viernes, 18 de diciembre de 2009

EL ADORMECIMIENTO DEL SUJETO Y LA RESPONSABILIDAD EXIMIDA

I)
Qué hace posible que la mayoría de las personas acepten sin cuestionarse que mediante cuestionarios idénticos aplicados “objetivamente” los diagnostiquen de tal o cual trastorno, o que diagnostiquen así a sus hijos, sin que el profesional en cuestión tenga para nada en cuenta, como sé que sucede en muchos casos, aunque por suerte no en todos, la situación actual que atraviesa esa familia, ese niño, tanto a nivel social como económico, como relacional y el como las mismas son significadas por la familia en cuestión, sin que una separación de los padres en el momento de esa consulta , o la pérdida sucesiva de embarazos de una madre en otro, así como la historia de deseo de esa pareja y la de deseo en relación a ese hijo, tenga en lo que a éste le está sucediendo algo más que el carácter de un simple dato biográfico o informativo. Esto, cuando seguramente es en ellos que radica algo del sentido de su malestar o de su “trastorno”.

Pero tampoco se tiene en cuenta aquello de lo que el niño habla, aquello de lo que él elige hablar en un espacio que le ha sido significado como lugar para saber qué es lo que le sucede y para ayudarlo.

¡Es que no puede medirse con exactitud científica la incidencia de determinados hechos de la historia vital del sujeto, ni la de esa separación o esos abortos espontáneos en la falta de atención o en la depresión de ese chico! se nos dirá, y además se nos comprobará de que los psicoanalistas nos guiamos por la intuición y hacemos juicios atributivos de causalidad falsos, erróneos o ilusionistas.

Pero sin embargo, las causas de los trastornos sí pueden, sin lugar a dudas, atribuirse a determinantes provenientes de una parte del cuerpo humano, el cerebro, de la cual se dice al mismo tiempo, que se conoce solamente una ínfima parte.

Y nos cuestionaran a los psicoanalistas, acerca de cómo podemos producir una verdad a partir de lo que nos dice quien nos consulta, si a las palabras “se las lleva el viento”, las personas no sabemos ni lo que decimos en lo que decimos, nos contradecimos de un segundo al otro.
Y sí, estamos de acuerdo, el lenguaje es como decía Francis Bacon un idolon o eidolon fori o idolos del mercado, por eso precisamente es que el psicoanálisis no pretende ni cree en un saber verdadero, en el más verdadero de todos los saberes, sino en uno relativo, pero esencial: la verdad del sujeto del inconsciente. Porque es “en” y a partir de ese lenguaje que “nos habla” antes de que hablemos (nos significa antes que signifiquemos) que nos habla aunque no queramos, que hace que seamos hablados más que hablemos, y ahí justamente donde más sordos y perdidos estamos es donde podemos escucharnos, donde podemos encontrarnos, donde un psicoanalista intenta que nos escuchemos y nos encontremos. Y la verdad resultante de tales intermitentes momentos de encuentro es una lectura posible, la más acertada cuando la interpretación analítica es poética como dice Jaques Lacan.
Y por tanto es una lectura que por su efecto de verdad promoverá algún cambio en la posición subjetiva de quien es escuchado. Y en tanto que lectura posible, es también lectura no acabada, no fijada de un vez y para siempre a un sentido, sino abierta como un Gran libro de la vida (el propio), a posibles relecturas y a la producción de nuevas verdades a partir de la afluencia de nuevos recuerdos del pasado, de nuevas vivencias del presente, y de nuevos acontecimientos futuros.
Esa es la única verdad a la que podemos tener acceso en tanto que hablante-seres divididos por el lenguaje; y por más variables que la psicología Científica pretenda controlar y medir para evitar la influencia de la subjetividad, es justamente la subjetividad misma la variable que no se puede objetivar porque su naturaleza evanescente anida en el lenguaje que nos constituye como sujetos psíquicos.

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