miércoles, 24 de junio de 2015

SABER RESTAR.




“yo no soy más que el resultado, el fruto, 
lo que queda, podrido, entre los restos; 
esto que veis aquí, 
tan sólo esto: 
un escombro tenaz, que se resiste 
a su ruina, que lucha contra el viento, 
que avanza por caminos que no llevan 
a ningún sitio”.

 “Para que yo me llame Ángel González”.





Ayer me decía una chica: “lo que sucede es que yo no sé restar”. 
Su manera lúcida de resumir lo que le sucedía en diferentes órdenes de su vida, produjo en mi ese efecto que yo llamo de “lo maravilloso”, mezcla de asombro y redescubrimiento que me impulsa a escribir esto, intentando vanamente apresar en palabras y pensamientos todo lo que esta frase puede llegar a querer decir. En definitiva un psicoanálisis es eso, tan simple y tan complejo, que puede resumirse en esa pequeña frase. Se trata de adquirir una sabiduría del resto, saber restar, eso es  aceptar la castración; y a restar no se aprende como se aprende todo aquello que puede ser enmarcado dentro del orden del conocimiento y la razón. Por eso hablo de saber, más cercano a la sabiduría, que implica al sujeto afectivo, afectado, que es el del lenguaje, el del inconsciente. Porque inclusive un niño que en la escuela puede aprender la operación denominada resta necesita haber internalizado lo que se juega de dicha operación para todo sujeto en el orden del lenguaje.                                                    

Y la resta no es sin la división, división subjetiva, postulado del cual parte Lacan para dar cuenta del apresamiento originario del sujeto en el lenguaje: en el encuentro del  a-sujeto (aún no sujeto) con el Otro del Lenguaje, el sujeto al alienarse al Lenguaje  es dividido (castrado)  o separado de una parte de sí ,  perdiendo un resto que es lo que Lacan llamará el objeto a, objeto de la pulsión  o de de la fantaseada como posible  satisfacción pulsional Total, por tanto objeto perdido para siempre objeto causa que  el Deseo intentará vanamente recuperar, falta, resto, objeto a.
El resultado de la operación será un $ (sujeto barrado), un Otro del Lenguaje también barrado A/ y el objeto a resto de la división.

Y ahora que digo “Falta y Resto” viene a la mente que ese es el nombre de una muy famosa murga uruguaya, nombre que de más jovencita me llamó la atención y tuvo mi pensamiento obsesivamente ocupado en darle vueltas al porque de ese nombre, ya que no lograba en aquel momento “captar la diferencia” entre el significado de cada una de esas palabras; para mí era una redundancia. Luego entendía que no lo es, y que son palabras que nombran un orden causal, pues solamente si hay registro de la falta en el inconsciente, se puede restar, más allá de que la propia falta pueda nombrarse como resto también.

