martes, 24 de noviembre de 2015

LA MUJER:¿UN SER PARA EL OTRO EN LA VÍA DEL AMOR Y DE LA MATERNIDAD.¿Y AÚN MÁS CUANDO HAY VIOLENCIA DE GÉNERO?


Ella vino ese día “destrozada”,  resulta que había ido (acompañada) a la casa del marido del cual se estaba separando por violencia de género, y en la misma, habían objetos que daban cuenta que el susodicho, a pocos meses de ella separarse, ya tenía a otra mujer en la casa. Y además -agregó ella entre sollozos- él había subido ya fotos de él con  la otra a facebook, siendo que hasta hace menos de un mes le insistía a ella para que volviera, cada vez que tenía la oportunidad de cruzar unas palabras con él por algún tema vinculado con su hijito.
Varias preguntas posibles de abren a partir de esta situación: por qué una mujer que ha sido sometida a maltrato tanto psicológico como físico durante muchísimos años, habiendo llegado a la decisión en este caso trabajada y “pensada” durante un tiempo, con ayuda de una psicóloga (otras se separan de manera apresurada a partir de una golpiza),se siente tan afectada y está a la vez tan pendiente -como he podido observar a partir de lo que me va diciendo-, de un ex que la maltrataba,  más específicamente del amor en falta o que le falta de ese  hombre hacia ella. Por qué asimismo, cuando le digo que “ni se le ocurra pensar que  con esta mujer que él tiene ahora va a  ser diferente que con ella(hay más probabilidades de que se comporte de manera violenta  también,  pero puede que no), y  menos que  eso la pueda  llevar quizás  a reconsiderar su decisión, y a querer volver con él”  ,(esto último es  obviamente  una “manera de decir”, ya que ella pude  sentir, pensar y decir, y más en esta situación donde mi lugar es el de escucha, todo lo que quiera).
Se sonríe como diciendo “me pescaste in fraganti”, y me dice que efectivamente sí estaba pensando en eso.

Muchas  mujeres que han sufrido violencia de género se preguntan fundamentalmente  en los primeros momentos tras la separación concreta del maltratador, y de manera angustiosa, si acaso el hombre agresor no era tan terrible como ellas lo concibieron, o llegan incluso  a  suponer que tal vez este no lo era porque sí, sino porque  en realidad  hay algo malo en ellas(o algo mal que ellas hacían) , o algo de lo que ellas carecen  que es necesario tener  para merecer ser amadas , lo cual lleva  a su pareja a comportarse de aquella manera; y  a partir de ello no solamente justifican a veces la conducta del mismo, sino que suponen precisamente, que con otra mujer que cumpliera con determinados requisitos que la hicieran amable o digna de ser amada (que tuvieran aquello –falo-de lo cual ellas carecen),  este hombre sí sería capaz de comportarse de manera respetuosa y cuidadosa y amarlas “de verdad”. Y eso, aun habiendo trabajado mucho para dejar sin efecto tal idea, siendo ellas mismas quienes enumeran y repasan muchas veces “la lista” de aspectos o situaciones en que  ese Otro da cuenta de su desamor o de un amor en el que prevalece el odio, como si tuvieran una y otra vez que  tener presentes “in situ” y de manera permanente los signos de ese desamor para mantener su postura de alejamiento respecto al mismo, so riesgo de caer en una amnesia  que las haría tentarse para volver con él.

En esta suposición, ellas hacen existir a “La mujer “(Lacan), la falta es entonces supuesta como inexistente en una Otra que estuviere por fuera de la castración, una que sí sería perfecta, estaría completa y se adecuaría perfectamente al deseo del Otro, lo cual entonces la haría merecedora o digna del amor del Otro, con ella sí podría darse un Amor sin falta, perfecto y eterno, idealización de la que  el final de los cuentos de hadas da cuenta: y fueron felices para siempre, negando el saber que su propia situación les aporta, de que mutilarse a sí mismas para  el Otro, para ser  todo y como el Otro desea, las anula como sujetos de deseo y que ni aún así logran ese amor que piden , sino que al contrario, cada vez son más exigidas a darse si y a anularse y menos amadas o más odiadas.  Y es  precisamente en el momento en que  quieren recuperar su deseo, que el Otro no lo acepta y  ejerce sobre ellas violencia.  Esta posición de ser para el Otro es una característica predominante en la mujer y en la estructura histérica, estructura que caracteriza fundamentalmente a las mujeres.  Se trata de tratar de entender por qué.

