viernes, 13 de marzo de 2015


“UN BULTO”.

Hace apenas unas tres horas volviendo de llevar a mi hija al colegio, en las inmediaciones del Parque Isabel la Católica presencio el encuentro casual de dos “padres” (?) en un semáforo. Uno de ellos viene en una bicicleta, en cuya parte trasera hay una sillita para un niño o una niña, el otro viene con un carrito que supongo, como si por su color rosa fuera una obviedad, que es de niña. A la espera de que el verde les habilite para cruzar, comienzan el siguiente diálogo:
-¿Ya vas de retirada? –dice el que va en la bicicleta sonriendo.
- Sí, ya he dejado “el bulto”-responde el del carrito, sonriendo también de manera un tanto socarrona.
“El bulto” me golpeó, y el tono sardónico en que fue dicho también. Justo hacía un rato había estado leyendo acerca de la joven que ayer falleció a causa de haber sido arrojada por su marido de un vehículo en Cáceres. “El bulto” también parecía ser una niña.
Pero más allá del tema de género, pensaba en la manera tan diferente de posicionarse frente a una hija o un hijo, que podemos tener tanto padres como madres, y cómo ello determina sin que ni estos, ni la niña o niña en cuestión lo sepan ni puedan hacer nada para impedirlo, el lugar que ese chico o chica se dará a sí mismo en la vida, y en la relación con todos las personas.
La marca del deseo parental, marca que solo hace posible el lenguaje, y que es inconsciente(“El inconsciente está estructurado como un lenguaje”, Lacan), aunque plausible de hacerse consciente, nunca del todo(límite de lo real: la falta) a través del saber sobre la red significante a ella asociada, o sea, intentando saber (hacer consciente lo inconsciente, “donde “ello” era el yo debe advenir”, Freud) los nombres del Otro de lo social que las figuras parentales han tomado también de manera inconsciente para dar un lugar a ese hijo o hija o nombrarlos en su deseo.
Marca que es marca de goce de la madre o del goce de la pareja parental, y que determina el lugar de goce es ese niño ocupa en relación a ellos. Y que remite a la pregunta ineludible para todo sujeto: que objeto soy para el Otro, que objeto fui en el deseo de mis padres: por qué me tuvieron, cómo me esperaron, cuándo , para qué, que nombres tenían para mí, cómo nací, me quieres , no me quieres , cuánto me quieres, por qué me quieres, la cual se hace de manera inconsciente siempre, aunque en algunos casos no pueda ni quiera hacérsela consciente por el dolor que implica saberes ubicado en un “mal lugar” (que igual en definitiva siempre lo es, ya sea por exceso o defecto nunca es perfecto, por estructura lenguajera, aunque a veces “Que demasiao” como para el hijo de este enorme tema de J. Sabina ).
Pues ser “un bulto” para un padre no es un lugar de lo más agradecido ni deparará un lugar de amor y valía personal a esa niña; y aunque parezca que pretendo criticar o juzgar a este padre, no es así. Busco pensar de que maneras puede modificarse, si es que las hay, y obviamente siempre sabiendo que será de forma limitada, de ayudar a los padres a tener una maternidad y paternidad más conscientes, a buscar y crear inclusive espacios para pensar su deseo de hijos, de forma tal que estos puedan concebirse más libres de “las sombras” de los propios padres, aunque seguramente mi pretensión sea una utopía, ya que desde el Psicoanálisis sabemos que el deseo no puede prevenirse, no hay campañas de prevención, ni de promoción saludable del goce, no se lo puede reglamentar nunca del todo.
Aunque sí creo, que modalidades de intervenciones clínicas en el área de lo que es el trabajo, enormemente grato, en el vínculo temprano madre-hijo/a o madre, padre hijo/as, o inclusive con los malestares psicológicos (miedos, dudas, dificultades)de la concepción, de antes de la misma y del embarazo de esa pareja, posibilitan a los padres tomar conciencia de esos lugares no tan agraciados( a veces excesivamente desgraciados) en que ubican a sus retoños, los cuales son resultado de la herencia generacional : de como a su vez fueron nombrados ellos en el deseo de sus padres de acuerdo a las concepciones culturales de la época, de las cadenas( de palabras) que nos hacen títeres del lenguaje y del deseo, esas que se trasmiten de generación en generación y que producen diversidad de malestares y síntomas ya desde la infancia, y que se arrastran hasta la vida adulta, salvo que se las intente cortar, lo cual requiere antes que nada una toma de consciencia de las mismas: cuales son, como son, cómo se fueron construyendo.
“Bulto” pude ser asociado a algo informe, que no se ve, que molesta, también a tumor, por sólo citar alguna de las redes significantes a donde pueden llevar a identificarse la pequeña en cuestión; la pulsión de muerte ahí cobrándose su bocado.
Se tratará pues de dejar caer o ayudar a dejar caer “el bulto” para dar nacimiento- vida, una niña o un niño.
Y para ello es necesario que revisemos nuestras creencias y prejuicios culturales, nuestra manera de nombrar a los otros, a todos, y muy especialmente a quienes queremos y son nuestra familia.