Pero dejando de lado estas elucidaciones, vuelvo a qué es lo que un sujeto ha de restar en un análisis. Para empezar, un sujeto que entra en análisis es alguien que lo hace aceptando ya de entrada ubicarse en relación a  una pérdida, “una pérdida de saber lo que me pasa” y una pérdida por tanto de sentido. El o los síntomas por los que la persona sufre, cuando dicho sufrimiento excede la capacidad del sujeto de seguirse apañando en su vida con los mismos, y ello lo lleva a dirigirse a una psicoanalista, implica una primera operación de resta: el reconocimiento de que le sucede algo que excede a su capacidad de saber a qué obedece eso que le sucede, y por tanto a poder hacer algo efectivo para solucionarlo. El sujeto reconoce implícitamente quedar a merced de ese sufrimiento (goce).Esto permite vía la transferencia y el amor ubicar ese saber que le falta en el analista: ese Otro (el analista, el lenguaje )ha de saber algo de ese saber que a mí me falta sobre mí mismo para poder solucionar lo que me pasa, pero para ello es imprescindible también que el sujeto sea capaz de establecer una relación de amor al saber, al querer saber. Se ama al que se le supone un saber (sobre algo que uno no sabe), pero antes es necesario amar  el saber y querer saber sobre eso que nos resta.                                                                                                                          Hoy en día que al saber y al deseo de saber (pulsión epistemofílica diría Freud)que ya de por sí es resistida por el sujeto como dice Lacan (el sujeto -no -quiere saber nada de su castración ), le cuesta cada vez más hacerse un lugar en la subjetividad, porque los objetos de consumo colaboran en obturar toda falta (de goce) y toda pregunta sobre un goce que cada vez es más difícil hacer devenir resto, que un sujeto establezca una trasferencia que posibilite un análisis también es más difícil;  un reto para todo analista en muchos casos. Se trata de instaurar un deseo de saber que está obturado totalmente en algunos casos, o es inexistente en otros,  e ir en contra de los mensajes machacones de la sociedad de consumo actual  que han hecho cristalizar en muchos sujetos un “yo no quiero pensar lo que me pasa, ni quién soy, ni las consecuencias de mis actos “, solo quiero obtener objetos que me aseguran me darán el goce y si es absoluto mejor, sin importar éticamente tampoco cómo los obtenga ni las parcelas de libertad y bienestar personal que estoy cediendo por alcanzarlos. U objetos que me saquen el sufrimiento sin hacerme trabajar ni pensar( medicamentos, terapias dirigidas por el Saber a veces absoluto de un  Otro que muchas veces se asienta y perpetúa en el vengo solamente a que  “me repita la receta”( repetición  ad infinitum de su posición  de goce sufriente, eternización del sujeto en su fantasma), “a que me de la receta” si es posible para solucionar mi vida, sin tener que pensar ni ver, ni tener que responsabilizarme para nada de lo que hago bien y lo que hago mal , lo que me obligaría a ser artífice de mi proceso de cambio que es doloroso , largo y costoso en trabajo y dinero. ¿Qué cuesta?   Sí pero no es una cuesta, sino a la larga un descenso de la misma, un andar más ligero de equipaje. 

Cuesta dinero sí , pero  principalmente pérdida de goce, por eso cuando alguien dice que no se analiza por cuestiones económicas, entiéndase de dinero, lo hace indudablemente por cuestiones económicas  de economía psíquica, pero no por dinero. Es alguien que aún sufriendo por sus síntomas, aún puede resistir y  apañarse con los mismos, y el goce que obtiene de ese sufrimiento es lo bastante satisfactorio aún  como para no querer cambiar (el síntoma es sufrimiento y a la vez satisfacción).

Sin embargo,  con la aceptación, difícil pero también  posible en algunos casos, de esa resta de saber, hay resta de narcisismo, el sujeto caballero o dama  empieza a aceptar que su armadura está un poco oxidada y convendría revisar los daños que ella le causa y la conveniencia o no de seguirla llevando, de seguir a-presado  (a-prensado y no pensado en la misma).

Logrado esto, el analista será ubicado  en el lugar del objeto a, aquel que completaría el goce que falta al sujeto para supuestamente alcanzar la felicidad eterna. Y el sujeto será confrontado  una y otra vez a la experiencia del resto, de la  falta, la ausencia, tanto en cuestión de saber como  de inexistencia de un objeto que obture la herida definitivamente. El analista lejos  de ser quien sabe sobre la falta concreta  del sujeto y se lo cree,  sostiene con su función deseo del analista, su lugar de “sujeto supuesto saber”. Acepta hacerse  el sujeto de un saber que le es supuesto, y su puesto es saber que no sabe nada de ese sujeto más que lo que él mismo le diga sobre sí. Su tarea consistirá en hacer escuchar al sujeto su propio deseo y lo que él mismo sabe sin saber que lo sabe  acerca del mismo y de su deseo, en lo que ese sujeto dice de sí “sin saber lo que dice” y “que lo dice”, y sin haberse nunca antes podido escuchar.

