Algunas cuestiones humanas donde
poesía y psicoanálisis se encuentran: una reflexión a partir del diálogo entre
una psicoanalista y una poeta.
“el artista le
lleva la delantera al psicoanalista , y
que éste no tiene por qué hacer de psicólogo donde el artista le desbroza el
camino”
O como lo dice
Lacan:
“Trato de
decir que el arte está más allá de lo simbólico. El arte es un saber-hacer, lo
simbólico está en el principio del hacer. Creo que hay más verdad en el decir
que es el arte que en cualquier bla-bla-bla...” Lacan “seminario 24”, 1976/77
“Al duende hay que
despertarlo en las últimas habitaciones de la sangre”
“Con idea, con sonido,
o con gesto, el duende gusta de los bordes del pozo en franca lucha con el
creador. Ángel y musa se escapan con violín o compás, y el duende hiere, y en
la curación de esta herida que no se cierra nunca está lo insólito, lo
inventado de la obra de un hombre” (1) García Lorca.
A partir de
mi anterior reflexión sobre a-V-ATARES DE UN ENCUENTRO MARAVILLOSO…CON LA VIDA a
partir del diálogo entre la poeta Ana Martín Puigpelat y la psicoanalista Laura
Salino, me quedé pensando en lo que allí escribí, y en algunas cuestiones que
me siguen invitando a escribir.
Tomando las
palabras de la Ana Martín Puigpelat de que “La carne”, el cuerpo, es aquello que no
solamente la poeta “no sabe bien cómo abordar”
a- bordear en su poesía, como dice en el diálogo referido (y compartido en ese anterior trabajo al que
aludo acá), sino que en tanto REAL es lo imposible de decir… nombrar plenamente
para todos los humanos. Carne, imposible de ser apresada toda en lo simbólico
e imaginario, que cuando se enferma, nos
enfrenta de manera más contundente a la
muerte: somos un cuerpo mortal, más allá de toda palabra o imagen bella o no, con
que recubramos ese horror de la carne que en definitiva está destinada a la
destrucción.
Porque del
cuerpo, lo que no sabemos cómo abordar es precisamente su dolor, su
descomposición y su destrucción, lo que Lacan denominó goce, aquello que está
“Más allá del principio del placer” (1920), cómo asumir, aceptar sin a-penarnos
profundamente (melancolía) nuestra propia muerte y la de los otros.
Me
preguntaba si lo que enfermó a la poeta fue
de alguna manera su intento de abordar La carne , o si su carne enferma
y sufriente la llevó inconscientemente en ese momento a necesitar poetizar
sobre ella, a querer a-bordearla poéticamente,
ya que no es algo nuevo que muchos poetas y escritores escriban obras “a partir
de” o basándose en situaciones donde lo real se hace presente en
forma de enfermedades graves o situaciones de muerte de otras personas, sean
familiares o no , puesto que siempre, tanto unas situaciones como las otras,
requieren un trabajo de duelo, y escribir es la manera singular de poetas y escritores fundamentalmente de hacer
dichos duelos, aunque haya otros tipos de escrituras como puede ser la que se
hace en un psicoanálisis: escritura o re-escritura en el habla, o como la que
se hace en otras artes , donde lo imaginario puede tener un papel fundamental, pero
está soportado por lo simbólico la mayor parte de las veces, como puede ser la
pintura, la escultura, la fotografía , el cine, etc.
Me
preguntaba si querer o necesitar escribir sobre temas que implican abordar lo
real puede enfermar a alguien, ya que la poeta dice que ella venía abordando temas todos terroríficos:
la guerra, los demonios y cuando va a abordar La carne, enferma (la carne ,
tanta carne, enferma) y es como si ya “lo simbólico no diera más de sí”
para abordar tanto real, bordear con la palabra durante demasiado tiempo a la
muerte, llegara a un límite donde eso ya no es posible y se tocara el hueso de
lo real, y ahí entonces, el propio sujeto se diluyera (sumergiera, destruyera)
en el agujero del mismo, y por eso enfermara. O si en vez de esta causalidad
que supongo, habrá operado la casualidad en que justo en medio de esa batalla
creativa la poeta enfermara.
(Y en
relación con este planteamiento, me surge una pregunta respecto a si esta suposición sería de
utilidad para pensar aquellos casos de las
personas que enferman cuando están sometidas durante largos períodos de tiempo
a situaciones generadoras de estrés, puesto que
el mismo, consiste en definitiva,
en estar en contacto de forma permanente en algunos casos, con diversas formas
de la pulsión de muerte: experiencias diferentes pero cuyo común denominador es
la vivencia de desamparo, de estar a la intemperie, al borde del precipicio o
en el mismo, de inestabilidad e incertidumbre o de-privación psicológica, y /o socio económica extremas,
de estar sometido a situaciones que privan a las personas en exceso de
espacios, tiempos y condiciones diversas(sanitarias,
laborales, geográficas o territoriales como el caso de refugiados y migrantes,
económicas, etc.), para dar un lugar de mínima estabilidad a su yo, a su subjetividad).
Y poder separarse del hueso de la muerte o de lo
real cuando se lo palpa, o lo que es lo
mismo, salir de la enfermedad del pozo de un abismo, o de la yaga de una herida
que caló hasta el hueso, solamente puede hacerse si alguna palabra del Otro, viene
como significante S1 en auxilio del suejto, en este caso una poeta , para
representarlo ante otro significante para que
el sujeto pueda al menos empezar a balbucear algo de ese horror de la
carne mortal.
