miércoles, 18 de julio de 2018

“Los enemigos del alma”: “La carne”. AUSCHWITZ “LO REAL”



Algunas cuestiones humanas donde poesía y psicoanálisis se encuentran: una reflexión a partir del diálogo entre una psicoanalista y una poeta.



Estando  advertidos  de  que como dice Freud una vez más:

“el artista le lleva la delantera al psicoanalista ,  y que éste no tiene por qué hacer de psicólogo donde el artista le desbroza el camino”

O como lo dice Lacan:
“Trato de decir que el arte está más allá de lo simbólico. El arte es un saber-hacer, lo simbólico está en el principio del hacer. Creo que hay más verdad en el decir que es el arte que en cualquier bla-bla-bla...” Lacan “seminario 24”, 1976/77


“Al duende hay que despertarlo en las últimas habitaciones de la sangre”

“Con idea, con sonido, o con gesto, el duende gusta de los bordes del pozo en franca lucha con el creador. Ángel y musa se escapan con violín o compás, y el duende hiere, y en la curación de esta herida que no se cierra nunca está lo insólito, lo inventado de la obra de un hombre  (1)               García  Lorca.


A partir de mi anterior reflexión sobre  a-V-ATARES  DE UN ENCUENTRO MARAVILLOSO…CON LA VIDA a partir del diálogo entre la poeta Ana Martín Puigpelat y la psicoanalista Laura Salino, me quedé pensando en lo que allí escribí, y en algunas cuestiones que me siguen invitando  a escribir.

Tomando las palabras de la Ana Martín Puigpelat de  que “La carne”, el cuerpo, es aquello que no solamente la poeta “no sabe bien  cómo abordar” a- bordear en su poesía, como dice en el diálogo referido  (y compartido en ese anterior trabajo al que aludo acá), sino que en tanto REAL es lo imposible de decir… nombrar plenamente para todos los humanos. Carne,   imposible de ser apresada toda en lo simbólico e imaginario,  que cuando se enferma, nos enfrenta  de manera más contundente a la muerte: somos un cuerpo mortal, más allá de toda palabra o imagen bella o no, con que recubramos ese horror de la carne que en definitiva está destinada a la destrucción.
Porque del cuerpo, lo que no sabemos cómo abordar es precisamente su dolor, su descomposición y su destrucción, lo que Lacan denominó goce, aquello que está “Más allá del principio del placer” (1920), cómo asumir, aceptar sin a-penarnos profundamente (melancolía) nuestra propia muerte y la de los otros.

Me preguntaba si lo que enfermó a la poeta fue  de alguna manera su intento de abordar La carne , o si su carne enferma y sufriente la llevó inconscientemente en ese momento a necesitar poetizar sobre ella, a  querer a-bordearla poéticamente, ya que no es algo nuevo que muchos poetas y escritores escriban obras “a partir de”  o basándose en  situaciones donde lo real se hace presente en forma de enfermedades graves o situaciones de muerte de otras personas, sean familiares o no , puesto que siempre, tanto unas situaciones como las otras, requieren un trabajo de duelo, y escribir es la manera singular  de poetas y escritores fundamentalmente de hacer dichos duelos, aunque haya otros tipos de escrituras como puede ser la que se hace en un psicoanálisis: escritura o re-escritura en el habla, o como la que se hace en otras artes , donde lo imaginario puede tener un papel fundamental, pero está soportado por lo simbólico la mayor parte de las veces, como puede ser la pintura, la escultura, la fotografía , el cine, etc.

Me preguntaba si querer o necesitar escribir sobre temas que implican abordar lo real puede enfermar a alguien, ya que la poeta dice que  ella venía abordando temas todos terroríficos: la guerra, los demonios y cuando va a abordar La carne, enferma (la carne , tanta carne, enferma)  y es  como si ya “lo simbólico no diera más de sí” para abordar tanto real, bordear con la palabra durante demasiado tiempo a la muerte, llegara a un límite donde eso ya no es posible y se tocara el hueso de lo real, y ahí entonces, el propio sujeto se diluyera (sumergiera, destruyera) en el agujero del mismo, y por eso enfermara. O si en vez de esta causalidad que supongo, habrá operado la casualidad en que justo en medio de esa batalla creativa la poeta enfermara.

(Y en relación con este planteamiento, me surge una pregunta  respecto a si esta suposición sería de utilidad para pensar  aquellos casos de las personas que enferman cuando están sometidas durante largos períodos de tiempo a situaciones generadoras de estrés, puesto que  el mismo,  consiste en definitiva, en estar en contacto de forma permanente en algunos casos, con diversas formas de la pulsión de muerte: experiencias diferentes pero cuyo común denominador es la vivencia de desamparo, de estar a la intemperie, al borde del precipicio o en el mismo, de inestabilidad e incertidumbre o de-privación   psicológica, y /o socio económica extremas, de estar sometido a situaciones que privan a las personas en exceso de espacios, tiempos y condiciones  diversas(sanitarias, laborales, geográficas o territoriales como el caso de refugiados y migrantes, económicas, etc.), para dar un lugar de mínima estabilidad a su yo, a su subjetividad).