La suposición de que  con esa Otra la relación funcionará o será diferente, se puede apreciar claramente en la típica pregunta: qué tiene ella, la Otra que no tengo yo, que le da ella de especial, para que él pudiera tratarla de otra manera. Cuando digo “ellas”, no solamente me refiero a quienes han sufrido o padecen violencia de género, sino en general las  mujeres, cuya posición determina que estén siempre más o menos pendientes de portar en su ser ese algo (falo) que las haga agradables , queribles y deseables para  el Otro,  pagando para eso muchas veces elevadísimos costos que a veces entran en el orden del sacrificio –que siempre es de sí mismas, y que también  se presenta muchas veces tanto en relación a su ser mujer como a su ser madre- ( operaciones de cirugía estética, cambios de imagen y comportamiento para adaptarlo  a las supuestas necesidades del Otro sea la pareja o los hijos, etc.), intentando vanamente construir-se como falo a medida del deseo de ese Otro, desconociendo la imposibilidad que anida en ello pues habrá algo que falte. El tope a esta dinámica es, o habrá de ser para cada mujer, “la posición femenina” (Lacan), que no es la de la histeria   fálica; posicionarse en la misma implica  darse cuenta de que no se trata de lo que está en más o en menos respecto al falo, de lo que se tiene o no se tiene para cubrir la falta,  sino de hacer-se (con) la falta misma. Goce más allá del falo, comparable al de los místicos, goce  suplementario, sujeto al no-todo. Posición  esta que quedaba en evidencia en una entrevista  a una actriz y cantante muy sexy que vi hace unos días: le preguntaba la entrevistadora si ella siempre estaba así tan arreglada y tan sexy, “si ella era así –siempre-“ , y ella riéndose le contestaba que no, que era una persona “normal”, que lo que sucedía es que a ella le gustaba jugar(entiéndase jugar a ser mujer o  “La Mujer” que como bien dice Lacan, en realidad no existe; pero no es lo mismo jugar a serlo, que creerse que se lo es (psicosis femenina = ser La mujer que falta a los hombres).Hacer “como si” no se estuviera castrada ,  encarnar el falo(parecer ser de la mascarada, el semblante en su función de velar la nada de lo real) implica un: “sé que no soy el falo, que nadie lo es, pero me  presto a  jugar a serlo, a jugar el engaño de que creas que lo soy, y tú te prestas a que te lo crees,  para despertar-nos y jugar el juego del amor y el deseo”., donde como lo dice bellamente Eric Laurent  “el hombre sirve de relevo para que una mujer se convierta en otra de sí misma, como lo es para él”

La verdadera posición femenina “Ser el Otro sexo, el que no se define como Lo Uno, representante de la alteridad radical. Se trata de ser el Otro para un hombre, que no se define por tener un objeto sino por ser el Otro sexo, alteridad que abre las vías de un goce no fálico, que interroga al hombre y divide a una mujer” (Laurent. 1999; 85) Laurent. (2000). “Posiciones femeninas del Ser,  Tres haches Ed.

Estamos obviamente ante la pregunta de esta mujer en el tema de la castración femenina, la que ubica a la mujer en la dinámica  fálica: ser o no ser el falo deseado por el Otro, más que en la de tenerlo o no tenerlo (más propia del hombre). Esta es la que lleva a las mujeres a pensar que cuando no son suficientemente amadas, o son rechazadas directamente  como objeto amoroso o de deseo  es porque hay algo en ellas defectuoso, algo en más o en menos: no ser suficientemente guapa, o cariñosa, o no tener  la boca, el pecho o la edad adecuada, o  lo que sea  que se avenga  a la medida del deseo del Otro, sin llegar a poder darse cuenta , lo cual no es nada fácil y requiere un trabajo personal obviamente, de que todos somos seres en falta tanto hombres como mujeres y que lo que sucede es que simplemente su falta , la falta que ella encarna  no sirve a ese Otro – a otros posiblemente sí-para hacer de ella su síntoma, porque sus agujeros constitutivos ( la castración a que el hombre también está sometido, aunque pueda la misma parecer menos “visible”) “no hacen juego(agujero)”con la del Otro, por decirlo de alguna manera.

