domingo, 25 de mayo de 2014

CUANDO EL OTRO NO LEE.

Por Anabella Rodríguez.

Una pequeña historia de-muestra que si el Otro no lee, el niño tampoco leerá, y que lo que se juega en la lectura es antes que nada,la lectura del deseo (como)inconsciente.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                      
Hace tiempo que Patricia se venía quejando a su mamá de dolor de estómago. La mayoría de las veces ese dolor hacía acto de presencia en las mañanas cuando la niña debía acudir a la escuela, pero también cuando debía asistir a otras actividades, por lo cual su madre, la lleva en varias oportunidades al médico. Finalmente  sin que este pueda encontrar en el cuerpo de la niña-luego de haberle realizado los exámenes apropiados  para diagnosticar las posibles enfermedades a que dicho síntoma pudiera responder-, ninguna manifestación que diera cuenta de una enfermedad orgánica, opta con atribuir la causa de ese dolor a la excesiva nerviosidad o ansiedad de la niña, “normalizando” dicha ansiedad como un rasgo de carácter de la pequeña: es que se pone muy nerviosa, es que es una niña ansiosa. Otras veces, ante una situación así, se descarta el problema diciendo que se trata de que “simplemente la niña quiere llamar la atención” (!!! ) lo cual dicen mucho las maestras, dicho sea de paso.

Hasta aquí podemos decir que la madre de Patricia va haciendo algunas lecturas acerca del malestar de su hija, unas lecturas muy básicas, o habría quizás que decir  del orden del signo y no del significante: un dolor es signo de una enfermedad orgánica, (un signo es lo que representa  algo para alguien, y un significante es lo que representa a un sujeto para otro significante): un dolor es signo de una enfermedad orgánica. Lecturas obviamente acordes sin lugar a dudas con el  sentido común, y además  habilitadas y reforzadas diría yo, por la cultura actual. En ese sentido, un dolor físico responde a una enfermedad orgánica y por eso se ha de acudir al médico, teniendo presente algo que todos sabemos y hacemos: ante un malestar físico, antes que nada se ha de acudir al médico. Si éste no encuentra en la niña una enfermedad  como sucede muchas veces, la gente habitualmente repite su visita suponiendo que el facultativo se ha podido equivocar con la falta de diagnóstico de una enfermedad,  y/o que quizás ello pudo deberse a que el mismo no ha  realizado alguna prueba o examen  que hubiera sido necesaria para arribar al diagnóstico correspondiente a la misma. Algunas veces hay quienes en esa búsqueda de una marca que inscriba el malestar del sujeto  en el cuerpo, recurren a otros médicos, suponiendo que el primero se ha equivocado.

Ante lo infructuoso del diagnóstico de enfermedad orgánica, la madre en cuestión en este caso,  realiza una segunda lectura también del orden del signo: se trata de la nerviosidad o ansiedad de la niña, lo cual implica ¿que ella se imagina que hay un dolor donde no lo hay o donde no hay una marca en el cuerpo que responda objetivamente al mismo? como en “El enfermo imaginario” de Moliere o como se hacía –y sigue haciendo- con las histéricas a quien se acusaba de mitomanía. (¿No será más bien que las personas de estructura histérica han tenido que devenir fibromiálgicas ante un Otro actual que sistemáticamente no las escucha ni las lee, solamente las signa.)


¿Por qué aún en algunas cuestiones seguimos sin poder creer en la existencia de aquello que no es aprehensible a nuestros sentidos, y por qué será que justamente ello parece  acentuarse en  todo aquello que se trata de nosotros mismos, y en cambio sí  somos capaces de aceptar la existencia de electrones,  átomos y moléculas o del bing bang sin necesidad de poderlos ver, tocar o corroborar científica, o sea  experimentalmente, su existencia?

¿Por qué no pensar que el  dolor del alma puede sentirse en el cuerpo? O que el dolor simplemente es dolor y que a veces deja huella o marca  en el cuerpo, que se lo siente en el cuerpo  y otras no, y que especialmente lo hace  cuando no se lo escucha, cuando no se lo lee y por tanto no se le  ponen palabras, o cuando aún poniéndolas son insuficientes para nombrar lo real del goce corporal.


