lunes, 13 de julio de 2015

LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS. José Antonio del Pozo.

...O LA BOBERA DEL NARCISISMO Y LA SABIDURÍA DE SER CAPAZ DE REÍRSE DE UNO MISMO.

El bobo de estas historias no es nada bobo, al contrario, es muy culto, sensible, refinado intelectual y espiritualmente, aunque su estratagema defensiva contra la bobera, la cual le podría deparar creerse del todo sus ínfulas de intelectualidad , cultura e ingenio, sea precisamente la de quitarle seriedad,  burlarse, menoscabar la misma, haciendo referencia a ella como si fuera algo intrascendente : “mira, yo no tengo sentido del humor , sino del amor”, “bonita historia de mi luna de miel, ¿dije de hiel?”, “ justifiqué a lo Dostoievski el valor moral del sufrimiento como peaje obligatorio para alcanzar la dicha”, “aquellos dorados prolegómenos fueron un jubiloso vivo sin vivir en mi y tan alta vida espero y todo el rollo que sigue”(del hermoso poema de María Teresa de Jesús), “legendarias pirámides de Keops, Kefrén y el otro” (del cual seguramente el narrador sabe muy bien su nombre).

Puede  sí, que cierta inocencia y confianza excesiva en la bondad de las  personas, que no considero asimilable en todos los casos a bobera ( daría para un pequeño tratado el dilucidar las relaciones entre la una y la otra) -resultado seguramente de la  represión excesiva de su propia agresividad y  malicia para con los otros-,  lleve al personaje de estas historias a descuidar  la maldad y por tanto de las malas intenciones de los demás, queriendo desentenderse de que también estas  son  parte de la estofa de que estamos hechos todos los seres humanos, aunque obviamente en algunos, su expresividad sea más notoria que en otros, como lo comprueba sin cesar Armando, el personaje de este libro. 
Esa inocencia, hace que una quiera al personaje, porque en definitiva nos habla de nuestra propia  flaqueza, desde la cual nunca sabemos realmente cuando, cegados o no por nuestro propio narcisismo (a veces confiamos simplemente en nosotros mismos, otras nos tenemos un exceso de confianza que puede lindar con la soberbia), podemos estar siendo enjuiciados por los otros como auténticos bobos,  siendo motivo de su mofa, como le sucede a él.
 Inocencia que todos podemos tener en alguna ocasión, frente a un Otro del que nunca sabemos realmente cuales pueden ser sus verdaderas intenciones cuando nos dice algo, que es la que le hizo creerse sin más  que su adorada compañera de colegio quería de a de verás que  le trajera un bocadillo de boquerones; aunque como lectora me queda la duda de si esa niña no fingía también frente a las otras compañeras, manteniendo  una actitud de burla y rechazo  hacia Armando, ocultando  o  negando, otros sentimientos de valoración y afecto hacia él,que coexistían con los anteriores, los cuales no quería quizás  reconocer ante las otras, e inclusive ante sí misma, por considerar que la desmerecía querer a alguien que era considerado por el grupo de amigas  como “un bobo”. Porque el gesto del protagonista es un verdadero acto de amor, frente al que cualquier chica (por lo menos “de las de antes”, las de ahora no sé) se sentiría halagada, aún sin estar quizás enamorada del chico en cuestión; más valioso aún porque puede requerir para quien lo lleve a cabo de un quitar peso, o no importarse de  la posibilidad de hacer el  ridículo, (1) o como supuestamente sería el caso, llevar a cabo dicho acto  sin saber que se  está haciendo el ridículo, hasta que la risa de las chicas sanciona el mismo como tal.  

(1)    Amar, decía Lacan es dar lo que no se tiene. Lo que quiere decir: amar es reconocer su falta y darla al otro, ubicarla en el otro. No es dar lo que se posee, bienes, regalos. Es dar algo que no se posee, que va más allá de sí mismo. Para eso, hay que asumir su falta, su "castración", como decía Freud. Y esto, es esencialmente femenino. Sólo se ama verdaderamente a partir de una posición femenina. Amar  feminiza. Por eso el amor es siempre un poco cómico en un hombre. Pero si se deja intimidar por el ridículo, es que en realidad, no está muy seguro de su virilidad.

