“yo no soy más que el
resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio”.
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio”.
“Para que yo me llame Ángel
González”.
Ayer me
decía una chica: “lo que sucede es que yo no sé restar”.
Su manera lúcida de resumir
lo que le sucedía en diferentes órdenes de su vida, produjo en mi ese efecto
que yo llamo de “lo maravilloso”, mezcla de asombro y redescubrimiento que me
impulsa a escribir esto, intentando vanamente apresar en palabras y
pensamientos todo lo que esta frase puede llegar a querer decir. En definitiva
un psicoanálisis es eso, tan simple y tan complejo, que puede resumirse en esa
pequeña frase. Se trata de adquirir una sabiduría del resto, saber restar, eso
es aceptar la castración; y a restar no
se aprende como se aprende todo aquello que puede ser enmarcado dentro del
orden del conocimiento y la razón. Por eso hablo de saber, más cercano a la
sabiduría, que implica al sujeto afectivo, afectado, que es el del lenguaje, el
del inconsciente. Porque inclusive un niño que en la escuela puede aprender la operación
denominada resta necesita haber internalizado lo que se juega de dicha
operación para todo sujeto en el orden del lenguaje.
Y la resta no es sin la
división, división subjetiva, postulado del cual parte Lacan para dar cuenta
del apresamiento originario del sujeto en el lenguaje: en el encuentro del a-sujeto (aún no sujeto) con el Otro del Lenguaje,
el sujeto al alienarse al Lenguaje es
dividido (castrado) o separado de una parte
de sí , perdiendo un resto que es lo que
Lacan llamará el objeto a, objeto de la pulsión o de de la fantaseada como posible satisfacción pulsional Total, por tanto objeto
perdido para siempre objeto causa que el
Deseo intentará vanamente recuperar, falta, resto, objeto a.
El resultado
de la operación será un $ (sujeto barrado), un Otro del Lenguaje también
barrado A/ y el objeto a resto de la
división.
Y ahora que
digo “Falta y Resto” viene a la mente que ese es el nombre de una muy famosa
murga uruguaya, nombre que de más jovencita me llamó la atención y tuvo mi
pensamiento obsesivamente ocupado en darle vueltas al porque de ese nombre, ya
que no lograba en aquel momento “captar la diferencia” entre el significado de
cada una de esas palabras; para mí era una redundancia. Luego entendía que no
lo es, y que son palabras que nombran un orden causal, pues solamente si hay
registro de la falta en el inconsciente, se puede restar, más allá de que la
propia falta pueda nombrarse como resto también.
Pero dejando
de lado estas elucidaciones, vuelvo a qué es lo que un sujeto ha de restar en
un análisis. Para empezar, un sujeto que entra en análisis es alguien que lo
hace aceptando ya de entrada ubicarse en relación a una pérdida, “una pérdida de saber lo que me
pasa” y una pérdida por tanto de sentido. El o los síntomas por los que la
persona sufre, cuando dicho sufrimiento excede la capacidad del sujeto de
seguirse apañando en su vida con los mismos, y ello lo lleva a dirigirse a una psicoanalista,
implica una primera operación de resta: el reconocimiento de que le sucede algo
que excede a su capacidad de saber a qué obedece eso que le sucede, y por tanto
a poder hacer algo efectivo para solucionarlo. El sujeto reconoce implícitamente
quedar a merced de ese sufrimiento (goce).Esto permite vía la transferencia y
el amor ubicar ese saber que le falta en el analista: ese Otro (el analista, el
lenguaje )ha de saber algo de ese saber que a mí me falta sobre mí mismo para poder
solucionar lo que me pasa, pero para ello es imprescindible también que el
sujeto sea capaz de establecer una relación de amor al saber, al querer saber. Se
ama al que se le supone un saber (sobre algo que uno no sabe), pero antes es necesario
amar el saber y querer saber sobre eso
que nos resta. Hoy en día que al saber y al deseo de
saber (pulsión epistemofílica diría Freud)que ya de por sí es resistida por el
sujeto como dice Lacan (el sujeto -no -quiere saber nada de su castración ), le
cuesta cada vez más hacerse un lugar en la subjetividad, porque los objetos de
