lunes, 4 de julio de 2016

LAS IDENTIFICACIONES EN LA MUJER: LO PROFESIONAL Y LO MATERNAL, DE SUS PERMISOS Y SUS PROHIBICIONES.Anabella Rodríguez Reyes.




 
 

Gracias a las mujeres,
a quienes escuchando aprendo.



 


Hace unos días me decía una joven mujer que en los últimos tiempos ha estado, según sus propias palabras, “obsesionada por un hombre”, y agregaba que eso era patológico.  Ante su planteamiento yo me quedé preguntándome si acaso es posible el enamoramiento sin esa especie de obsesión a la que ella aludía, y que consistía para ella, como sucede  en todos los casos según mi parecer, en estar casi todo el tiempo con un sentimiento mezcla de desasosiego, ansiedad, infelicidad y  felicidad, siempre pensado en esa persona, y en situaciones imaginarias de posibles encuentros con la misma, en hablar con ella, en mirarla y esperar que la mire, etc. La mujer “en cuestión” (nunca mejor dicho), me decía que ella lo consideraba una obsesión patológica porque se había dado cuenta de que justo ese enamoramiento le había surgido en un momento en que en realidad ella (que está casada y tiene hijos, pero su matrimonio está pasando por un período de crisis) estaba intentando buscar determinado lugar a nivel profesional, buscando que aceptaran determinada propuesta que de serlo, le permitiría  dar un paso más en pos de la realización de  su deseo profesional, el cual fue quedando postergado en parte debido a la maternidad, ya que sobre ella han recaído desde que tuvo sus hijos, las tareas vinculadas tanto a su crianza como al hogar. Más allá de que, como ella misma lo dice, ella es  la responsable de esta postergación,  porque  en el conflicto entre una parte suya que no quería haber realizado dicha elección y otra que la conminaba  a la misma, ha triunfado hasta ahora la  parte de sí que la  “ha obligado” a elegir priorizando el rol maternal y de esposa que se ocupa de las tareas del hogar, antes que el profesional. Y además siente que le sucede algo que no predecía cuando tomó ese camino,  que es la dificultad  enorme que está teniendo para poder  retomar dicho rol profesional y desarrollarse en el mismo.

Agregaba que ella de da cuenta que tiene miedo a triunfar profesionalmente y busca cualquier excusa para evitar tener que encarar a fondo ese crecimiento profesional que por otro lado desea, y  que en ese sentido, la obsesión por este hombre le vino como anillo al dedo para descentrarse de lo que era y debería haber seguido siendo el objetivo principal en estos momentos, para tener su mente ocupada permanentemente  obsesionada con este hombre, y no en la tarea intelectual y profesional; de hecho  terminó no haciendo nada en ese sentido y dejando pasar esa oportunidad, sin tampoco haber obtenido satisfacción amorosa alguna con el dueño de su pensamiento.  Es por ese lugar de engaño o distracción traicionera que ella da a ese enamoramiento que relativiza la autenticidad del mismo, y la cataloga de obsesión enfermiza.  

Otra mujer, más joven aún que la anterior, que está en pareja pero no está casada y no tiene hijos pero está pensando en si tenerlos o no porque está –según sus palabras-en una edad supuestamente apropiada para ello, ya que luego sería ya muy mayor, según su parecer -y seguramente el parecer general-, me decía también en estos días que estaba teniendo dificultades muy grandes para desarrollarse profesionalmente (en otra área totalmente diferente a la de la primer mujer a que hago referencia en primer término), debido a la situación de crisis, pero también debido a sus dificultades personales, a su bajo sentimiento de autoestima , a su inseguridad y casi nula confianza en sí misma entre otras variables referidas  a su contexto e historia familiar y social.  Lo que me llamó la atención entre otras cosas, es cómo ella pasó en un período de tiempo relativamente muy corto, a hablar de la posibilidad de maternidad desde el lugar de la negación rotunda a la misma: “no quiero ser madre, sé si quiero ser madre, quizás quiero pero no es el momento apropiado porque no tengo casi trabajo, debería antes desarrollarme profesionalmente”, a estar prácticamente convencida de que sí iba a hacerlo y se pondrían “cuerpos a la obra”. 

Si la maternidad en el primer caso operaba como vía de impotencia para el desempeño y crecimiento profesional, en esta otra mujer  ¿no parece estar  operando acaso como una huida ante la imposibilidad del desarrollo profesional? Quizás quedar embarazada y devenir madre y tener que ocuparse del hijo, sea la posibilidad para ampararse y justificarse  no teniendo que desarrollarse profesionalmente.
Estas situaciones me llevan a preguntarme acerca del deseo de las mujeres en el ámbito de la pulsión de saber y del desempeño y crecimiento profesional y laboral, y su relación con el deseo maternal y de esposa. Y me hacen reconsiderar la incidencia de  la fuerza que ha tenido en la educación de las mismas la valorización y el permiso para desempeñar los roles del segundo orden, en detrimento del de los de primer orden, que lamentablemente parecen seguir estando permitidos fundamentalmente para los hombres ya que a ellos no parece generárseles  tanto conflicto entre su desempeño como padre y el laboral profesional, y si  llega el momento de tener que  elegir o priorizar uno de ellos , parecería que tienen menos culpa y menos impedimentos en inclinar la balanza del lado de lo profesional. Obviamente que a esto coadyuvan muchísimo las  diferencias salariales entre hombres y mujeres, entre otras,  ya que si el hombre sigue siendo el dinero fuerte de la casa, las parejas tenderán, no sin conflictos y sufrimiento, a tener que elegir que él trabaje fuera del hogar y ella sea quien se ocupe de los hijos y las tareas del hogar.