Sucede que el acceso al Otro del lado femenino se hace más fácilmente por el amor y encuentra allí las indicaciones de Freud sobre la pérdida del amor como equivalente de la castración en la mujer.

Por esa angustiosa experiencia de la falta,a la mujer le cuesta resignar el amor de ese Otro porque ese amor la completa, la hace sentir completa: insisten en que el hombre aún maltratador les de ese falo –amor que las cubra, que las haga devenir falo amado  a ellas, esto  explica en parte la insistencia casi inquebrantable  en su demanda en ser amadas, aunque el Otro siga demostrando que o bien no las ama, o que su amor las lleva a la destrucción, al odio.
Esta posición las regresa a la madre y a su demanda originaria en relación a ella. En ese sentido, dice Lacan dice que “la mujer también quiere el objeto en tanto que ella no lo tiene. Y que esto es lo que Freud nos explica, que para la mujer esa reivindicación del pene permanecerá hasta el final enlazada esencialmente a la relación con la madre, es decir a la demanda. Es en la dependencia de la demanda que se constituye el objeto a para la mujer. Ella sabe muy bien- me atrevo a decir: algo sabe en ella-que de lo que se trata en el Edipo no es de ser más fuerte, más deseable que la madre-en el fondo se da cuenta bastante pronto de que el tiempo trabaja a su favor-, sino de tener el objeto” (1)
Ahora bien, yo diría que en realidad ambos aspectos están vinculados: solamente si siente que ella tiene el falo en ella misma, o sea si logra serlo, siente que será deseada tanto o más que la madre y otras mujeres sustitutas de aquella, cuando se trata de la posición  fálica.
Esta primera vinculación materna de la niña con su madre, deja huellas con relación a los  destinos de la feminidad y de ahí que Freud dice que muchas mujeres eligen a sus maridos de acuerdo con el modelo del padre o lo colocan en el lugar se éste, pero en el vínculo repiten con la pareja su exclusiva relación con la madre, es decir, que la impronta de la imago materna determina que en la niña el complejo de Edipo sea una formación secundaria, dado que tiene lugar posterior al complejo de castración.
Ese amor que la mujer reclama al hombre es la repetición de un reclamo dirigido a la madre, insatisfecho por estructura.

Esa  demanda de ser el falo vuelve a las mujeres más dependientes de los signos de amor de su objeto amado y hace emerger el matiz erotómano que enfatiza el hacerse amar, a diferencia de la forma fetichista del amor masculino.  Parecería que la mujer es solo si es amada: es amada o no es, ser amada deviene sinónimo de (su) ser.
¿Esta vivencia de la falta, es  quizás más virulenta en la mujer  que en los hombres debido a las diferentes constituciones físicas? Como si la falta, vacío o ausencia de significante para definir lo femenino se aunara con la realidad física de su sexo implica un agujero o abertura, vagina.

Me lo pregunto porque  la representación  que Freud dice que se hace el niño de  la castración  de la a madre como La Medusa por ejemplo, es aterradora, o la imagen de la madre devoradora que metonímicamente puede remitir también a la vagina devoradora (fantasía de vagina dentada)

