependemos
del amor de ese Otro al que por momentos,
cuando nos frustra, odiamos(2)
(Obviamente que no
siempre se necesita ni se quiere ser amado por el Otro, ni la culpa tiene esta
dimensión; todos conocemos personas que no tienen en cuenta demasiado los
deseos del Otro o por lo menos que son capaces de considerar antes siempre los
propios que los de cualquier otro, lo
cual indica que existe en ellos un menor sentimiento de culpabilidad inconsciente
; e inclusive es posible encontrar y quizás cada día más, personas que no
experimentan ningún sentimiento de culpa ni deuda o deber para con el otro, y
muy bien pueden dar libre curso a la expresión del odio mismo , llegando
inclusive a matar o asesinar al otro sin
el menor remordimiento como sucede en algunas personalidades psicopáticas, o a llevar a cabo
acciones que como subrogados del mismo, implican la total desconsideración por las
necesidades y deseos de los otros, y la actitud de hacer prevalecer siempre los propios por sobre los de
cualquiera, sin importar que las personas en cuestión esten en posición de clara
desventaja física, psíquica, intelectual o socio económica psíquica, etc.)


Ese odio generado por
la atribución que hacemos de que es el Otro quien nos privó del objeto de
satisfacción, frustrando así nuestra demanda de amor, y/o no nos lo repuso, se vuelve contra el propio
yo, y nos retorna como culpa: culpa por haber odiado y agredido- matado en nuestra
fantasía al objeto que a la vez amamos,
ya que la culpa solamente puede instaurarse si el objeto odiado es también y a
la vez amado. De ahí que el deseo de reparar en otros el supuesto daño fantaseado realizado, hacerse
cargo de que el otro esté bien y cederle
todos los dones, no es llevado a cabo solamente por el Otro,por nuestro amor hacia ese Otro, como el propio Darin nos dice,
sino por la imagen ideal ( el ideal del yo)que cada uno se ha forjado de sí mismo (narcisismo), la cual obviamente siempre, se quiera o no, está en relación a
ese Otro; no queremos desilusionar-nos así como no quisimos desilusionar en el
pasado a los padres infantiles para
quienes como Freud decía fuimos “Su majestad el Bebé” , yo ideal que
transformado subsiste en el ideal del yo de cada sujeto, así pueden decirlo de
manera tan clara y hermosa estos versos de Santa Teresa de Jesús, cuyo ideal, la tan alta vida que ella esperaba, era
la Otra vida, para lo cual se forjó un ideal de perfección y amor sin límites al
OTRO, DIOS o más allá del límite que
separa vida y muerte ya que para ella lo que llamamos la muerte era su aspiración, o sea la vida, eterna:
Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.
(2)Es importante realizar una aclaración en lo referente
a que entiende el psicoanálisis respecto de dos conceptos citados relacionados
entre sí, el de privación y el de frustración. La privación para Lacan es una
falta en lo real que solo puede ser efecto de lo simbólico ya que en sí en lo
real no falta nada. El daño vivido por
el sujeto es imaginario y el objeto es
real. No es lo mismo la frustración del goce del objeto que la frustración de
amor. Lacan ubica a la madre como agente de la frustración
en la medida en que es el Otro simbólico que introduce una falta en lo
imaginario cuyo objeto es el pecho real. Por esta misma operación, la madre
transforma este objeto en un objeto de don, en el signo de su amor. La frustración
como daño imaginario, toma el sesgo de frustración de amor. y
la frustración implica la interpretación
que hace el sujeto acerca de verse privado por este Otro, del objeto, ya que se
trata del amor en la frustración; una falta imaginaria respecto de un objeto real;
el Otro me priva del objeto de
satisfacción plena (privación ) porque no me ama(frustración del amor): no me
ama lo suficiente o me odia, o quiere más a mi hermano y a él sí se lo brinda, o no me ama lo suficiente porque yo no
respondo a tales expectativas, etc.
Y finalmente
la castración es una falta simbólica en relación a un objeto imaginario, el
falo imaginario.