sábado, 3 de junio de 2017

¿ESCUCHAMOS? LAS DIFICULTADES EN LA ESCUCHA. LA ESCUCHA Y LA IMPORTANCIA DE HACER LUGAR AL VACÍO DE LO PROPIO EN EL LUGAR DESDE EL QUE SE ESCUCHA.




Me motivó a escribir ésto, la queja y el malestar de algunas personas que padecen lo que en nuestra sociedad llamamos enfermedad mental, las cuales además del sufrimiento que la misma conlleva, experimentan con frecuencia el dolor permanente de no ser capaces de hacerse escuchar, de hacer que los otros entiendan su necesidad de EXPRESAR SU SUFRIMIENTO “en toda su dimensión posible”, puesto que habitualmente no encuentran disponibilidad para ser escuchados ni en gran parte de sus sus familiares o amistades más cercanas, así como tampoco en otras personas menos allegadas. No se trata de pretender que los otros les ENTIENDAN en profundidad, ya que eso requiere de una escucha realizada por un terapeuta, sino de que sean capaces de respetar y otorgar un reconocimiento o un lugar válido, a lo que ellos manifiestan acerca de su malestar,

Respecto de los familiares, diré que esa imposibilidad es más entendible desde el punto de vista psicológico, dado que la familia tiene un nivel de implicación afectiva con la persona y con su enfermedad, que le dificulta la distancia óptima que requiere una escucha acogedora.
Cuando hablo de escucha acogedora, estoy haciendo referencia a una escucha que cualquier persona, si ser ni psicólogo ni psicoanalista, podría realizar, estando medianamente capacitado y siendo capaz de poner a disposición del otro cierto grado de sensibilidad.



Un aspecto muy importante para poder llevar a cabo la misma, de forma tal que quien nos habla acerca de su padecimiento se sienta escuchado, es el no apresurarnos a tratar de cerrar la herida que en ese acto de contar se abre precisamente, porque la misma es un intento de dejar salir y sanear de esa forma el dolor, como sucede cuando hay que abrir una herida en el cuerpo que ha empezado a cicatrizar, porque la misma se ha infectado y supura. El pus tiene que salir antes para poder cicatrizar de manera adecuada, y en el caso de una herida emocional o afectiva, el dolor y todos los sentimientos negativos que pueden acompañarlo (la rabia, el miedo, el odio, el resentimiento) han de supurarse o abreaccionarse como decía Breuer y Freud mediante la palabra, o “limpiarse´” por tomar el término con que la primera analizante del psicoanálisis, Anna O. bautizó a la cura psicoanalítica : la chimeny sweeping (limpieza de chimenea), paso previo para que pueda surgir el arrepentimiento y el perdón que permiten la cicatrización y la cura. Y es justamente ésto, lo que algunas de estas personas dicen no encontrar, aún en las situaciones en que alguien al menos convencionalmente y en principio, parece tener en cuenta su necesidad de hablar de su dolor (no me refiero a los profesionales, aunque con ellos también puede a veces suceder lo mismo).
                                                                                

Se encuentran con que los otros los interrumpen para hablar de sí mismos y/ o compararse con quien así está intentando expresarse, generalmente para ponerse como ejemplo de cómo actuar ante las situaciones que se le están contando, o también con que se apresuraran a darle consejos, con que subestiman su sufrimiento- a veces básándose en los momentos de mejoría del enfermo, que les llevan a suponer que si es capaz de reponerse, no está tan mal como dice, o tiene la capacidad para estar bien, y si no lo está entonces es porque no quiere, desconociendo los esfuerzos enormes que han tenido que realizar para ponerse la máscara que les permita momentáneamente, y para la ocasión, “dar una imagen” de bienestar.

