jueves, 23 de febrero de 2012

LA ACEPTACIÓN DE LA DIFERENCIA ES LA BASE DE UNA EDUCACIÓN RESPETUOSA Y FAVORECEDORA DEL CRECIMIENTO EMOCIONAL DE LOS HIJOS.

Sucede a menudo que cuando un hijo o hija realiza conductas que desagradan a los padres, los padres reaccionan de una manera impulsiva y muchas veces agresiva, o sea que reaccionan desde lo emocional en respuesta a aspectos inconscientes que las mismas movilizaron en ellos, sin que dichas emociones sean mediatizadas por la mente racional. Debido a ello, esa respuesta de los padres es precisamente una simple reacción, pero no una respuesta elaborada en términos de pensamiento (pensada), y por eso en la mayoría de los casos no tiene el sentido de disciplinar a los hijos (y si ello es lo que se pretende, no es la vía adecuada ni fructífera para hacerlo), aunque sí se intente evitar o desaprobar la misma.

A veces también lo que los padres pueden buscar es sancionar dicha conducta, pero obviamente que hiriendo la sensibilidad del niño o niña y su autoestima ya sea gritándole, remarcándole lo negativo (por ejemplo: “eres un trasto”, “siempre te portas mal”, etc.) o castigándolo ya sea emocional o físicamente, lo que en realidad están haciendo es sancionar la subjetividad del niño y no su conducta: si “eres un trasto” es que no eres persona , sujeto sino un objeto:“un trasto”, en cambio es diferente decir “te portas como un trasto” y también existe una gran diferencia entre decir “siempre te portas mal”, ”te comportas como un trasto”, a “te estás portando mal, te estás comportando como un trasto” ya que esta manera de nombrar la conducta inapropiada, no solamente desaprueba solamente a la conducta y no al niño, sino que le deja además la libertad subjetiva para poder comportarse de otra manera ya que es ahora, en estos momentos que el niño se comporta mal, pero puede portarse bien al siguiente o en otro momento.

Por qué tendemos a seguir reaccionando de esta manera, a pesar de lo mucho que ya se sabe acerca del daño emocional que estas formas de tratar a los niños (¡adolescentes y adultos también ¡) producen en ellos y a pesar de la importancia que se otorga actualmente a la inteligencia emocional para adquirir las fortalezas que son necesarias para salir airosos en las diferentes batallas a las que hemos de hacer frente en nuestra vida.

Algunos podrán responder que ello se debe en gran parte a que los padres tampoco somos capaces de comportarnos de una manera emocionalmente inteligente, porque no nos lo enseñaron nuestros propios padres, a pesar de que hoy día la situación es diferente ya que los padres tienen posibilidades de aprender a desarrollar o trabajar la misma.
Aun aceptando esta respuesta como válida cabe preguntarnos si es posible realmente lograr actuar de manera más inteligente, emocionalmente hablando, siempre y cuando obviamente nos pongamos “manos a la obra”, y de ser así si ello es posible en todas las circunstancias y en todas las personas.

Seguramente estaréis de acuerdo en que no siempre es posible ni todas las personas pueden hacerlo. Como sucede con casi todo en la vida, la llamada inteligencia emocional no se trata para nada de ninguna panacea universal, ya que la misma no existe. Siempre habrá aspectos de nuestras pulsiones, goces que nos serán no del todo gobernables, imposibles de domesticar totalmente o pacificar por la cultura o vía lo simbólico, por lo cual habremos de reinventarnos como padres: inventar e inventarnos maneras de hacer propias para saber hacer ahí con nuestra falta o nuestras falencias.
Un ejemplo de este saber hacer ahí puede ser por ejemplo este comentario que hace una madre: “la verdad me cuesta mucho trabajo permitirle que vaya vestido como él escoja, y hago todos los días un esfuerzo titánico por contenerme y respetarle su "libertad de expresión", de verdad, es una cosa en la que yo soy muy quisquillosa y parece que la vida me pone a prueba con este hijo. Y es que no son minucias, no se trata que vaya mal combinado sino que va a la escuela con pijama, con la playera atada al cuello a modo de capa, con casco de bombero, con guantes de spider-man y gafas oscuras, un zapato de un color y otro de otro...en fin. Viéndolo en frio, mi hijo está inmerso en una sociedad dada y ésta tiene sus "normas no escritas" entonces creo que él eventualmente será capaz de darse cuenta de ello y tratará de seguirlas -o no-, así que no tengo que ser yo quien desgaste los minutos de la mañana en entra en conflicto con él por la ropa que llevará puesta. Este pequeño avance en mi forma de ver las cosas me da la pauta para descubrir cuáles son mis limitaciones absurdas. En qué puntos fui manipulada de niña para ser "niña buena y obediente" y entonces no perpetuarlo en mis propios hijos, socavando su autonomía”.