  En ese sentido, durante la etapa de la vida en que se produce el primer florecimiento de la sexualidad infantil (fase fálica )por más que se le quiera explicar a los niños que a la mujer no le falta nada (de hecho Lacan dice que efectivamente no le falta nada)  como se pretende hoy día, intentando con ello educar en la igualdad, intentando hablarles de que en realidad se trata de que son diferentes: que los niños tienen pene y la niñas vagina, y no de  que ellas no tengan pene  y ellos sí ; los niños igualmente categorizan esa diferencia en base al tener y no tener el falo de lo que resulta que “ellos tienen pene y ellas no” .Y siguen pensando que a ellas se lo cortaron,  como queda claro en un ejemplo donde  un niño de unos cinco años mirando a una  niña desnuda en las duchas de una piscina le dice : “¡Ohh!, a ti te lo cortaron”. Y esto es así porque somos sujetos creados, marcados, castrados de entrada por el lenguaje, esto es lo que determina nuestra categorización del mundo en relaciones parte–Todo,  y en el inconsciente no hay inscripción de la diferencia como tal, solo hay fálico y castado. siempre se piensa que hay una parte que se desprende de un todo, y que hay un Todo que entonces podría llegar a completarse. La diferencia sexual y toda diferencia es procesada en términos fálicos: un x que pertenece a una clase o está excluido de la misma  por la presencia o ausencia en él de un determinado atributo (¿lógica de clases?).
En el inconsciente sólo existe un significante para nombrar la diferencia sexual: el falo. Pero el goce fálico es un goce limitado, es decir que el significante fálico no puede dar cuenta de todo el goce.
“El predominio del falo, como elemento fantasmático imaginario propio de la fase fálica, supone que para el sujeto "dos tipos de seres en el mundo, los seres que tienen el falo y los que no lo tienen, es decir, que están castrados" (2). En la dialéctica simbólica "lo que no se tiene existe tanto como todo lo demás. Simplemente, está marcado con el signo menos. La niña entra pues con el menos, así como el niño entra con el más" (3), siendo el falo lo que está en juego. “

 Esta herida siempre abierta, siempre pronta a desangrarse  que es la castración en la mujer conceptualizada en términos de privación del falo por Lacan ( que yo creo que es lo que lleva a que ellas en general se depriman más que los hombres, y especialmente cuando les viene el período menstrual, la cual de alguna manera reedita inconscientemente la angustia de castración)es lo que nos hace precisamente tan dependientes del amor del Otro: “La particularidad del amor en las mujeres es que en ella predomina el hacerse amar y desear )  y es por lo que no es por lo que pretende ser deseada al mismo tiempo que amada”  dice  Miller en base las enseñanzas de Lacan, “de la falta en ser pasa a la falta en tener (no le es, ni lo tiene), le queda entonces la solución del parecer ser”( la mascarada), y esto  es lo que determina que “el miedo a la pérdida de amor opere en ella como la angustia de castración en el hombre”
Si no ser amada produce una angustia de dimensión mortal, esto va a hacer posible entender la insistencia en  querer ser amadas, en darle a ese Otro  que las daña una oportunidad más, y otra y otra; en realidad es a sí mismas que intentan dársela, ya que  su propio amor a si misma (narcisismo) depende del amor del Otro por esa necesidad suya de cómo dice Miller “ser tenida” (5)

Al hacerse amar, la mujer recibe el falo que le falta a través de la metáfora del amor de su amante, como una de las tres salidas el penisneid (anhelo de pene) femenino.
Y  de este sentido tremendo de la dependencia de la mujer del amor del Otro da cuenta  Miller al decir: “el partenaire-síntoma, es el retorno de la demanda de amor con índice infinito” Lo que determina precisamente el estrago como la otra cara del amor del lado femenino. Estrago que es lo que caracteriza a las relaciones de violencia de género: me amarás hasta la muerte, me amarás… muerte/muerta.