Pero lejos de por esa vía alcanzar la completud, la suma que le llevaría al paraíso prometido, habrá de irse dando cuenta que el paraíso es perdido de entrada y para siempre ,y así restará valor al ideal, aceptará renunciar a ser feliz solamente si alcanza ser lo que creía imprescindible paras serlo, pues solo se puede ser de a ratos y aún  de a segundos y el objeto que da una suerte de consistencia mínima y esporádica  a “la insoportable levedad del ser” está en uno mismo, es un objeto libidinal o pulsional , objeto de goce, aunque se requiera para representarlo de el  soporte en el afuera (objetos concretos) ;  aunque llegado ese punto cercano al fin de análisis, el sujeto sepa que solo resta recrear el mismo porque ese solo cubre, un resto.

Y para finalizar unos preciosos poemas  de Angel González quien aún pareciendo atormentado por esa condición de resto o escombro que somos ,  supo sobreponerse como lo hacen de alguna manera todos los creadores al horror que ello produce,, ellos que  saben  acerca de nuestra condición de restos, ese real que es la muerte, y con es ese saber son capaz de hacer poiésis “savoir i faire” como dice Lacan , gozar de la falta, hacer algo valioso  socialmente (sublimación)con ella.




PARA QUE YO ME LLAME ÁNGEL GONZÁLEZ.

Para que yo me llame Ángel González, 
para que mi ser pese sobre el suelo,
 
fue necesario un ancho espacio
 
y un largo tiempo:
 
hombres de todo mar y toda tierra,
 
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
 
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
 
en otro cuerpo nuevo.
 
Solsticios y equinoccios alumbraron
 
con su cambiante luz, su vario cielo,
 
el viaje milenario de mi carne
 
trepando por los siglos y los huesos.
 
De su pasaje lento y doloroso
 
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
 
naufragios, aferrándose
 
al último suspiro de los muertos,
 
yo no soy más que el resultado, el fruto,
 

lo que queda, podrido, entre los restos; 
esto que veis aquí,
 
tan sólo esto:
 
un escombro tenaz, que se resiste
 
a su ruina, que lucha contra el viento,
 
que avanza por caminos que no llevan
 
a ningún sitio. El éxito
 
de todos los fracasos. La enloquecida
 
fuerza del desaliento...
 




ESTO NO ES NADA.

Si tuviésemos la fuerza suficiente
para apretar como es debido un trozo de madera,
sólo nos quedaría entre las manos
un poco de tierra.
Y si tuviésemos más fuerza todavía
para presionar con toda la dureza
esa tierra, sólo nos quedaría
entre las manos un poco de agua.
Y si fuese posible aún
oprimir el agua,
ya no nos quedaría entre las manos
nada.

EL DERROTADO.

Atrás quedaron los escombros:
humeantes pedazos de tu casa,
veranos incendiados, sangre seca
sobre la que se ceba -último buitre-
el viento.

Tú emprendes viaje hacia adelante, hacia
el tiempo bien llamado porvenir.
Porque ninguna tierra
posees,

porque ninguna patria
es ni será jamás la tuya,
porque en ningún país
puede arraigar tu corazón deshabitado.

Nunca -y es tan sencillo-
podrás abrir una cancela
y decir, nada más: "buen día,
madre".
Aunque efectivamente el día sea bueno,
haya trigo en las eras

y los árboles
extiendan hacia ti sus fatigadas
ramas, ofreciéndote
frutos o sombra para que descanses.


PORVENIR.

Te llaman porvenir
porque no vienes nunca.
Te llaman: porvenir,
y esperan que tú llegues
como un animal manso
a comer en su mano.
Pero tú permaneces
más allá de las horas,
agazapado no se sabe dónde.
... Mañana!
Y mañana será otro día tranquilo
un día como hoy, jueves o martes,
cualquier cosa y no eso
que esperamos aún, todavía, siempre.






1 comentario:

  1. De nuevo, Anabella, mis felicitaciones por este blog y tu capacidad de explicar con claridad poética conceptos tan complejos como los que abundan en la obra de Lacan. Y por abrir estas reflexiones a los nexos que hay entre la literatura y el psicoanálisis.
    Desde un punto de vista freudiano acabo de publicar "La cara oculta de la biografía", tres relatos sobre aspectos no publicados de las vidas de Haydn, Beethoven y Arriaga. Literatura-psicoanálisis-vida.

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