Hará falta además, para que dichas posibilidad de transforme en oportunidad, que haya suficiente amor y DESEO por parte de los padres y las madres, deseo de dedicar un tiempo, un esfuerzo personal, a veces también económico(se hay que recurrir a la ayuda profesional) a trabajar para establecer una relación más amorosa con nuestros hijos de forma que ellos puedan elegir con mayor margen de libertad cómo y quiénes quieren ser, y de que nosotros los padres, podamos ejercer una maternidad y una paternidad más amorosa, pero también más responsable y consciente.
Por eso las respuestas solamente son posibles de ser encontradas en los propios padres, en sí mismos, en cada padre y cada madre, ya que más allá de ciertos universales en los cuales todos los padres y madres podemos encontrar puntos de identificación, es la singularidad la que determinará la respuesta más adecuada en tanto “adecuada a cada caso”.

¿Por qué los padres y madres pueden a veces reaccionar de la manera que veníamos haciendo referencia?

Porque ese hijo es parte de ellos, en él han depositado aspectos suyos, ya sea aquellos aspectos que le agradan y que esperan reencontrar o que continúen existiendo en el hijo, aquellos aspectos que les habría gustado que fuesen parte suya y no lo fueron, e inclusive aspectos que rechazan y que rechazan en ellos mismos. Esto determina que su implicación emocional sea mucho mayor y es por ello que de pronto, una conducta que en el hijo de algún otro no les molesta tanto, en el suyo les lleva a reaccionar a veces de una forma crítica desmesurada.

Un comportamiento que consideramos negativo en nuestro hijo o hija puede entonces descolocarnos, hacernos perder el control porque con el mismo, nuestro hijo/a puede estar desbaratándonos la imagen ideal que nosotros proyectamos sobre él: no es ese hijo ideal que queríamos tener (en realidad ningún hijo puede serlo ya que nadie colmará nunca totalmente la falta parental), también porque puede desarticular nuestra propia imagen idealizada de padres ( si se comporta así es porque algo hemos hecho mal, no somos buenos padres, etc.), a lo cual puede sumarse la vergüenza o el temor de “quedar mal parados” o de ser juzgados no solamente por el hijo sino también por determinados representantes de la sociedad, ya sea otros padres, maestros, etc. Pero además ese comportamiento negativo puede estar mostrándonos constantemente algún aspecto negativo que nosotros rechazamos por diversidad de motivos, pudiendo tener relativa consciencia en algunos casos de los motivos de ese rechazo o siendo los mismos inconscientes.

Así mismo, en algunas situaciones puede que dicho aspecto rechazado forme parte de nosotros mismos (de nuestro carácter, de nuestra personalidad) y que no queremos asumir como propio (por ejemplo hay padres que dicen que sus hijos les faltan el respeto, les gritan pero son incapaces de percatarse que ellos han hecho lo mismo con su hijo), o que caracterice a algún miembro de la familia. Obviamente que no en todos los casos un hijo va a responder a una conducta de los padres con la misma conducta, en el caso referido puede que el hijo responda a los padres comportándose de forma sumisa, pero igualmente esa sumisión si es excesiva, se extiende a otras relaciones y el niño se ve perjudicado o se siente afectado negativamente por la misma, esta se habrá constituido en un síntoma tan generador de malestar para el niño como el comportarse de manera desobediente gritando y no respetando a sus padres.

Pero aunque esta idea despertará el rechazo de muchos padres, las conductas negativas del hijo les brindan a éstos además de dolor y malestar, algún tipo de satisfacción de la cual no son conscientes. Recurriendo a los ejemplos referidos, una podría preguntarse por qué determinados padres quieren un hijo “trasto”, porqué sin quererlo conscientemente, con su proceder inciden para que su hijo sea o se comporte como tal. Y podríamos seguir preguntándonos: ¿acaso para poder quejarse, para poder martirizarse a sí mismos, o acaso para revalorizarse como padres al tener que hacerse cargo de alguien que les genera tantas dificultades, o para poder convertirse en imprescindibles para el hijo y evitar de esta forma que él devenga cada vez más autónomo? Obviamente que habrá tantas posibles respuestas como padres y madres y sus combinaciones en pareja parental existan, tan solo he querido nombrar algunas de ellas.

Solamente la disposición de los padres para aceptar cuestionarse acerca de su implicación subjetiva en el lugar o los lugares que el hijo o la hija ocupan en su deseo, acerca de los aspectos que ellos han proyectado en los mismos, y la aceptación de que la función del hijo o hija no es ni cumplir el o los ideales de los padres cualesquiera que sean los mismos, es lo que hará posible y garantizará el crecimiento emocional tanto de los hijos como de los padres. Ser capaz de hacer el duelo por “eso que quería que mi hijo fuese pero no es”, es poder aceptar la diferencia (él es diferente de mi y de lo que yo deseo) la cual es la base de una educación respetuosa y amorosa ya que amar es como dice Lacan: “dar lo que no se tiene a alguien que no lo es”.

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