
La psicología habla de esta problemática en términos fundamentalmente de “puesta de límites”, pero a mi entender esta forma de denominarla, torna un tanto supefluo un proceso es construcción psíquica que es fundamental en términos estructurales para cualquier sujeto, en cuanto atañe a la internalización de la ley simbólica.Entiendo que este proceso marca y nunca mejor dicho, la entrada de todo sujeto en el lenguaje y en la cultura, marca que para inscribirse requiere mucho más que la “puesta de límites”como algo exterior que cualquiera podría hacer con un poco de consejos de supernanny. Quiero decir con esto, que no basta con ese tipo de consejos o técnicas de reaprendizaje, si la estructura familiar inconsciente que acoge a un sujeto (hijo) no funciona ya acorde a un orden simbólico, no está construida en base a es marca, más allá de que este orden simbólico obviamente nunca funciona a la perfección; en ese sentido, sus fallas constituten las diversas dificultades parentales en la puesta de normas.
El tema en cuestión es el siguiente.
Parto del hecho de que nunca se me había ocurrido pensar en el “pero” y su implicación para los humanos en tanto sujetos de lenguaje, hasta hace ya muchos años, cuando trabajando en del Instituto Nacional de Criminología estuve llevando a cabo un tratamiento psicológico con un hombre recluído en el centro carcelario donde yo desempeñaba mi labor.
Durante varios meses mantuvimos encuentros con finalidad terapéutica con este hombre; en los mismos, mis intervenciones habían consistido fundamentalmente en intentar ayudarle a incorporar lo que yo en aquel entonces pensaba en términos de capacidad de relativización de su pensamiento y de su manera de sentir, ya que su forma de percibir el mundo, en blanco o negro, sin medias tintas, hacía que concibiera a las personas y a las situaciones de forma dicotómica: como totalmente malas no pudiendo rescatar en ellas absolutamente nada bueno , o como totalmente buenas, llegando en este caso a una idealización ilimitada.Esto hacía que en sus relaciones con personas y situaciones oscilara tajante y dramáticamente una y otra vez, del odio al amor, sin poder lograr la menor síntesis de los objetos de identificación, ni obviamente de su pensamiento. Relaciones que aún y prescisamente por esta imposibilidad sintética, comenzaban en una especie de exaltación de las bondades y maravillas del objeto en cuestión al que dirigía su libido, objeto idealizado al extremo de ser vivido como sin falta, y que terminaban cuando la falta era constatada (porque obviamente no hay nadie perfecto o completo), la mayor parte de las veces en rupturas desgarradoras plagadas de odio, resentimiento y desconfianza profunda.
Esta persona, no podía, como diría Freud realizar la denominada “mezcla pulsional” que permite sostener el juego de la ambivalencia amor-odio tanto hacia el objeto como hacia sí mismo.
He de decir que en el proceso terapéutico , muchas veces sentía que “violentaba su pensamiento o su manera de pensar” ya que “le forzaba” casi podría decirse, a pensar de otra forma, intentando que disminuyera la dicotomía del mismo, Digo forzaba, porque yo sentía hasta corporalmente la fuerza, la tensión del conflicto mental del sujeto, al intervenir tratando de desbaratar la escisión,y me preguntaba, no sin cierta preocupación y temor a dañar o perjudicarle en vez de ayudarle, si estaría haciendo lo correcto y qué lugar tenía yo en la relación transferencial con él, y qué lugar tenía él, ya que esa posición de “marcar” demarcar al sujeto no es la forma de trabajo que una realiza habitualmente en su consulta particular, obviamente porque las problemáticas que traen las personas que consultan son de otro orden.