Y  poder separarse del hueso de la muerte o de lo real  cuando se lo palpa, o lo que es lo mismo, salir de la enfermedad del pozo de un abismo, o de la yaga de una herida que caló hasta el hueso, solamente puede hacerse si alguna palabra del Otro, viene como significante S1 en auxilio del suejto, en este caso una poeta , para representarlo ante otro significante para que  el sujeto pueda al menos empezar a balbucear algo de ese horror de la carne mortal.

Dice Ana  Martín Puigpelat, en cuyo saber me estoy apoyando para escribir esto, que se le impuso el pensamiento sin saber porqué (esto es, sin saber consciente acerca de  la conexión representacional o significante que había entre su enfermedad (que no sabemos cuál fue, ni la gravedad de la misma, pero sí que le requirió estar yacente) de que tenía que ir a AUSCHWITZ. De un horror se traslada metonímicamente  a otro, ¿aún peor? 

No sabemos, ni pretendemos  saberlo, porque es un dato de su vida personal, ni necesitamos saberlo tampoco  para el objetivo de esta escritura, porqué ella en su singularidad subjetiva asocia la carne y el sufrimiento de su carne con la enfermedad que padecía, con la masacre horrorosa de cuerpos que fueron  despojados de alma, ese trauma histórico que significa Auschwitz. Pero sí he de hacer notar que muchos poetas y escritores vuelven…, metafóricamente ahí -no necesariamente allí como efectivamente hizo Ana P.- en momentos de “quiebres” (repetición del trauma personal)  donde palpan el agujero de lo real, y  poietizando  sobre  ese trauma social, que parece operar como “modelo universal del trauma” (¿?), para así elaborar un duelo por ese des-nudo=desamparo originario común a todos los humanos. En este caso el desamparo (Hilflosigkeit en Freud), unido en este caso a lo siniestro (el Unheimlich) (2)
Y ahí dice Ana Martín  que  encontró la tercera parte del libro: La carne, y sí,  porque  allí estaba la carne despojada del alma, una carnicería, lugar del  horror del DESAMPARO. Y haciendo poesía con la carne, haciendo decir poéticamente a la carne muerta su horror, le dio vida revistiéndola con belleza (creación poética),  y ella misma en tanto  poeta se rescató a sí misma de la muerte, puesto  que ella se buscaba en las fotos de los muertos, pero no se encontró. “Fue un trabajo duro y costoso”- dice la poeta, como corresponde a  todo trabajo de duelo. Ella hace poesía con su oscuridad, con  su sombra (en su caso, “la sombra del objeto no cae sobre el yo”, como dice Freud que sucede en la melancolía, en “Duelo y melancolía” (1919/1915), puesto que ella no está muerta y se rescata para la vida; prueba de eso son sus “Naranjas robadas”.

La tristeza congénita de que habla la poeta es común a todos los seres humanos desde el origen, por cuanto a la dicha de la vida  nacemos pendientes/pendiendo ya de la muerte, que por tanto ensombrece ya de entrada en mayor o menos medida, esa dicha. Y quizás  la melancolía que caracteriza a los sujetos, muchos  de ellos poetas, obedece a que tienen más conciencia o una conciencia más permanente y sin disfraz imaginario, o con uno más frágil , de esa sombra de la muerte o de lo real, y que por tanto lo palpan más continuamente que otras personas, y el ponerlo al servicio de su creación, es su forma de rescatar y rescatarse del vacío de la  muerte. Así lo dice  Heine citado por Freud en su “Introducción al narcisismo” (1914) : “Estaba enfermo, y ese fue/ de la creación el motivo/ creando convalecí,/ y en ese esfuerzo sané/


(1)    Lorca: Juego y teoría del duende. Obras Completas: tomo III, p. 150.
(2)    Lacan por su parte, en el seminario de La angustia vincula la Hilflosigkeit con el Unheimlich, el desamparo con lo siniestro. Dice que cuando surge la angustia, no obedece a algo nuevo, sino a “lo que ya estaba ahí, mucho más cerca, en la casa, Heim”.
Lacan, Seminario 10: “Hay angustia, cuando surge en este marco lo que ya estaba allí, mucho más cerca en la casa, Heim”… “este huésped desconocido que aparece de forma inopinada tiene que ver, enteramente, con lo que se encuentra en lo unheimlich, pero designarlo así es insuficiente.” P. 86… “Este huésped, en el sentido corriente, no es lo heimlich, no es el habitante de la casa, es lo hostil domesticado, apaciguado, admitido… Lo que es Heim… ha permanecido unheimlich… Es el surgimiento de lo heimlich en el marco lo que constituye el fenómeno de la angustia, y por eso es falso decir que la angustia carece de objeto.” “La angustia es este corte…es este corte que se abre y deja aparecer… lo inesperado, la visita… lo que expresa también el término presentimiento…” que deberá entenderse también “como el pre-sentimiento, lo que está antes del nacimiento de un sentimiento”. (p.87)
 Lo siniestro sería como un ‘huésped’ que se ha vuelto hostil, habría girado hacia lo horrible, hacia lo oscuro y lo inquietante, que aparece según él, tan enmarcado como lo hace la angustia. Al mismo tiempo es algo hogareño, familiar, que habría permanecido siniestro pero domesticado en la casa (del goce) de la pulsión de muerte.

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