(Estrago es el término introducido por Jacques Lacan para dar cuenta de las consecuencias que el Deseo de la Madre tiene sobre la hija y que de alguna manera siempre está presente, ya que por más buena madre que una madre sea, nunca podrá darle a la hija el “ser mujer” que ella le demanda para constituir una identificación que la libere de la castración (siempre, haga lo que haga la madre, habrá fallado por estructura de lenguaje, ya que no hay ningún significante que diga que es ser una mujer, como hay que ser para ser una mujer realmente de una manera que no genere el dolor de estar en falta en relación al deseo del Otro, cada cual deberá construirse su manera de ser mujer, de hacer-se deseable y amable para el Otro  )  Esta no respuesta de la madre será interpretada por la hija en términos de privación y carencia de amor. Incluso la propia madre ante su propia carencia de respuesta sobre su ser mujer, buscará quizás responderse la misma a través de su hija, intentando moldear la misma, proponiendo o cercenando determinados aspectos identificatorios (por ejemplo, “no quiero que seas como yo en tal aspecto porque ya ves como he sufrido, quiero que seas…”), como si la madre quisiera terminar de construir su propia identificación inconclusa en su propia hija, que le hace de espejo, en el caso de una hija mujer)
 Frente a  esa fijeza de la pulsión en el objeto de amor en la mujer (porque su goce pasa también por el Amor del Otro), el aparentemente rápido desprendimiento en el hombre que ya tiene a otra, como nos dice la mujer que escuchábamos: “es que no saben estar solos, como nosotras, necesitan siempre alguien que les sirva, alguien a  su disposición  para que les limpie, cocine y les brinde sexo” , donde esa  frase amerita dos lecturas posibles: que no saben estar solos , y supuestamente nosotras sí sabemos,  y que nosotras al igual que ellos, tampoco sabemos.

Palabras además estas de las que se desprende una concepción de la mujer ¿tradicional? en la que ésta es un objeto pasivo aparentemente  al servicio de otro (hombre), mujer-objeto que viene a cumplir funciones tanto maternales -domésticas como sexuales, y donde su propio deseo respecto de los quehaceres hogareños, maternales y su propio placer en relación a lo sexual  queda reprimido o negado.
Pero , dónde queda entonces el amor de ese hombre por la mujer, por ellas mismas cuando estaban con él, aún  en aquellos casos en que el hombre no ejerce violencia de género. Si una se ciñe a esas palabras, parecería que amarlas por sí mismas  sin relación a la “utilidad” que como objeto  la misma podría traerle, fuera un imposible  para los hombres.
Ese ser de la mujer como ser para el Otro queda muy  bien retratado en un comentario que hace en su libro “Abiertos al deseo” el psicoanalista Mark Epstein comenta como en una nursery de recién nacidos de un hospital de Estados Unidos mientras en las cunas de ellas decía: ES (nombre), en la de los niños decía: SOY (nombre), lo cual indica ya la posición pasiva en que es ubicada la  mujer por el  Otro social, mientras  ella es nombrada, él parece nombrarse y apropiarse de  sí mismo. Asimismo no es lo mismo tener que ser algo o de una manera determinada para merecer ser amada que ser amado por lo que se tiene.
En la socialización de la mujer el ser para el Otro ya denunciado de manera profusa  por las feministas, cobra dos vías,  una que es la del amor y la sexualidad y otra la de la maternidad, y  se caracteriza porque la misma  siempre o casi siempre considera más importante el otro que ellas, sean los hijos o el esposo  Hay quienes entienden esta modalidad de vínculo en términos de falta de amor propio, lo cual es un contrasentido ya que el amor propio de la mujer  fundamentalmente (aunque  también el del hombre) depende del amor que obtiene del Otro(nadie se ama a sí mismo independiente del Otro ya que como dice Lacan ,el deseo del ser humano, es siempre el deseo del Otro, el narcisismo “pasa por “ y depende del Otro)

Como concebir entonces identificaciones o lugares para la mujer tanto en lo referente a su ser mujer como a su ser esposa y madre,  sin el primado de ese ser para el Otro llevado al límite. Porque es una realidad que si bien hoy ya no se trata de “que sepa cocer, que sepa bordar, ni hacer las medias para un general”, si se trata de otras exigencias que recaen sobre el cuerpo y la imagen  fundamentalmente y sobre otros aspectos quizás también como el profesional y el material que ocupan el lugar del falo. Sin ir muy lejos hace unos días escuchaba en un lugar campestre donde  se hacía una fiesta, a una mujer reclamarle  a su esposo en tono de suave reproche, el para qué, de haberle  insistido en que viniera arreglada y vestida así, siendo que la  demás gente iba vestida de manera informal y algunos hasta desarreglados, otros con looks hippies. Me reí buscando su   complicidad y le dije que lo que sucedía era “que su marido  quería presumir de mujer”,  y agregué en tono de broma: y luego luego dicen que las complicadas somos nosotras, ellos también son difíciles de entender, cuando no ,nos tratan de pesadas que se exceden con el tema y el tiempo del arreglo personal,  son ellos los que insistían en ello, ella se rió, y  “él a medias…”, pero se le subieron los colores a la cara y quedó cortado(castrado).Presumir con su mujer de tener el falo(ella lo es), le permite a la vez  presumir de su propio ser hombre que tiene el falo valioso, y quizás también en algunos casos dar expresión a su ser femenino, ( la identificación femenina en el hombre) que es expresado a través de su mujer.