Dice
Ana Martín Puigpelat, en cuyo saber me
estoy apoyando para escribir esto, que se le impuso el pensamiento sin saber
porqué (esto es, sin saber consciente acerca de
la conexión representacional o significante que había entre su
enfermedad (que no sabemos cuál fue, ni la gravedad de la misma, pero sí que le
requirió estar yacente) de que tenía que ir a AUSCHWITZ. De un horror se
traslada metonímicamente a otro, ¿aún
peor?
No sabemos, ni pretendemos saberlo, porque es un dato de su vida personal, ni necesitamos saberlo tampoco para el objetivo de esta escritura, porqué ella en su singularidad subjetiva asocia la carne y el sufrimiento de su carne con la enfermedad que padecía, con la masacre horrorosa de cuerpos que fueron despojados de alma, ese trauma histórico que significa Auschwitz. Pero sí he de hacer notar que muchos poetas y escritores vuelven…, metafóricamente ahí -no necesariamente allí como efectivamente hizo Ana P.- en momentos de “quiebres” (repetición del trauma personal) donde palpan el agujero de lo real, y poietizando sobre ese trauma social, que parece operar como “modelo universal del trauma” (¿?), para así elaborar un duelo por ese des-nudo=desamparo originario común a todos los humanos. En este caso el desamparo (Hilflosigkeit en Freud), unido en este caso a lo siniestro (el Unheimlich) (2)
No sabemos, ni pretendemos saberlo, porque es un dato de su vida personal, ni necesitamos saberlo tampoco para el objetivo de esta escritura, porqué ella en su singularidad subjetiva asocia la carne y el sufrimiento de su carne con la enfermedad que padecía, con la masacre horrorosa de cuerpos que fueron despojados de alma, ese trauma histórico que significa Auschwitz. Pero sí he de hacer notar que muchos poetas y escritores vuelven…, metafóricamente ahí -no necesariamente allí como efectivamente hizo Ana P.- en momentos de “quiebres” (repetición del trauma personal) donde palpan el agujero de lo real, y poietizando sobre ese trauma social, que parece operar como “modelo universal del trauma” (¿?), para así elaborar un duelo por ese des-nudo=desamparo originario común a todos los humanos. En este caso el desamparo (Hilflosigkeit en Freud), unido en este caso a lo siniestro (el Unheimlich) (2)
Y ahí dice
Ana Martín que encontró la tercera parte del libro: La carne,
y sí, porque allí estaba la carne despojada del alma, una carnicería,
lugar del horror del DESAMPARO. Y
haciendo poesía con la carne, haciendo decir poéticamente a la carne muerta su
horror, le dio vida revistiéndola con belleza (creación poética), y ella misma en tanto poeta se rescató a sí misma de la muerte,
puesto que ella se buscaba en las fotos
de los muertos, pero no se encontró. “Fue un trabajo duro y costoso”- dice la
poeta, como corresponde a todo trabajo
de duelo. Ella hace poesía con su oscuridad, con su sombra (en su caso, “la sombra del objeto
no cae sobre el yo”, como dice Freud que sucede en la melancolía, en “Duelo y
melancolía” (1919/1915), puesto que ella no está muerta y se rescata para la
vida; prueba de eso son sus “Naranjas robadas”.
La tristeza
congénita de que habla la poeta es común a todos los seres humanos desde el
origen, por cuanto a la dicha de la vida
nacemos pendientes/pendiendo ya de la muerte, que por tanto ensombrece
ya de entrada en mayor o menos medida, esa dicha. Y quizás la melancolía que caracteriza a los sujetos,
muchos de ellos poetas, obedece a que
tienen más conciencia o una conciencia más permanente y sin disfraz imaginario,
o con uno más frágil , de esa sombra de la muerte o de lo real, y que por tanto
lo palpan más continuamente que otras personas, y el ponerlo al servicio de su
creación, es su forma de rescatar y rescatarse del vacío de la muerte. Así lo dice Heine citado por Freud en su “Introducción al
narcisismo” (1914) : “Estaba enfermo, y ese fue/ de la creación el motivo/
creando convalecí,/ y en ese esfuerzo sané/
(1) Lorca:
Juego y teoría del duende. Obras Completas: tomo III, p. 150.
(2) Lacan
por su parte, en el seminario de La angustia vincula la Hilflosigkeit con el
Unheimlich, el desamparo con lo siniestro. Dice que cuando surge la angustia,
no obedece a algo nuevo, sino a “lo que ya estaba ahí, mucho más cerca, en la
casa, Heim”.
Lacan, Seminario 10: “Hay angustia, cuando
surge en este marco lo que ya estaba allí, mucho más cerca en la casa, Heim”…
“este huésped desconocido que aparece de forma inopinada tiene que ver,
enteramente, con lo que se encuentra en lo unheimlich, pero designarlo así es
insuficiente.” P. 86… “Este huésped, en el sentido corriente, no es lo
heimlich, no es el habitante de la casa, es lo hostil domesticado, apaciguado,
admitido… Lo que es Heim… ha permanecido unheimlich… Es el surgimiento de lo
heimlich en el marco lo que constituye el fenómeno de la angustia, y por eso es
falso decir que la angustia carece de objeto.” “La angustia es este corte…es
este corte que se abre y deja aparecer… lo inesperado, la visita… lo que
expresa también el término presentimiento…” que deberá entenderse también “como
el pre-sentimiento, lo que está antes del nacimiento de un sentimiento”. (p.87)
Lo
siniestro sería como un ‘huésped’ que se ha vuelto hostil, habría girado hacia
lo horrible, hacia lo oscuro y lo inquietante, que aparece según él, tan
enmarcado como lo hace la angustia. Al mismo tiempo es algo hogareño, familiar,
que habría permanecido siniestro pero domesticado en la casa (del goce) de la
pulsión de muerte.
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