Desde ese deconocimiento les dicen cosas tales como : “estás exagerando, si ayer( o hace un rato) en la cafetería estabas bien”.O tienden también a comparar el sufrimiento que ellos están diciendo que experimentan, con el de otras personas que según el juicio de tal interlocutor, la están pasando peor, subestimando de esta manera el de estas personas, con la típica fórmula: “de qué te quejas,si a X le pasa tal y cual situación que es mil veces pero que la tuya”, o “si tanta gente está en tal o cual otra situación peor”.Este tipo de respuesta, da cuenta de que el otro no logra escuchar a esa persona en su particularidad y en su forma también peculiar de experimentar el dolor o sufrimiento psíquico, lo cual genera frustración y rabia en cualquier persona que así intenta infructuosamente hacerse escuchar, cuanto más tratándose de alguien que padece una enfermedad mental,puesto que seguramente ya entre las causas de la misma, la persona pueda dar cabida en diversa medida, según cada caso, al haberse sentido no escuchada.


 

Ser escuchado implica hacerse reconocer como sujeto (único o diferente) por y en el Otro, por lo cual no sentirse escuchado implica la denegación de un lugar propio.

Esta escucha a la que hacía referencia, es fundamental cuando se trata de hacer un trabajo terapéutico con una persona, pero también lo es mínimamente cuando cualquier persona se abre a contar su dolor a un amigo o a un conocido.


Sin embargo, en general, las personas están muy poco capacitadas y/o dispuestas a escuchar, o a escuchar de esta manera donde la escucha no solamente se hace con el oído sino con todo el cuerpo, donde la receptividad de la escucha fuese capaz de ser metáfora de la cavidad de un oído que se tornara susceptible para el acogimiento del otro en sus pedazos ; como si se tartara de ahuecar el propio cuerpo, tendiendo los brazos para brindarle a ese otro que padece, un refugio, ser capaz de hacerse tierra cual en una bahía para hacer posible que el agua del dolor de ese otro se expanda, para poder así contenerlo.

 


Poder hacer ésto requiere antes que nada, que el otro, y lo que dice que le genera sufrimiento, nos importe. Y luego,que seamos capaces de identificarnos con su dolor, lo que habitualmente se denomina tener empatía ; y que contrariamente a lo que se cree no es nada fácil, por cuanto implica , como lo indica el origen de dicha palabra,disponer de nuestro aspecto emocional para poder brindárselo al otro en la escucha. Empatía deriva del griego μπαθής, empátheia que en principo significaba pasión.”El vocablo se deriva con sufijo de cualidad-eia del adjetivo emphatés que significa afectado y emocionado, que se apasiona internamente, expuesto a las pasiones y tardíamente enfermo”.

Habitualmente, nuestra disposición emocional para el otro es escasa, porque no nos interesa realmente ni lo que le sucede, no tenemos o queremos destinar nuestro tiempo ni nuestra persona a escucharle, y menos en una época donde no se puede o quiere disponer del tiempo largo y lento que requiere una comunicación profunda con otro ser humano, y mucho menos si nos habla de problemas (¡que ya tenemos bastantes con los nuestros!- dirán algunos),también en una época donde el “tener buena onda o buen rollo, y no ser profundos o intensos” es requisito imprescindible para ser re-querido y apreciado en los círculos sociales(nótese que está ya ahí, en el concepto de círculo, el narcisismo que mueve nuestra lógica social actual ), lo cual hace que esté plenamente justificado –según he escuchado decirlo a muchas personas, aunque utilizando otros téminos para hacerlo- el no querer que te vengan con mal rollo o -como diríamos en el Río de la Plata-con pálidas. Quien lo hace, corre el riesgo de que se le etiquete como una “persona tóxica”, expresión tan en boga en la actualidad.