Las mayoría de las mujeres han sido educadas para tener ese miedo a triunfar en el ámbito público o profesional, y desautorizadas para hacerlo, inclusive en muchos casos no solamente por la identificación con madres que sostenían esa posición ocupándose ellas prácticamente solas de los hijos y de de las tareas domésticas, (lo cual genera además culpa en las hijas por hacer aquello que sus madres no pudieron), sino por los propios discursos materno y paterno. En ese sentido es muy común escuchar decir a las mujeres, que sus padres, a veces más uno que otro, a veces ambos en una misma familia, valoraban más al  o a los hermanos varones que a ellas. Todo lo que hacía y hace ese o esos hermanos varones es “palabra santa” como me decía una joven, y “a mí mi madre  me sugiere que le haga caso a él que de lo profesional sabe… cuando él en sí de mi profesión no sabe nada porque  se dedica a otra cosa, y esa  hiper- confianza hacia él y desconfianza y devaluación comparativa permanente de ellos hacia mi persona,  me ha minado mi autoestima toda la vida”, y una vez minada la autoestima para el crecimiento profesional, solamente parece quedar permitido y aplaudido el rol maternal. 

Obviamente que bajo el término “miedo a triunfar” podemos ubicar el miedo a triunfar por sobre los propios padres que todo neurótico suele tener, a veces dependiendo del permiso inconsciente  dado por estos progenitores para que el hijo los supere profesionalmente o en otros  ámbitos(poder ser madre/padre, tener o no su casa u otros bienes, etc. un mejor o diferente trabajo, etc.), así como también el permiso que esa hija o hijo pueda darse para superar o ir más allá de los  padres, aunque paradójicamente, mientras la vivencia sea de que se está superando o intentando superar a los mismos, posiblemente la culpa inconsciente impida dicho crecimiento ya que en última instancia, que un hijo o hija crezca  es correlativo a que el padre envejezca y muera, y el florecimiento de los hijos va de la mano del envejecimiento y decrepitud de los padres; de ahí la culpa por crecer asentada en la fantasía de que: “mi crecimiento los mata”. Para salir de este conflicto y eliminar la culpa quizás sea necesario sacar el conflicto  del ámbito de la competencia, que es el de la superación de uno sobre otro, para reubicarlo en el de la diferencia. Así crecer no será “ir más allá que”, “superar a” los padres, sino hacer, a- ser diferente que ellos.

 Oro aspecto que me hace pensar, es el término crecimiento o desarrollo, que algunas mujeres utilizan refiriéndose a esa imposibilidad o impedimentos de triunfar en lo profesional, pero no, o no tanto, al rol maternal;  parecería que la maternidad no está asociada a un rol adulto, a un crecimiento, o si lo está no parecería que sirva o sea considerado socialmente útil, valioso ni extrapolable  ese aprendizaje que ellas obtienen como madres para el desempeño de otras tareas en el ámbito profesional. Quizás se deba en parte a que ese trabajo que es la maternidad queda por fuera de la lógica del intercambio   simbólico  del dinero, en esta  sociedad en que  el valor de una tarea se mide siempre en estos términos, quedando entonces el término  “crecimiento” asimilado a crecimiento económico y a tareas donde se acrecienta el capital; el llamado “capital humano”, a pesar del intento de asimilarlo vía denominación como vemos, al juego de la economía neoliberal , no parece sin embargo tener la misma importancia, ya que esta labor tan importante para la conservación de la especie y la conformación de sujetos sociales( sujetos que estén habilitados para poder convivir en una sociedad sin destruirse a sí mismos , al otro ni a la propia sociedad) parece carecer de valor y cada vez más. Sin embargo,   ser madre y desempeñar bien las tareas inherentes a la maternidad exigen de una madurez considerable, y además implica un crecimiento muy importante para las mujeres, que toda mujer es capaz de reconocer cuando se convierte en madre , y que  hay que valorar y ayudarlas a valorar independientemente de que el pago a esa labor no sea de orden monetario y sin pretender que lo sea a  mi manera de ver, ya que si llegamos a ese punto, habremos definitivamente eliminado el amor y con ello el don de la  vida.

La tarea del terapeuta en estas situaciones es ayudar a que las mujeres sean capaces de liberase de “los complejos” (*) para elegir  conforme a su deseo: el ser o no ser madre, anteponer o no la labor maternal ante la profesional o esta ante la otra en determinados momentos de su historia vital, sin sentirse culpables y sin que su elección termine obedeciendo solamente a determinaciones inconscientes que las llevan al sufrimiento al tenerse  que enfrentar a conflictos que muchas veces viven como irresolubles. Se trata de ofrecer un espacio para pensarse y  haciendo consciente lo inconsciente poder resolver los mismos.



(*) Complejo (del latín complectere: abrazar, abarcar; participio perfecto: complexum) es un término que indica un conjunto que totaliza, engloba o abarca una serie de partes individuales (hechos, ideas, fenómenos, procesos). Se utiliza en forma general en psicología para indicar la integración de vivencias o experiencias individuales en una experiencia de conjunto o totalizadora. El concepto es utilizado principalmente en las escuelas psicológicas y enfoques dinámicos o analíticos y mucho menos en los enfoques conductuales.

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