En esta lectura, la madre adjudica el dolor a un fenómeno que ella ha podido deducir del comportamiento de la niña, ya que la ansiedad es visible a través de diversas conductas donde el movimiento agitado está muy presente  a nivel físico y mental: el niño o niña se mueven sin parar, corren, saltan, hablan mucho y con voz alta, les cuesta concentrarse porque pasan fácilmente de una actividad o pensamiento a otro, puede que en algunos casos también coman mucho y velozmente, por ejemplo.

Ahora bien, la madre con su lectura, adjudica a su hija la ansiedad con carácter de rasgo de personalidad  de orden constitucional hereditario y/o congénito, ya que no se pregunta a qué puede deberse esa ansiedad, ni porqué la niña no se había quejado de ese dolor antes del momento en que sí comienza a hacerlo, no se pregunta por una causa exterior a la propio carácter  o naturaleza de la niña que pueda estar incidiendo en dicha ansiedad y dolor. En ese no preguntarse y fijar la causa a un solo aspecto y además  inmodificable, hay una ausencia de lectura con valor significante , una imposibilidad de instaurar la falta, lo simbólico ( la metonimia y la metáfora) en la materialidad bruta del signo. También ello sucede obviamente, cuando se dice que se trata de una manera que tiene la niña de llamar la atención, y en este decir sucede algo aún peor de cara a la subjetividad de la niña , se la sanciona con una violencia extrema al desconocerla justamente como sujeto, pues se establece que llamar la atención es algo sin importancia, no se puede escuchar precisamente el mensaje fundamental (la enunciación)que hay en ello: que hay un llamado al Otro, un pedido de ayuda que no puede ser dicho o  formulado en ese momento por el niño o la niña de otra manera.

 Si ese Otro social (madre, maestro, médico) no puede escuchar que ese llamado de atención no es una simple actuación mitómana, un simple querer molestar, y se le desconoce sistemáticamente (minimiza, desautoriza, responde con indiferencia  e incluso aún peor se le castiga por su comportamiento), se estará desconociendo al niño en su subjetividad, matándole en parte,  al matar en sí mismo el germen  mismo de su vida, que es el deseo, donde habita auténticamente el sujeto.


¿Qué de alguna manera siempre hay una parte en uno mismo que ha sido objeto y por tanto muerta, negada, desconocida da cuenta el yo, formación defensiva, fortaleza, concha enquistada que aún y necesariamente así,  posibilita  al sujeto la perla que es su subjetividad y la conservación de un resquicio para su deseo? ¿Qué era, si no eso, aquel falso self del  que nos hablaba el psicoanalista Donald Winnicott? Pero aún así,  ello no justifica ni implica dejar de lado el intento de  minimizar los efectos que el desconocimiento o la negación subjetiva en diversidad de formas y con diferente intensidad pueden llegar a  tener sobre el sujeto, así como a disponibilidad para minimizarla o trabajarla en la medida en que cada cual pueda ir siendo consciente de ello.

Obviamente no todo puede leerse pero cuanto más pueda leerse mejor, por eso los psicoanálisis son tan largos, cuanto más del goce pueda tramitarse vía la palabra, vía lo simbólico menor repetición y ¿menor monto de pulsión de muerte en el cuerpo?


QUÉ PREGUNTAS DEBERÍA PODER HACERSE LA MADRE PARA INSTAURAR LA LECTURA O LO SIMBÓLICO EN LA ESTRUCTURA SUBJETIVA DE SU HIJA.


Este planteamiento  implica antes que nada que estoy haciendo  una propuesta ética que apuesta y valida el pensar las situaciones, ya que preguntarse diferentes causas o motivos ante una conducta o un hecho implica poder pensarse y pensar implica la presencia de lo simbólico que mata la cosa. Habría que considerar si hay acuerdo con la misma, o  con la otra que parece dominar la actualidad, ya que de pronto hay quienes apuestan y consideran igualmente ético una apuesta por el no pensar ni pensarse más .Habría que pensar, si es que se opta por hacerlo, qué consecuencias puede tener sobre los sujetos y la sociedad este tipo de apuesta por el no pensar más las cuestiones inherentes al sujeto y su deseo.
Si optamos por leer y pensar (suponer, cuestionar) el deseo inconsciente, cabría que la madre se pregunte por ejemplo, por qué estará ansiosa mi hija, desde cuándo está ansiosa, existe algún motivo (cambio, suceso) que haya acaecido para que ella empezara a quejarse de dolor en el estómago,  hay algo en la manera de funcionar mía, de la familia, de la casa, que pueda estar determinando en alguna medida ese dolor.