consumo colaboran en obturar toda falta (de goce) y toda pregunta sobre un goce
que cada vez es más difícil hacer devenir resto, que un sujeto establezca una
trasferencia que posibilite un análisis también es más difícil; un reto para todo analista en muchos casos. Se
trata de instaurar un deseo de saber que está obturado totalmente en algunos
casos, o es inexistente en otros, e ir
en contra de los mensajes machacones de la sociedad de consumo actual que han hecho cristalizar en muchos sujetos un
“yo no quiero pensar lo que me pasa, ni quién soy, ni las consecuencias de mis actos
“, solo quiero obtener objetos que me aseguran me darán el goce y si es
absoluto mejor, sin importar éticamente tampoco cómo los obtenga ni las parcelas
de libertad y bienestar personal que estoy cediendo por alcanzarlos. U objetos
que me saquen el sufrimiento sin hacerme trabajar ni pensar( medicamentos,
terapias dirigidas por el Saber a veces absoluto de un Otro que muchas veces se asienta y perpetúa en
el vengo solamente a que “me repita la
receta”( repetición ad infinitum de su
posición de goce sufriente, eternización
del sujeto en su fantasma), “a que me de la receta” si es posible para
solucionar mi vida, sin tener que pensar ni ver, ni tener que responsabilizarme
para nada de lo que hago bien y lo que hago mal , lo que me obligaría a ser
artífice de mi proceso de cambio que es doloroso , largo y costoso en trabajo y
dinero. ¿Qué cuesta? Sí pero no es una cuesta, sino a la larga un
descenso de la misma, un andar más ligero de equipaje.
Cuesta dinero sí , pero principalmente pérdida de goce, por eso cuando
alguien dice que no se analiza por cuestiones económicas, entiéndase de dinero,
lo hace indudablemente por cuestiones económicas de economía psíquica, pero no por dinero. Es
alguien que aún sufriendo por sus síntomas, aún puede resistir y apañarse con los mismos, y el goce que obtiene
de ese sufrimiento es lo bastante satisfactorio aún como para no querer cambiar (el síntoma es
sufrimiento y a la vez satisfacción).
Sin embargo,
con la aceptación, difícil pero también posible en algunos casos, de esa resta de
saber, hay resta de narcisismo, el sujeto caballero o dama empieza a aceptar que su armadura está un poco
oxidada y convendría revisar los daños que ella le causa y la conveniencia o no
de seguirla llevando, de seguir a-presado (a-prensado y no pensado en la misma).
Logrado
esto, el analista será ubicado en el
lugar del objeto a, aquel que
completaría el goce que falta al sujeto para supuestamente alcanzar la
felicidad eterna. Y el sujeto será confrontado
una y otra vez a la experiencia del resto, de la falta, la ausencia, tanto en cuestión de saber
como de inexistencia de un objeto que
obture la herida definitivamente. El analista lejos de ser quien sabe sobre la falta concreta del sujeto y se lo cree, sostiene con su función deseo del analista, su
lugar de “sujeto supuesto saber”. Acepta hacerse el sujeto de un saber que le es supuesto, y su
puesto es saber que no sabe nada de ese sujeto más que lo que él mismo le diga
sobre sí. Su tarea consistirá en hacer escuchar al sujeto su propio deseo y lo
que él mismo sabe sin saber que lo sabe
acerca del mismo y de su deseo, en lo que ese sujeto dice de sí “sin
saber lo que dice” y “que lo dice”, y sin haberse nunca antes podido escuchar.
Pero lejos
de por esa vía alcanzar la completud, la suma que le llevaría al paraíso prometido,
habrá de irse dando cuenta que el paraíso es perdido de entrada y para siempre
,y así restará valor al ideal, aceptará renunciar a ser feliz solamente si
alcanza ser lo que creía imprescindible paras serlo, pues solo se puede ser de
a ratos y aún de a segundos y el objeto
que da una suerte de consistencia mínima y esporádica a “la insoportable levedad del ser” está en
uno mismo, es un objeto libidinal o pulsional , objeto de goce, aunque se
requiera para representarlo de el
soporte en el afuera (objetos concretos) ; aunque llegado ese punto cercano al fin de
análisis, el sujeto sepa que solo resta recrear el mismo porque ese solo cubre, un resto.