DESTINO.
Dice ¡no! ¡no!
el fruto maduro de la rama
a punto de caer
Dice ¡no! ¡no!
pero cae
y cumple su destino.
Una semilla germina
ahí
donde el vacío de su ausencia.


UNA SOLA VIDA. (Mi canto a la vida)

Tanta energía, tanto tiempo
en su creación invertidos
tan grande ilusión,
tanta dedicación,
tanto amor,
¡y una sola vida!,
tanto esfuerzo,
tanto sacrificio
las más de las veces
tanto miedo vencido o escondido
para que venga su venida,
tanto dinero a cuenta de su crecimiento invertido,
¡y una sola vida!
el entusiasmo de los preparativos,
él sueño renacido,
el corazón repartido,
los posibles ensayos antes del juego
previos al partido
y el gran partido
¡y el golazo a la vida metido!,
pero aún así,
¡una sola vida!
y una semilla tan pequeña
como un grano de arroz
que con crecer sueña
que como un bit
lleva en su interior toda…
¡tanta información!,
los nueve meses llenos
de colorido o doloridos
y otra vez los miedos
que espantan hasta el común sentido:
¿tendrá el oído?
¿vendrá enterito o part-ido?,
las ecografías,
la desbordante alegría,
las fotografías,
la historia y la grafía
que ya va escribiendo
aún antes de nacido
de su vida el sentido,
el ácido fólico y la alimentación
¡que es un desatino comer por dos!
¡y una sola vida!
y en el interior ¡qué transformación!,
maravillosa implantación
donde el amor anida al embrión,
donde el embrión anida el amor,
la vida tejiendo su colchón
de protección y alimentación
maraña de raíces de sangre
pedacito de carne
donde de ganas la vida arde
entraña-ble tamiz
de intercambio feliz,
manguera de reciclaje
de la vida porta equipaje
que al pequeño astronauta
une a la nave,
imborrable cicatriz
vestigio y testigo de su originaria endeblez
hable,
¡y una sola vida!
y luego la maravilla y el misterio
del trabajo artesano
de inaprensible escultor en la uniformidad
primitiva de la carne
cual en lisa piedra o en pulida madera, invisible cincel
esculpe cada uno de los órganos del pequeño ser
¡y ahora , a crecer!,
má -durar hasta estar listo para nacer,
¡y una sola vida!
crecer y el parto
y el miedo a que no parta,
o a que ya de entrada a la otra vida parta,
y cuando al final el parto es feliz,
ya sea que sepa o no sepa tanto a regaliz,
¡tantas noches sin dormir escuchando su latir!
ir y venir , ¿respira?
¿y ahora por qué llora?
¿será del hambre la hora?
¿o será más bien que mi teta llora?,
tantas idas al pediatra,
¿y si necesita en el futuro foniatra?,
tanto pañal sucio,
tanto dinero al orinal tirado,
tanto disgusto, ¡tanto susto!
enfermedades,
golpes,
caídas,
no saber qué hacer con su rebeldía,
¿y con la comida?,
¡que si no comes ya, se enfría!,
¿y el sueño?
-¡que van ya tres cuentos!
-¡y qué, si yo aún al sueño no lo encuentro!;
tanto gusto las primeras sonrisas,
las suaves caricias,
el laleo y el balbuceo
las nanas que sus bises reclama,
la primera palabra:
ojalá ¡mamá! sea,
los primeros dientes
y los siguientes,
el babeo del niño
que se confunde con el de los padres,
¡y una sola vida!
¡vaya abucheo!
y la teta el placer de la boca ya pierde,
y el pañal se abandona
y ya no se añora,
los primeros pasos inician la partida.
la curiosidad divertida
y la alegría compartida,
la demanda que no sabe
tantas veces repetida
¡¿Por qué , por qué, por qué la Vida?!
¡Y una sola vida!
Y la playa, el juego y el parque
el te veo o no te veo,
el estas o no estás
y la primera escuelita,
la primera sillita
¡qué mejor sean chiquitas y caliditas!,
y el primer cumpleaños
con la velita cual antaño,
y todos los que por suerte
le siguen cada año,
los Reyes mágicos y Papá Noel
con sus presentes
y el entusiasmo efervescente,
el ratón Pérez que se lleva de todos los niños los dientes
sean o no obedientes,
el colegio de mayores
y el orgullo de los progenitores,
los preparativos, las compras, el nerviosismo
y el anoche casi no ha dormido
puede que por eso esté un poco distraído,
y el primer día de clase y los primeros aprendizajes
los primeros amigos y los primeros enemigos
Y así a la vuelta de la esquina
le espera la adolescencia.
¡Y UNA SOLA VIDA! ¡JODER!

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