Y si ese dolor se presenta siempre cuando la niña tiene que salir de la casa y relacionarse con otros, puede que pueda pensar si el mismo tiene alguna relación con alguna dificultad en lo social, en su disponibilidad para vincularse con los demás. ¿Qué de su vínculo o en el vínculo con los demás le puede estar produciendo ansiedad y dolor? Observar, pesquisar, preguntar, interesarse.

Y entonces quizás se pueda proponer a la niña una lectura posible, una hipótesis: será que cuando sales te sientes…. Será porque tus compañeras, será porque la otra vez….etc. Si alguna de esas palabras tocan el punto donde el goce hace marca en el cuerpo, esa manifestación podrá empezar a devenir síntoma en el sentido analítico (encierra un saber y sentido simbólico), el sufrimiento podrá apalabrarse y  haciendo eso simplemente ya se estará favoreciendo la simbolización del dolor, el desplazamiento (metonimia)-metáfora mediante-   sobre la representación , sobre uno o varios nombres,   escribiéndolo, inscribiéndolo  en el psiquismo, en una trama de  historicidad subjetiva, y ya no marcándolo sobre la realidad material bruta del propio cuerpo. Y para esto, no se requiere de manera imprescindible un analista, es tarea que siempre han cumplido en generaciones anteriores los propios padres. Ahora cada vez lo hacen menos, debido al desprestigio de la palabra (del valor simbólico de la misma) y desidia, ¿o será falta del placer e interés? en hablar, contar, preguntar y saber  acerca de la subjetividad, de  los sentimientos, de los malestares  (cada cual prefiere escribir a los otros desde su ordenador o móvil) y para mostrar más que contar, solamente sus éxitos, sus experiencias  gratificantes y felices, pues  está mal visto sentirse mal o no ser exitoso. Por ello cada vez son más frecuentes  las inscripciones del dolor  en lo real del cuerpo  (enfermedades psicosomáticas, autoinmunes, etc.) y patologías donde la acción como respuesta al malestar está en el primer plano.

Leer, querer leer , querer aprender a leer libros, implica necesariamente primero , inauguralmente digamos, haberse interesado por leerse como sujeto de deseo y leer el deseo de los otros hacía sí mismo (¿qué me quiere el Otro?, ¿qué desea de mí, por qué me quiere, por qué me tuvo, por qué me dice lo que me dice, por qué no me dice lo que no me dice),haber sentido curiosidad y deseo por poder leerse a sí mismo como sujeto de deseo, para lo cual el otro que socializa y humaniza debe haber trasmitido la ley del deseo que es la palabra( lo simbólico), que es la que separa a la vez que une y da consistencia imaginaria a lo real de la carne de nuestro cuerpo y evita que seamos pura carne adolorida, puro muñón amoratado, rasgado, lastimado, y que seamos sujetos a quienes nos duele eso que aunque no lo veamos sabemos certeramente que existe, porque lo sentimos y nos  sentimos, eso, que algunos llaman alma y otros quizás lenguaje.

Que hubiera sido- o más bien no sido- de nosotros, de nuestros niños, esos que cada uno aún somos, de Blancanieves y de la madre de Blancanieves,  si aquel pinchazo en su dedo, mientras estaba bordando (¿bordeando? el agujero de lo real, pues bordar es una forma de escritura), hubiera quedado solo en eso, en un simple y burdo pinchazo granate sangrante. Y que sería también, si  su mirada, en vez de deslizarse metonímicamente sobre la  blancura anhelada de una  piel, solo se hubiera quedado, eternamente absorta, en la  belleza mortífera de la nieve,  aquel día en que la misma, golpeando suavemente sobre los cristales, llamó  azarosamente  a la ventana de su deseo.








1 comentario:

  1. Mi felicitación por este artículo tan útil clínica y socialmente. Deberían repartirlo en los colegios a los padres ( eso sí un poco más vulgarizado su estilo para una mayor comprensión. Francisco D.

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