Parecería que actualmente el cuerpo de la mujer funciona como falo para sí misma y para el hombre, pero también hay hombres que prefieren mujeres donde ellas ostenten otros tipos de falo que no sean solamente el cuerpo (logros materiales y profesionales)
 Eso me lleva a considerar que  si en la economía libidinal femenina estos semblantes del falo sustituyeran totalmente al deseo de hijo, y el hombre tampoco tuviera con el mismo una relación fálica, el ser humano no podría sobrevivir, porque la fragilidad del retoño humano requiere de un Otro que esté dispuesto a anteponer y muy especialmente durante los primeros  tiempos  su ser por el ser del niño, o más bien a con-fundir su ser con el del bebé ,su deseo con el de su hijo ,y eso solo es posible si el ser del adulto que lo cuida deviene el ser del niño, su falo. Pero el ser mujer implica además que el ser de la mujer no se agote en el ser madre.

Para finalizar entonces queda abierta la pregunta de si ¿será posible generar una nueva identificación para la mujer que no implique de manera desmesurada  posicionarse como  un ser objeto para el Otro?

En esa  búsqueda actualmente están embarcadas muchas mujeres, algunas de ellas quizás por haber sufrido uno o varios desengaños amorosos, y reivindicando su lugar proponen  el amarse a sí mismas antes que al otro como forma de lograr  una autoestima   que les permita luego sí amar a otro, o inclusive saber estar solas. Lo que el psicoanálisis sabe es que el deseo del hombre es siempre el deseo del Otro (deseo de ser un objeto de deseo del Otro), no deseo de un objeto sino de ser reconocido por el Otro, y por eso esta pretensión es un  imposible: amarse a sí mismos, tanto para los hombres como para las mujeres, no puede hacerse sin que ese amor sea reflejo claroscuro del amor del Otro, de la primera que nos amó, en todo caso de la madre. No existe un amarse a sí mismo por fuera del Otro, y siempre nuestro amor propio será secundario, respecto de ese amor, y por lo tanto,  nada exclusivamente  propio en definitiva; nos amaremos  según como creímos o no  haber sido amados por ese Otro; por lo cual esta pretensión no deja de generarme preguntas: ¿se tratará como pretenden muchas mujeres hoy en día de convertirse en impermeables a esperar que el Otro las acoja como objetos de amor y de deseo, de constituirse en falo para sí misma sin importar que me quiera El Otro, hasta dónde no  implica un desafío? Desafío en el sentido de yo tengo- soy el falo autosuficiente y no necesito al Otro ni para el deseo ni para el amor. Esta es más bien  bien  una posición defensiva organizada en la lógica fálica, de obturación de la propia falta cerrándose al Otro o situándose como sucede mucho actualmente ellas mismas  como hacían tradicionalmente muchos hombres, tomándolos  a ellos como objetos para su goce fálico. Quizás se trate  más bien de buscar otras soluciones que impliquen de abrirse a un Otro pero con límites.


1-Jaques Lacan, Seminario X. “La angustia”, clase 16 del 27 de marzo de 1963.
2 y 3- Jacques Lacan, Seminario VI "La relación de objeto", Editorial Paidos ,  pág. 124   y 125.
4-  Lacan, J., "La significación del falo" (1958), Escritos. Buenos Aires: Siglo Veintiuno, 1986, p. 674.
5- Miller, J.-A., De la naturaleza de los semblantes (1991-92), Paidós, Buenos Aires, 2002, p. 156.
6- Silvia Elena Tendlarz ; “Las mujeres y el amor, entre semblante y sinthome”, AMP wapol.org.


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