 Este “Bobo con ínfulas”  tiene algo de  especialista en “la contemplación “ intelectual/ filosófica y estética o  artística , tarea fundamental  de todo aquel que ama la sabiduría , esa que  no reporta beneficios o utilidad económica  y que no puede ser expropiada (por lo menos por ahora)por el Mercado  como objeto de consumo,  pero que sí los tiene de otro orden precisamente, tanto para quien la  realiza,  y para  lectores  que como quien esto escribe, aprecian y consideran a la misma una forma de arte,   de resquicio imprescindible para la  salvaguarda de una  libertad subjetiva que intenta ser más que nunca  arrasada - y que a gran escala lamentablemente se logra-.  Saberes que no son  teóricos como hay quienes creen, pues  sin los mismos  ningún cambio ni personal ni social es posible.

 Ante el primado actual del valor de compra-venta de todo quehacer humano, quienes elegimos quedar  en los márgenes de este mandato social actual, y preferimos la tarea de observación y reflexión acerca de nosotros mismos y acerca de las  manifestaciones y /o creaciones humanas en diversos campos(artístico, cultural, social), o  la creación misma de objetos cuya utilidad no puede ser ni medible ni apresada como objeto de consumo,  podemos ser catalogados por quienes están convencidos nadando hacia esa otra orilla, como “bobos” . Y quizás hasta nosotros mismos en algunas ocasiones  nos juzgamos de esa guisa, pudiendo   inclusive llegar  hasta a burlarnos, como lo hace en estas historias el narrador- personaje debido a sentimientos de inadecuación o inadaptación respecto lo socialmente sobrevalorado. Esto  hace que el personaje de estas historias se sienta muchas veces  incomprendido  o  aún  excluido,  en una sociedad que da cada vez menos, o ninguna importancia a estos valores, a la palabra, a la Literatura, y que por el contrario sobrevalora los objetos: (“ como si hoy las palabras pudieran impresionar a alguien. Los objetos, idiota, los objetos”),  la imagen física, la cual  parece no ser precisamente el punto fuerte de Armando, así como tampoco las habilidades para tareas prácticas cada vez más requeridas: (“como lamenté entonces no ser de otra pasta, saber más cosas prácticas, todo eso que de verdad te hace la vida más fácil”).

También es cierto que el saber intelectual y/o el saber teórico  muy sobrevalorados, y el intelecto desarrollado de forma exclusiva o preponderante , en detrimento de otras áreas o aspectos  de la personalidad, pueden dotar a alguien de cierto grado de bobera del que puede convenir burlarse, o  cambiar un poco,; más sí para desempeñar con un mínimo de eficacia esas tareas prácticas que también son necesarias para la vida en esta sociedad, como  bien lo dice el personaje, se requiere de otro tipo de habilidades y conocimientos. Aunque tampoco se trataría de impulsar un hacer  sin reflexionar, que es lo que abunda en nuestros días.
 En cuanto al sentido del humor al que venimos haciendo referencia,  ya el título del libro es una declaración de intenciones. Y en la primera historia, a contrasentido, el personaje niega rotundamente su sentido del humor, valiéndose precisamente del mismo.
 Toda bobera humana, todo peligro de estar haciendo el ridículo  radica en definitiva en alguna de nuestras ínfulas, en este caso en las  intelecto-culturales, y la grandeza (la palabra ínfulas está escrita en mayor tamaño en el título del libro) o la creencia en la superioridad intelectual, puede llevarnos a comportarnos como los tontos más tontos, cegados por el convencimiento  lindante muchas veces con la certeza, en nuestro propio brillo, e inclusive, a la  propia muerte simbólica, o real, como le sucedió a Narciso con su belleza. De hecho las historias dan cuenta burlonamente de esa ceguera y del despertar   a “cachetada limpia” a que es sometido el personaje, por alguna que otra bella mujer a la que el susodicho,- cuya supuesta ingeniosidad  ni el mismo se la cree del todo: “intelectualoides”-, “quería impresionarla con esa chorradita tan elemental”.