Me preguntaba por qué él seguía viniendo, y sin falta a nuestra entrevista semanal, siendo que tenía total libertad para venir o no hacerlo, si más bién parecía batallar la mayor parte del tiempo contra mis intervenciones. En este sentido, es importante aclarar que no venía por lograr algún otro beneficio en el sistema, que no fuera el que se desprendriera del trabajo terapéutico mismo; para asegurar que así fuera, quedaba acordado en las primeras entrevistas, que mi labor en este aspecto, estaba al margen del programa de diagnóstico y tratamiento estipulado por el Instituto de Criminología del cual dependíamos en tanto profesionales (*)
Así, este hombre venía, aunque muchas veces se molestaba conmigo y remarcaba su franca oposición llevándome la contraria, y negándose la mayor parte de las veces a aceptar mis intervenciones. Yo me cuestionaba si acaso no lo estaba tratando como a un “objeto” , y no como un sujeto,que es la posición que los analistas intentan favorecer en la cura, (más allá de que el sujeto se pueda posicionar al inicio de cuaquier cura como objeto); aunque a la vez tenía también muy claro,que lo que estaba llevando a cabo no era una cura psicoanalítica del orden de las que llevaba a cabo en el consultorio, no solamente por que el ámbito es totalmente diferente, sino precisamente porque lo es porque las problemáticas que aquejan a las personas que allí se encuentran, son diferentes a las de los neuróticos que son los que generalmente concurren a consulta. Y precisamente, se trata de posiciones casi opuestas, mientras el neurótico sufre de lo efectos sintomáticos que el acatamiento de la ley le genera, muchas de estas personas que se encuentran en establecimientos de este tipo, sufren de los efectos no –sintomáticos, sino más bien en la esfera del actuar (acting out, pasajes al acto), que les genera el no poder o querer acatarla.
De alguna manera yo trabajaba forzando la instauración de la castración simbólica en el sujeto, y muchas veces me cuestionaba si estaría procediendo bien terapéuticamente; pero como no se me ocurría de que otra forma podía hacerlo, seguía trabajando en esa línea.Hasta que empiezo de a poco, a constatar que esa forma de intervención produce efectos: su escisión va lentamente diluyéndose, y ya el sujeto no presenta la misma contundencia en su dicotomía.
Sucede entonces, que en esa transferencia conmigo, con algo de mi saber por él supuesto acerca de lo que le sucede, comienza a leer libros de autoayuda(de Louise Hay) que le solicita a su madre que le traiga cuando viene de visita, y en una oportunidad me dice muy asombrado y maravillado como quien ha hecho un gran descubrimiento - logrando contagiarme su estado de plenitud: estuve leyendo “Como puede sanar su vida “ y sabe que me di cuenta de una cosa que nunca nunca había visto, que nunca me había fijado que existía , aunque ni yo puedo creerlo, ni usted va a creerlo, que existe el “pero”, la palabra “pero”. Que uno puede decir me gusta pero…, esto es bueno pero…
El “pero” , conjunación advesativa está definida en el diccionario como un “enlace que une dos oraciones o sintagmas cuyos significados se contraponen,se restringen o se limitan “, supone una afirmación y su negacióna a medias al mismo tiempo, lo que exige que el objeto sea concebido como no todo: no todo bueno, no todo malo. Lo que hace posible ese enlace (símbolo) entre dos juicios contrapuestos o esa integración a medias o relativización de los opuestos, es la metáfora.
QUÉ SE NECESITA PARA LLEGAR AL “PERO” QUE INDICA LA CASTRACIÓN. Quedará para ser abordado en la segunda parte de este trabajo.

Para terminar unos intentos de poemas que hice pensando el PERO:
PERO
Que no tienes muy buena fama,
que a casi todo sacas
las ganas,
que casi siempre invades las camas,
que casi nadie tu nombre aclama
aunque todos hacen de
tu excusa el vale,
que dejas la promesa extinta
cuando toda empresa pintas
a media tinta,
que anulas la algarabía
que en la primera parte de la frase habría/abría
y la reviertes
y la conviertes en contravía
en el pesar de una letanía,
que al final todo deseo detendría, extinguiría
o dejaría en el tren la vía;
que eres como una ola
que se torna siempre
a deshora:
en la orilla una en vano espera
y tú te vuelves antes
que llegas,
dejando pies en la arena
de tu ausencia de anhelo llenos,
que con tus peros aguas la fiesta,
que con tus peros la fiesta en vela queda
o a media vela
como algún hombre: promete ¡vuela!