Claro que no se trata de contar a todo aquel con quien una persona se cruce su vía crucis personal, porque efectivamente centrarse y reconcentrase en el dolor , en la carencia, ennegrece aún más la visión que se tiene sobre la vida propia, y expande en ocasiones esa oscuridad, tiñendo con ella la vida de los otros y a su entorno; pero a mi manera de entenderlo, es inconcebible que cuando entre dos o más personas existe un vínculo que se supone de cierta confianza, afecto, duración, tampoco se de lugar a sacarse al menos un poco la careta del baile de disfraces ; esta actitud me parece,además de una muestra contundente de egocentrismo recalcitrante ( ¡y ojo!, la misma que también tendría alguien que vaya contando sus pesares a todo el mundo, y encima sin tener tampoco en cuenta ni el lugar ni el momento oportunos),cuando ni siquiera se es capaz de percibir la necesidad del otro de ser escuchado, como de egoísmo además, cuando sí la registra, pero prefiere hacerse caso omiso a la misma, porque no da la gana de PRESTARSE para escuchar ( tal vez si fuera venderse o obtener alguna ganacia a nivel material o de imagen pública, habría una larga cola de muy bien dispuestos a hacerlo). Quizás es manera de proceder obedece al temor al compromiso afectivo que eso podría implicar (que ya ni hablemos de otro tipo de compromismos que requieren poner aún mas el cuerpo en la situación, pues en esta sociedad no se está dispuesto, en general, para nada para dicha labor).

En el primer caso, el problema es más grave, por cuanto la persona cuya indiferencia le impide registrar mínimamente, más que no sea como supuesta, la necesidad de ser escuchado de otro a quien más o menos conoce, tiene un grado de despersonalización e inaptitud social similar al que padecen los autistas. O quizás se ha transformado ya en el robot pefecto por el que brega sin descanso el neoliberalismo.

Y en el segundo caso , registrarla, y hacer caso omiso de dicha percepción (saber por ejemplo que esa persona se encuentra viviendo una situación difícil de cualquier tipo y quedar para salir a pasear o tomar un café o lo que sea, y hablar de diferentes temas , quizás cuanto más superficiales mejor, evitando consciente o incosncientemente preguntar por cómo lleva la misma, por los motivos antes referidos de temor al compromiso, u otros, implica haberse dejado calar por la promoción de una superficialidad que va camino de hacerse endémica actualmente. La misma no favorece los vínculos, sino que al contrario, atenta contra el tejido social y su rol de sostén, zurcido y reparación del daño subjetivo (enfermedades tanto mentales como físicas) que el propio capitalismo actual crea. Y lo hace en base a la promoción alegre y despreocupada de la desconexión entre las personas, a las cuales deja cada vez más aisladas y solas con sus padecimientos, porque como ya sabemos “la unión haría la fuerza”… si la hubiera.

Así mismo, las redes sociales, aún con su utilidad indiscutible, favorecen tanto la escucha y la lectura de todo artículos y comentarios personales, de manera superficial , por lo veloz sobre todo, pero no solamente por eso, y el compromiso líquido -me permito decirlo así basándome en el término Modernidad liquida de Buman- la solidaridad y empatía líquidas. Pero una verdadera escucha, como un verdadero compromiso y solidaridad requieren de poner el cuerpo, y no solamente hacerse una imagen solo con cuerpo virtual en las redes, de lo que nos gustaría ser, pero no queremos ver que en realidad no somos, o hacernósla acorde a como nos gusta que el otro nos vea, para vernos amables a sus ojos y a los propios, y así poder tener nuestra conciencia tranquila. Y no se trata de poner el cuerpo solamente en los grandes aconteceres donde seremos seguramente mucho más visibles, sino quizás en aquellos donde de nuestro compromiso muy pocos sepan, o solamente sepa quizá esa persona a quien hemos sido capaces de escuchar de manera auténtica.

Escuchar es una tarea artesanal y que presenta cierta dificultad, y no obstante, mucha gente se cree capacitada para llevarla a cabo sin estarlo, porque requiere de ser capaz de dejar de lado el propio parecer, la propia opinión, los propios juicios y prejuicios, e inclusive los propios temores y ansiedades, y requiere además amor y tiempo.Y también de una importante dosis de “silencio acompañante”, o “vacío contenedor”, y también de palabras, aunque en algunos momentos quizá solo con algunas pocas basta. A veces no se necesita más que un simple devolver la pregunta, o un ¡Mm!, ¡ajá! acompañado de un gesto de asentimiento con la cabeza, una forma de decirle al otro que nuestra atención esta centrada verdaderamente en lo que nos dice, y en su persona; eso puede ser suficiente en la mayoría de las ocasiones.




 


POR QUÉ ES IMPORTANTE HACER LUGAR VACÍO EN LA ESCUCHA PARA QUE ALLÍ ANIDE EL OTRO Y SU DECIRCE/SER.