Y para finalizar
unos preciosos poemas de Angel González
quien aún pareciendo atormentado por esa condición de resto o escombro que
somos , supo sobreponerse como lo hacen
de alguna manera todos los creadores al horror que ello produce,, ellos que saben acerca
de nuestra condición de restos, ese real que es la muerte, y con es ese saber
son capaz de hacer poiésis “savoir i faire” como dice Lacan , gozar de la falta,
hacer algo valioso socialmente
(sublimación)con ella.
Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento...
PARA QUE YO
ME LLAME ÁNGEL GONZÁLEZ.
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento...
ESTO NO ES
NADA.
Si tuviésemos la fuerza suficiente
para apretar como es debido un trozo de madera,
sólo nos quedaría entre las manos
un poco de tierra.
Y si tuviésemos más fuerza todavía
para presionar con toda la dureza
esa tierra, sólo nos quedaría
entre las manos un poco de agua.
Y si fuese posible aún
oprimir el agua,
ya no nos quedaría entre las manos
nada.
para apretar como es debido un trozo de madera,
sólo nos quedaría entre las manos
un poco de tierra.
Y si tuviésemos más fuerza todavía
para presionar con toda la dureza
esa tierra, sólo nos quedaría
entre las manos un poco de agua.
Y si fuese posible aún
oprimir el agua,
ya no nos quedaría entre las manos
nada.
EL DERROTADO.
Atrás quedaron los escombros:
humeantes pedazos de tu casa,
veranos incendiados, sangre seca
sobre la que se ceba -último buitre-
el viento.
Tú emprendes viaje hacia adelante, hacia
el tiempo bien llamado porvenir.
Porque ninguna tierra
posees,
porque ninguna patria
es ni será jamás la tuya,
porque en ningún país
puede arraigar tu corazón deshabitado.
Nunca -y es tan sencillo-
podrás abrir una cancela
y decir, nada más: "buen día,
madre".
Aunque efectivamente el día sea bueno,
haya trigo en las eras
y los árboles
extiendan hacia ti sus fatigadas
ramas, ofreciéndote
frutos o sombra para que descanses.
es ni será jamás la tuya,
porque en ningún país
puede arraigar tu corazón deshabitado.
Nunca -y es tan sencillo-
podrás abrir una cancela
y decir, nada más: "buen día,
madre".
Aunque efectivamente el día sea bueno,
haya trigo en las eras
y los árboles
extiendan hacia ti sus fatigadas
ramas, ofreciéndote
frutos o sombra para que descanses.
PORVENIR.
Te llaman porvenir
porque no vienes nunca.
Te llaman: porvenir,
y esperan que tú llegues
como un animal manso
a comer en su mano.
Pero tú permaneces
más allá de las horas,
agazapado no se sabe dónde.
... Mañana!
Y mañana será otro día tranquilo
un día como hoy, jueves o martes,
cualquier cosa y no eso
que esperamos aún, todavía, siempre.
porque no vienes nunca.
Te llaman: porvenir,
y esperan que tú llegues
como un animal manso
a comer en su mano.
Pero tú permaneces
más allá de las horas,
agazapado no se sabe dónde.
... Mañana!
Y mañana será otro día tranquilo
un día como hoy, jueves o martes,
cualquier cosa y no eso
que esperamos aún, todavía, siempre.
De nuevo, Anabella, mis felicitaciones por este blog y tu capacidad de explicar con claridad poética conceptos tan complejos como los que abundan en la obra de Lacan. Y por abrir estas reflexiones a los nexos que hay entre la literatura y el psicoanálisis.
ResponderEliminarDesde un punto de vista freudiano acabo de publicar "La cara oculta de la biografía", tres relatos sobre aspectos no publicados de las vidas de Haydn, Beethoven y Arriaga. Literatura-psicoanálisis-vida.