y cuando a veces la hora llega
se cae la vela
se apaga pronto
¡antes que quema!
o igual se queda en duermevela,
o cual mujer que en mascarada bien sabe hacer,
más cuando llega la de verdad
la hora de la verdad,
el pero invade la intimidad,
que a veces, con
tanto pero la vida frenas,
que sí te quiero,
que sí que quiero
pero no puedo,
que sí te quiero
pero no sé, no es el momento
¡vaya qué cuentos!,
que estuvo bien
pero podría
haber estado
mejor,
que eres muy guay
pero quizás…
falta algo más,
que a tanto pero anclados
en el pasado
hay muchos barcos que han naufragado,
se aúna el recuerdo
de aquel o aquellos besos
sus pendidos a dos palmos
del labio henchido pero frustrado
de tanto quiero por el pero refrenado,
o aquel te quiero
o aquel me gustas
agarrotado en la lengua injusta,
seca y cobarde
¡¿aún hoy te angustia?!,
traiciona el pero aquel deseo
que por ser la primera noche
¿ y si queda feo?
y arrinconados en
aquel coche
mató el derroche y el desvarío,
que sí que quiero
¡pero no en el coche!
y tampoco en el
porche
¡y no esta noche!
¡¿qué pensaría de mí este hombre?!
¡vaya que corte!,
o aquella caricia rediviva
en mano de la nostalgia suspendida
si una pudiera volver atrás
el tiempo
¡ah! ¡cuántos peros ya no pondría!
lo adversativo eliminaría
y otra vida tal vez escribiería
¡y viviería!
LA CONTRACARA DEL
PERO.
Sé que no mola,
que a todo el mundo
partes
de la vida inmola,
más si no fuera por su existencia
medio no habría
en nuestra experiencia,
locos
todos seríamos
tomados por la certeza,
o todo blanco o todo negro,
¡¿más dónde quedan los grises perlas?!,
¡¿dónde ponernos las tristes medias?!
¡¿cómo salvam… salvarnos
la Tierra Media?!
placentero o no
placentero
bueno o malo
sano o enfermo
loco o cuerdo
cobarde o valiente
solo el pero permite encontrar remedio
el justo medio,
juntos odio y amor
comparecen,
peca de injusta la inquisición
más si no fuera por
su actuación
no habría reprobación,
acusación,
inculpación,
ni juicio de atribución
que relativizara su decisión,
más tampoco habría
aquiescencia
suplencia,
ni sugerencia,
ni compasión
ni arrepentimiento
ni perdón.
(* )aclaro
que como profesionales teníamos determinadas tareas asignadas de forma
obligatoria, pero nos dejaban la libertad de realizar propuestas que
consideraramos beneficiosas para las personas allí recluidas, y esta tarea la
realizaba yo de forma más bien suplementaria que complementaria(porque iba “a
contra funcionamiento” habitual del sistema carcelario), como una iniciativa personal porque a mi me
interesaba hacerlo. Obviamente que los posibles cambios favorables de la persona
recluida que aceptaba participar de esta propuesta de trabajo personal,
serían constatados en las evaluaciones o diagnósticos que estaban programados desde la institución, y a partir de dicho cambios seguramente cada
cual podría obtener beneficios,
como por ejemplo cambio de etapa a
un régimen más abierto, o salidas domiciliarias. Pero lo esencial , que estaba
claramente establecido, era que el solo hecho de participar de mi propuesta no
le garantizaba por la sola participación ningún beneficio a nivel
institucional, era un trabajo como por fuera, pensando en su subjetividad, en
el afuera, en su salida al mundo, y de ese mundo de alguna manera.(obviamente
que desde el punto de vista
institucional e ideológico, social y político este doble funcionamiento o legalidadad daría para mucho
hablar ,discutir y escribir, pero ésta no es ahora mi finalidad). Tengo, conjuntamente con una colega, un trabajo realizado sobre estas cuestiones: “El rol del psicólogo en el ámbito carcelario:
¿un lugar de trabajo posible?”
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