 Esto es especialmente importante cuando cualquier persona nos habla de una situación que para la misma es dolorosa, cualquiera sea, porque la persona cuando intenta decir acerca de ese dolor, está -como ya dijimos- abriendo su herida emocional y rebuscando en ella para sacar todo aquello que le impide sentirse mejor: pensamientos, sentimientos conscientes - que pueden dar lugar si se dicen, a que lleven por asociación significante, a otros que hasta ese momento fueron inconscientes- en relación a la misma y a su causa. La persona está, , si se me permite la metáfora, entrando en el volcán de su ser afectivo, y necesita sacar de allí todo aquello que le quema.Cuanto más se adentra, más contacto toma con el agujero de lo traumatico que le supone esa situación.Si encuentra alguien capaz de escuchar, y hacer lugar a esa lava, la persona se siente más relajada, como suele decir: “haber podido hablar ha sido como si me hubiese sacado un peso de encima”.Pero si se lo tapona con consejos u otros apósitos y vendajes prematuramente, por desinterés, miedo,ansiedad culpa, vergüenza o lo que sea, la persona se sentirá, cuando menos defraudada en su confianza respecto a la receptividad del otro, y no habrá encontrado entre sus congéneres una oreja capaz de brindarle algún sostén, ni fuerza para seguir batallando con su problema.

Esos impedimentos obedecen a que lo que esa persona dice, lleva a quien supuestamente escucha, a cuestionarse respecto de sí mismo, a preguntarse en relación a aspectos de su propia vida, lo cual posiblemente para nada puede ni quiere hacer en esos momentos. En el primer caso -dependiendo del grado de parentesco o amistad o vínculo en general que haya establecido con esa persona-pensará si estará implicado de alguna manera en lo que le sucede ( aún en la aparentemente más alejada, como es el caso del sentimiento de responsabilidad social, que se puede experimentar ante personas desconocidas), o si no ha estado suficientemente implicado para brindar su ayuda, o si se verá comprometido a ayudar en caso de seguir escuchando, etc.,casos en los que algunos de los afectos incómodos antes citados harán acto de presencia. Y ante el no ser capaz de soportar todo esto, la persona obturara la escucha, o le da fin a la misma.

El psicoanalista y pediatra inglés, que suelo nombrar mucho en mis trabajos, Donald Winnicott, le daba al sostén que puede brindar un analista en una cura una función primordial, y espcialmente cuánto más grave es la patología que la persona padece, mayor necesidad de sostén requiere para poder curarse.Y la escucha, cuando sirve, cumple esa función. Y conviene recordar que no se trata de no hablar para nada, porque también las palabras dichas de manera oportuna y no demasiadas, brindan también contención o sotén.
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Así también, para poder sotener-nos socialmente- lo cual precisamente falla actualmente-, sin tener necesidad de concurrir todos y siempre a espacios psicoterapéuticos, como si fueran los únicos lugares o recursos donde poder ser escuchados... pagando- sin dejar de reconocer que en ellos se escucha de una manera diferente, y en algunos casos esa escucha será imprescindible- , necesitamos volver a implicarnos con los otros en la cotidianeidad, para brinadarnos unos a otros el sostén de una escucha que nos permita una mayor cohesión social, porque de ella depende nuestra salud biopsicosocial..



 

 
ALGUNOS ASPECTOS DE LA ESCUCHA EN EL PSICOANÁLISIS. LA IMPORTANCIA DE LA FUNCIÓN “DESEO DEL ANALISTA”

La escucha ofrece dificultades aún para quienes ella constituye la base de su labor profesional , por eso en el caso de los psicoanalistas, cuya función “deseo del analista” se funda en la misma, ya Freud establecía que quien deseara poder encarnala, habría de psicoanalizarse, porque solamente de esa manera podrá estar en condiciones de ofrecerse a una escucha libre de “puntos ciegos”-dice él-, que tienen relación con los propios “complejos”(1) del analista,. y por lo tanto con sus resitencias ( al avance de la cura, al inconsciente), que para Lacan siempre son del propio analista y no del analizado, aunque obviamente el analizado se resista (por suerte)a dejarse decir en su deseo por el analista, ¡que ya bastante tiene con su obediencia y atrapamiento consciente e inconsciente a/ en la palabra y el deseo del Otro (madre, padre, otros de referencia cuya opinión importa a veces en demasía al sujeto); esa resistencia está vinculada con otro término fundamental que es el de la contratransferencia . Y una definición que me parece apropiada de la misma es la siguiente:

“llamaremos contratransferencia a lo que el analista pone en juego en la cura en tanto sujeto, haciendo obstáculo al deseo del analista, ya sea que se trate de lo reprimido en el plano del significante -registro de lo simbólico-, de su goce en el plano del objeto -registro de lo real-, o de sus afectos -registro de lo imaginario.” (2)

Es para evitar la misma para que la función “deseo del analista” posibilite al analizado el acto donde se juegue la verdad de su deseo, que que en “Consejos al médico” (1912) Freud presenta a la asociación libre y a la atención libremente flotante –por primera vez aludida con este nombre–, como un todo metodológico al que ambos deberán atenerse para lograr una real puesta en acto del inconsciente:
“como se ve, el precepto de fijarse en todo por igual que le cabe al analista es el correspondiente necesario de lo que se exige al analizado, la llamada regla de la asociación libre (que no es libre por cuanto sigue las ruta inconsciente de los significantes que han marcado al sujeto y determinan su posición ante la vida, el goce o sufrimiento), a saber que refiera todo cuanto se le ocurra, sin crítica ni selección previas. Si el médico se comporta de otro modo aniquila en cierta parte la ganancia que brinda la obedienciadel paciente a esta 'regla fundamental del psicoanálisis'. La regla, para el médico, se puede formular así: Uno debe alejar cualquier ingerencia conciente sobre su capacidad de fijar-se, y abandonarse por entero a sus 'memorias inconcientes'; o, expresado esto en términos puramente técnicos 'uno debe escuchar y no hacer caso de si se fija en algo"


Desde que un número mayor de personas ejercen el psicoanálisis e intercambian sus experiencias, hemos notado que cada psicoanalista sólo llega hasta donde se lo permiten sus propios complejos y resistencias interiores, y por eso exigimos que inicie su actividad con un autoanálisis y lo profundice de manera ininterrumpidaa medida que hace sus experiencias con los enfermos. Quien no consiga nada con ese autoanálisis puede considerar que carece de la aptitud para analizar un enfermo” (Freud, 1910).
Asimismo Freud va a hablar de la importancia fundamental de la regla de abstinencia, que implica el abstenerse de hacer intervenir en la cura analítica del analizado los deseos, pensamientos y opiniones particulares que el mismo tiene como persona. Solo hay que dar lugar a lo que el analista escucha en al palabra del analizante.




 


1-Complejo (del latín complectere: abrazar, abarcar; participio perfecto: complexum) es un término que indica un conjunto que totaliza, engloba o abarca una serie de partes individuales (hechos, ideas, fenómenos, procesos). Se utiliza en forma general en psicología para indicar la integración de vivencias o experiencias individuales en una experiencia de conjunto o totalizadora. El concepto es utilizado principalmente en las escuelas psicológicas y enfoques dinámicos o analíticos y mucho menos en los enfoques conductuales. Además, en un sentido coloquial y no estrictamente técnico, se habla de una persona «acomplejada» o que sufre «complejos psíquicos» cuando presenta una marcada disconformidad con alguno o varios aspectos físicos o psíquicos de su persona, los que experimenta o percibe subjetivamente con sentimientos de minusvalía.

 

2- El analista entre contratransferencia y estilo” Víctor Iunger,
Jornadas de la Escuela Freudiana de Buenos Aires "El Padre en la clínica Lacaniana", Buenos Aires, 1991

1 comentario:

  1. qué interesante y rico aporte amada amiga!en estos tiempos donde prima la incomunicación y el compromiso afectivo ha sido un placer y alivio para mi alma leerte. El silencio es necesario para una escucha verdadera del otro y de sí mismo.

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