 Armando  se cura en salud de aquello que podría haberle convertido realmente en un bobo con ínfulas, por cuanto él es plenamente consciente de la sobrevaloración de lo intelectual y cultural, a cuya merced podría haber sucumbido,  y de los honores que dado el caso habría podido esperar  o se habría creído destinado a recibir de los otros por dicha brillantez o superioridad intelectual , y eso da cuenta de su gran inteligencia, esta es la que le hace  capaz de nombrar dicha sobrevaloración en términos de ínfulas… de un bobo, e ironizar burlándose de su propia vanidad.  Esto hace entrañable al personaje, porque  le hace devenir  un  reflejo fiel de nuestra  incompleta o “defectuosa” humanidad, la que reencontramos  además en  algunos detalles que son de una adorable ternura, que  dan cuenta del desgarro afectivo en que el desamor nos deja:  en “Con la misma piedra” cuando culmina el diálogo con su  ex -mujer a la que vino a  socorrer porque se puso enferma, responde a las  palabras de ella de que “esto no cambia nada respecto a   nuestra separación”,  con un “lo que sé es que no me quieres contigo”, enternecedor.

La agilidad, dinamismo  y cercanía de las situaciones relatadas hacen amena la lectura  del libro. Una se emociona, siente ternura, pena, admiración, cariño y compasión  por Armando y sus peripecias, y se ríe bastante, no del personaje, sino con el personaje, no a mandíbula batiente, pero si con esa media sonrisa que genera la complicidad con un narrador que sabe donde aprietan los zapatos del mismo y de los lectores, aunque obviamente a algunos le aprieten más que a otros, y que tiene  capacidad fabulosa para el recurso a la ironía. Por eso precisamente, “el bobo con ínfulas”  permite al lector reconciliarse  con su propia  bobera, esa de la cual ningún ser humano se salva, y burlarse cariñosamente y en secreto también de sí mismo. Esa que da lugar a la vanidad  que se asienta en el narcisismo que muchas veces  nos hace vernos o creernos “especiales”, (lo que quizás no estaría mal), o lo que ya puede ser más peligroso, superiores a otros, sea cual sea la ínfula sobre  la cual dicha superioridad se funde.


 Esparzamos pues con la lectura de este hermoso libro, un bálsamo de piedad sobre el personaje y a la vez desde él, sobre nuestras propias vanidades, ese gran pecado capital que hoy es conminado a asentar más en  la imagen física y el tener objetos, que en la intelectual, -según mi parecer-,  pero que en definitiva aún tiene valor en determinados reductos: “el de los intelectuales”, o “intelectualoides” como dice Armando, porque se supone  que lo intelectual o cultural, que exacerbado puede denotar bobera y mover a burla, aún a contracorriente de los empeños de este sistema actual , sigue  hoy conservando  un valor que hace que por lo menos todavía no se encuentre   totalmente en vías de extinción.  

2 comentarios:

  1. Muchas, muchas GRACIAS, Anabella, por tus tan certeras como inspiradas y para mí divinas palabras sobre mi libro. Uff, bueno, son emocionantes y muy analíticas a la vez, y, ¿sabes?, verse así de taladrado por una mirada tan penetrante como compasiva resulta enaltecedor. Gracias por tu tiempo, por tu trabajo, por lo que ni siquiera con palabras puede bien expresarse, Anabella.

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  2. Gracias a ti José Antonio, aún releo tu libro, son preciosas las historias, y aunque hice un esfuerzo analítico en su momento, me estoy dejando llevar por ellas(sin analizar desde afuera digamos), porque ellas han logrado seducirme tanto como para hacer que deje en reposo mi tendencia analítico-crítica.

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